—¿A dónde vas? —me preguntó Julian que seguía atado a la silla.
—A limpiarme claro —respondí sonriendo con picardía.
Me di la vuelta y me encaminé al baño.
—¿Vas a dejarme aquí? —indagó, no perecía molesto, al contrario, se podía decir que lo disfrutaba.
Me detuve y lo miré por encima de mi hombro y respondí con mucha seguridad:
—¿Por qué no? Así me aseguro que no te irás a ningún lado.
Seguí mi camino y me di un baño rápido. Salí con una toalla alrededor de mi cuerpo desnudo, subí al piso de arriba pues me daba curiosidad saber qué había, sin embargo, sufrí una decepción cuando me di cuenta de que no había nada extraordinario arriba, solo una cama muy amplia, un par de argollas en la pared y un chifonier totalmente vacío.
Suspiré y dejé colgada la toalla en el chifonier. Decidí no ponerme más ropa, pues me negaba a ponerme otro calzón que terminara siendo parte de la colección privada de Julian. Bajé las escaleras y me encontré con un sexy profesor desnudo, su cabeza estaba inclinada a un lado, estuve tentada en sacarle una foto, pero enseguida decliné la idea, me acerqué y le quité la venda de los ojos y las ataduras de una mano, por si tenía que correr.
—¡Al fin! —exclamó sobándose las muñecas, que comenzaban a ponerse rojas—. Qué bueno que estés desnuda, me has ahorrado trabajo. —Me levantó del suelo como si fuera un saco de papas, chillé y me removí, pero solo me gané un fuerte azote en el trasero—. Vamos, te haré pagar tu pequeño arrebato.
Me llevó al piso de arriba y me arrojó a la cama.
—Tengo hambre —me quejé cruzándome de brazos.
—Tú eres la comida —respondió abriendo el bolso que había traído—. Una de las cosas que más me agradan de ti... Es lo jodidamente sexy que eres.
Sacó del bolso un juegue sexual, parecía un cono de helado, pero invertido, su color plateado llamaba la atención y quien lo sujetaba aún más, comencé a sentir el calor subir por mis piernas y situarse en un exquisito lugar.
—Esto es un dilatador anal —manifestó Julian—. Lo pondré en tu lindo y virginal culo, para más tarde deslizarme en su interior.
Sus palabras hacían palpitar mi sexo y ponían mis pezones duros. Julian me tomó por mis tobillos y me acomodó en la orilla de la cama, abrió mis piernas y empezó a estimular suavemente mi clítoris con un pequeño vibrador tipo bala que sacó del bolso, sin poder evitarlo me retorcí y de mi boca salió un fuerte gemido.
Julian me miró y me mostró dos dedos que los deslizó dentro de mi deseosa y jugosa vagina, otro grito de placer se escapó de mi boca. Uno de los dedos de mi atractivo amante se situó en mi trasero y por un segundo me tensé.
Sin embargo, estaba convencida de que no existía mejor persona que me enseñara a follar, sobre todo por lo delicado y cuidadoso que era Julian, así que solo me entregué a él y sus ardientes conocimientos.
—Se sentirá un poco incómodo, con suerte solo serán pocos minutos. —Me colocó una crema en mi hoyo—. Esto es un analgésico, te permitirá disfrutar, mientras yo te follo duro —explicó, acercó el dilatador a mí orifico e hizo presión con la punta del cono—. Debes relajarte.
Respiré un par de veces y me relajé lo más que pude, Julian me observaba con detenimiento y cuando vio su oportunidad, deslizó por completo en mi interior, gracias a Dios no me dolió, pero si se sintió extraño.
Lo dejó allí y volvió a estimular mi clítoris; me aferré a las sábanas cuando mi profesor aumentó el ritmo del vibrador. Algo rozó mi pierna y me fijé que Julian presumía una nueva erección, con su mano libre comenzó a tocarse y casi me vuelvo loca al ver esa imagen tan varonil.
Apoyada sobre mis codos, dejé caer mi cabeza para atrás gozando del momento, hasta que sentí el colchón hundirse, levanté la cabeza y sonreí al ver a Julian de rodillas entre mis piernas.
Él metió su mano en el bolso y sacó un preservativo, sin apartar la vista de mí se lo colocó. Yo estaba temblando con el deseo apoderándose de mi ser.
Julian guio su erección a mi vagina y me preocupó un poco que tenerlo dentro de algún modo me fuera a molestar, pues en mi trasero seguía el dilatador, mi amante debía leer mis pensamientos, porque sonrió y con una sola embestida me penetró llenándome con su pene.
—Síí —jadeé liberándome de toda preocupación.
Por fin estaba recibiendo la atención que vine buscando, para mi gusto el dilatador anal no presentó un problema, de hecho, se sentía muy bien, me sentía llena.
—Estás calentita —susurró el profe comenzando a moverse dentro y fuera de mí—. Me gusta lo cerradita que estás.
Amí me gustaba tenerlo dentro y sentir su respiración irregular rozando micuello, pero me había quedado muda.
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Revelaciones Íntimas
Genç Kız EdebiyatıVanessa es una joven estudiante del internado católico más prestigioso del país. Sus ausentes padres la enviaron a ese instituto con el deseo de mantener alejada a su hermosa hija de los pecados del mundo. Sin embargo, su hija, estaba lejos de ser l...