84- Soy todo

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A la mañana siguiente salimos temprano a Ecuador, alrededor de las 9: 30 am ya estábamos haciendo el check-list en el aeropuerto internacional José Joaquín de Olmedo, ciudad de Guayaquil, Ecuador.

Llegamos al hotel donde nos íbamos a hospedar, el taxi nos dejó frente al hotel Wyndham Guayaquil, entramos a recepción donde una linda mujer de piel tostada, cabello negro y ojos café nos recibió con una sonrisa.

—¡Buenos días! Bienvenidos al Wyndham. ¿Tiene reservación? —Su tono era amable, al igual que su sonrisa.

—Sí, a nombre de Luciano Vitale —contestó mi sex-amigo, todo profesional.

—Un segundo, por favor. —La chica tecleaba en su computadora confirmando la información y yo miré a Luciano con una sonrisa de lado—. Aquí está una reserva de una habitación familiar. Necesito su tarjeta de crédito, por favor.

Luciano sacó su tarjeta y se la dio, la chica la colocó en un archivo y le dio tres llaves magnéticas.

—Que tenga una estancia agradable. —Cada uno tomó una llave, Carlos tomó mi maleta y subimos a la habitación 1209.

Tenía una pequeña sala y dos puertas que daban a dos habitaciones con su respectivo baño, pero yo no había venido a Guayaquil a estar lejos de mi pareja favorita y por lo visto ellos tampoco deseaban estar lejos de mí.

Carlos entró a una de las habitaciones cargando su maleta y la mía.

Me arrojé en la cama probando que fuera suave, pero firme al mismo tiempo.

—¿Está cómoda? —preguntó Luciano.

—Así parece, aunque tendríamos que probarla todos para ver si pasa la prueba —sugerí con tono sensual.

—Lo siento, mi niña, pero debo ir a trabajar —afirmó Luciano—. Lo bueno es que puedes elegir entre acompañar a Carlos o a mí.

Analicé un poco la situación, pues, al parecer, ellos habían venido a trabajar.

—¿Ambos deben trabajar? —indagué sentándome en la cama.

—Sí, lo siento, se nos olvidó contarte la parte más importante del viaje —alegó Carlos.

—Es que a penas te vimos se nos olvidó hasta nuestros nombres —agregó Luciano con una sonrisa pícara en los labios.

—Ok, pero, ¿de qué van sus trabajos?

—Yo debo ser juez de una competencia culinaria y Carlos, debe hacer un recorrido por la zona, visitar varios locales y hacer muchas fotos —me explicó Luciano tomando la mano de su pareja.

Medité un poco el asunto, con Luciano solo estaría sentada probando comida, pero con Carlos, caminaría y conocería la ciudad. Sonreí, prácticamente la decisión se tomó sola.

—Acompañaré a Carlos.

—Genial, nos vemos en la cena —manifestó Luciano sin mucho ánimo, suspiró y salió de la habitación.

Quizás eran ideas mías, pero me pareció que Luciano estaba algo angustiado. Tal vez se debía a que tenía muy poco tiempo en su trabajo y ya le habían encargado semejante favor.

—Ponte, ropa cómoda, salimos en 15 minutos —añadió Carlos antes de salir tras su hombre, imagino que para calmarlo un poco.

15 minutos eran suficientes para darme un baño y ponerme ropa cómoda, pues, me gustaba viajar en pijama. Específicamente, con un cocoliso de oso panda, era cómodo para viajar, abrigado y lindo; todo al mismo tiempo.

Entré al baño, me di una buena ducha e incluso lavé mi cabello; regresé a la habitación con algo de frío. Coloqué mi maleta sobre la cama y comencé a ver qué me podía poner.

Después de rebuscar un poco, me puse un chándal deportivo rosado, con un top corto a juego; me calcé unas zapatillas y me apliqué un poco de bloqueador solar.

Me desenredé el cabello, tomé el secador y quité toda la humedad, para luego atarme una cola alta y ponerme una gorra.

Observé mi reflejo y sonreí satisfecha, era sencillo, deportivo y funcional. Suspiré y me reuní con mis chicos en la sala.

Estaban abrazados en el sofá cambiando de canales.

—Estoy lista —anuncié interrumpiendo la escena sedentaria.

Ambos me miraron y sonrieron ampliamente, quería decirles que ya había tomado una decisión con respecto a España, pero me aguanté, obvio no quería meterme en su relación, ellos hacen tan linda pareja que un tercero solo sería una distorsión.

Sin contar que yo no quería tener ninguna relación seria. Caminé hasta la mesa de centro y saqué mi teléfono esperé un poco mientras se encendía.

—Me gustaría ir con ustedes —se quejó Luciano haciendo puchero.

—Tranquilo oso, yo veo si podemos terminar antes —lo consoló su marido.

En un intento por darles algo de privacidad, me centré en los mensajes que me estaban llegando.

Uno de Matt "Buenos días, princesa. ¿Cómo llegaste a Ecuador? Te mando un beso en la boca y una lamida en los labios" Sonreí por su insinuación.

"Ya llegué, estoy bien y entera por el momento, pero no prometo nada, al caer la noche todo se descontrola" contesté mordiéndome el labio.

Seguí revisando los mensajes, encontré uno de Karla.

"¿Dónde andas? Llevo toda la mañana llamándote" Revise y tenía 13 llamadas perdidas de su parte y dos de Julian.

"Calma, estoy bien, salí con unos amigos de viaje" respondí, iba a dejar el teléfono en la mesa, pero llegó otro mensaje.

"Ok, pero debiste avisar" Me puso la muy inestable.

Apagué el teléfono y lo dejé en la mesa, no dejaría que personas tan tóxicas dañaran mis buenas vibras.

—¿Estamos listos? —preguntó Luciano con los brazos en jarra.

—Sí, creo que he cometido un gran error al dejar que Julian y Karla volvieran a mi vida. —Ambos sin pensarlo dos veces me abrazaron.

—¡Te lo dije! —exclamó triunfante Carlos.

—Bueno, no puedo ser perfecta, debo cometer errores de vez en vez. —Me excusé sacando mi vena orgullosa.

—Tranquila mi niña, aquí estaremos para apoyarte. —Luciano hablaba como si yo estuviera triste, pero la verdad no lo estaba.

¿Quién, en su sano juicio, se quedaría al lado de una persona tóxica? Exacto, menos con dos. Yo fui clara desde el inicio, eso no era una relación, sino un último recurso para salvar su matrimonio precoz.

Sin caer en debates sin sentidos, cada uno salió a su destino. Debía admitir que me rompió el corazón dejar a mi Luciano en el restaurante del hotel, pero ni loca me quedaba con él.

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