99- Amor

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Al llegar a mi casa esa mañana mis padres estaban mostrando la casa.

Los saludé de lejos y subí a mi cuarto para no estorbar. Encontré unas cajas, cinta de embalar y una carpeta con varias propuestas de apartamentos cerca de la universidad a la que asistiría en España.

Tomé los papeles y le di una hojeada rápida, cerré la carpeta y la dejé sobre la cama, ya luego revisaría los detalles, por ahora, debía ponerme a empacar.

Abrí algunas cajas, las etiqueté y comencé a guardar mis cosas en ellas.

No tenía ánimos de escuchar música. Sin embargo, encontré que el silencio era peor, pues, mis pensamientos solo iban a Matt y todo lo que sucedió esa mañana.

Puse mi mente en blanco y continué trabajando con eficiencia.

No estaba segura de cuánto tiempo me había llevado vaciar mi armario. Estaba contemplando lo que me faltaba por meter en las cajas, cuando mi celular comenzó a sonar.

Me tiré sobre la cama y atendí la llamada.

—Hola, hermosa. —Sonreí al ver a Carlos detrás de la pantalla de mi teléfono.

—¿Cómo están?

—Preciosa cuento los días para tenerte aquí. ¿Cuándo te vienes? —indagó Luciano uniéndose a nuestra conversación.

—De hecho, estoy empacando, así que imagino que dentro de un par de semanas me estaré mudando.

—¿Y cómo te sientes? —preguntó Carlos.

Nerviosa, ansiosa. Siento que de un momento a otro me volveré loca.

—Es normal —convino mi sex-amigo de ojos claros.

—Supongo, aunque todavía me queda elegir un departamento y parece ser una decisión importante, por lo que debo pensar muy bien cuál elegir.

—Supuse que vivirías con nosotros —dijo un serio Carlos.

—Bueno, ese era el plan, pero mis padres se ofrecieron para comprarme un apartamento y no les iba a decir que no —mentí un poco, no quería decirles que mi plan jamás fue llegar a su casa.

—Me parece un acto de verdadero amor por parte de tus padres —argumentó Luciano, feliz.

—Hay muchas maneras de verlo —añadió Carlos.

Había algo que no me gustaba de esta conversación, tal vez fue el tono y la actitud de Carlos o la exagerada felicidad de Luciano.

—¿Chicos ustedes están bien?

—Sí, todo perfecto, este que está más amargado que de costumbre —replicó Luciano, pero la cara de Carlos no cambió en nada, de hecho, frunció más el ceño.

—En fin, te llamé para decirte que, dentro de un par de días, viajaré a Costa Rica y pensé que sería una buena forma de despedirme del continente.

—¡Oh! Eso es genial. Me apunto.

—Bien, te mandaré el pasaje y nos veremos por allá.

—Ese lugar es hermoso, la pasarán de maravilla —comentó Luciano con una sonrisa.

—Chicos, debo dejarlos, mis padres venderán la casa, así que tenemos muchas personas dentro y huele a galleta.

—Adiós, bebé —se despidió Luciano, tan cariñoso como siempre.

—Nos vemos pronto, empaca bloqueador y bikinis —manifestó Carlos antes de colgar la llamada.

Me levanté de la cama, bajé y subí al auto.

Solo lo puse en marcha y salí sin ningún rumbo en particular, únicamente, deseaba pensar.

Me detuve en un restaurante de comida rápida y pedí dos hamburguesas de queso, con sus papas y refresco, además doble ración extra de papas y un helado.

Avancé a la siguiente ventanilla para esperar mi pedido. Mi teléfono comenzó a sonar, era Beth, así que de inmediato atendí.

—Hola, cariño.

—¿Estás ocupada? —Su tono de voz tenía una urgencia un tanto extraña en ella.

—No, solo estoy almorzando. —La chica de la ventanilla me entregó mi pedido y paré en el estacionamiento a devorar mi comida.

—Necesito un favor tuyo, un amigo estaba haciendo un catálogo de ropa interior, pero una de las modelos le quedo mal. ¿Tú lo puedes ayudar?

Pensé por dos segundos, era eso o volver a mi casa.

—Envíame la dirección.

—Por eso te amo, nos vemos dentro de poco.

Colgó y a los pocos segundos me llegó la dirección, por suerte estaba cerca, así que comí y salí para el estudio.

Al llegar mi bella amiga estaba en la entrada esperando por mí.

—Niña que te has puesto hoy. —Miró mi ropa vieja y alzó una ceja,

—Es que es día de limpieza —mentí.

A ella tampoco le había dicho nada de mi partida, ¡Dios, qué mala amiga soy!

—Vamos, que todo se detuvo y solo esperan por ti.

Subimos hasta la última planta del edificio, donde un montón de personas nos recibieron, la estancia estaba repleta de lámparas y cámaras, por un segundo me puse nerviosa.

Un hombre rechoncho y vestido con un traje de dos piezas de color rosa viejo se acercó hasta nosotras.

—¿Esta es la niña? —Mi amiga asintió— Pues si es linda, vamos nena, el tiempo es oro y hoy ya he perdido mucho.

Le dejé el bolso a Beth y seguí al hombre.

—Me llamo Valentine. —Me dio un par de ligueros y me puso detrás de un biombo— Ponte esto a la velocidad de la luz.

Me quité la ropa deprisa y me coloqué la que él medió, agradecí mentalmente ir bien depilada, elegí un liguero de color azul cielo y salí.

—Qué cuerpazo se esconde debajo de la ropa fea que traías. Colócate en el centro ya la otra modelo pasa.

Caminé hasta el centro sin saber cómo debía ponerme, jugaba con mis manos, las pasaba por mis brazos y las ponía detrás de mi espalda y luego adelante y repetía todo.

Un hombre se me acercó y me tomó de la mejilla, la volteó a un lado y luego al otro.

—Escucha, eres muy bella, necesito que las fotos sean sensuales. —Me tocó el cabello—. Vamos a hacer un par de fotos para que dejes a un lado los nervios, solo relájate y sigue a la otra chica cuando llegue. —Dio un par de pasos para atrás y comenzó a tomarme fotos.

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