Rápidamente, llegué a una conclusión.
—Claro que no tonta, esto nos hace únicas. —Le di otro beso en la boca—. Ahora vete a tu cama, debo dormir.
—Yo no tengo sueño, estoy algo confundida —admitió.
—Supongo que es normal, yo hace cinco minutos no sabía que una mujer me pudiera excitar tanto. Sin embargo, tengo grandes planes para nosotras —le comenté bostezando.
De pronto, la puerta se abrió y nuestras dos amigas faltantes hicieron su gran entrada, dándose tropezones con las paredes.
—¿Aún están despierta? —preguntó Irina al entrar y vernos en la cama.
—No, estás hablando con nuestros hologramas —respondí con sarcasmo.
—¿Cómo la han pasado? —indagó Karla bajándose de mi cama.
—Increíble, conocimos unos chicos que estaban más lindos —narró Teresa.
Yo me di vuelta y las dejé con su tonta charla. Eso de conversas no era lo mío, prefería por mucho, actuar.
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La semana pasó condenadamente lenta; cada día parecía tardarse un siglo en llegar a su fin. Lo único medio interesante fue que le pude robar un par de besos a Karla, a pesar de desearlo, nunca pudimos ir más allá, pues siempre en cada encuentro, Irina o Teresa nos interrumpían arruinando los planes.
Sin embargo, a pesar de todo llegué cuerda al viernes.
Aunque en serio necesitaba un descanso de mis amigas, pasaban el día hablando y en serio eso me estaba irritando.
—¿Irás con nosotras al centro comercial? —me preguntó Irina en la fila del comedor.
—No. —Sabía que no era la mejor conversadora últimamente y que mis respuestas con monosílabas eran tediosas, pero no tenía ánimos de mantener una cordial charla de chicas.
Con bandejas en manos nos dirigimos a nuestra mesa, dejé mi plato en la mesa y me incliné para buscar mi agua en el bolso, que había dejado en el salón.
—Debo regresar al salón —comenté poniéndome de pie. Las chicas voltearon a verme y suspiré—: dejé mi bolso.
—Yo te guardo la comida, ve a buscarlo —me indicó Karla.
—Ve rápido antes de que el conserje cierre el aula —me sugirió Teresa.
Salí de allí caminando rápido, subí las escaleras de dos en dos hasta que llegué a la segunda planta. Seguí hasta el final del pasillo y giré la manilla de la puerta, respiré con alivio al comprobar que no tenía seguro.
Entré al aula y me detuve en seco al ver sentado detrás del escritorio al dueño de mis fantasías.
—Señorita Fernández —me saludó Julian en un tono formal.
Por su forma de hablar pensé que no estábamos solos en el salón, pero al pasar la vista me di cuenta de que en realidad era todo lo contrario.
—Profesor —murmuré confundida, avancé hasta mi lugar y agarré mi bolso.
—¿Qué tal su semana? —indagó con el mismo tono irritante.
Sin embargo, ese era un juego en donde ambos podíamos participar.
—Interesante, aprendí un par de cosas. —Me paré frente a su escritorio y le pregunté—. ¿Qué tal la suya?
—La verdad, ha sido una mierda —reveló cambiando de tono.
—Sea lo que sea, espero que lo puedas resolver pronto y de manera satisfactoria —manifesté dirigiéndome a la salida.
—La peor parte fue... que te extrañé cada puto segundo. —Sus palabras hicieron que me detuviera de golpe y me giré para verlo.
Julian se levantó de su silla y acortó la distancia entre nosotros, pegó su cuerpo al mío y sin preámbulo besó mi boca con ímpetu. Dándole rienda suelta a mis deseos, llevé mis manos a su pecho y lo toqué solo para comprobar que él estaba aquí. Jadeé al sentir un delicioso bulto haciendo presión sobre mi vientre. Sin embargo, con renuencia me separé de su boca.
—¿Qué harás este fin de semana? —le interrogué pasando mi pulgar por sus labios para borrar mi pintura de labio.
—Nada, ¿por qué? —contestó él sonriendo.
—Se me acaba de ocurrir una idea. —Le sonreí de forma seductora, abrí mi mochila y saqué un trozo de papel y un lápiz. Rápidamente, anoté la dirección de mi casa y doblé el papel.
Acerqué mi boca a la suya y lo besé con descaro, pasé mis manos por su pene y lo apreté sintiendo como palpitaba en mi mano; me permití disfrutar un poco más de su sabor y su olor, hasta que puse fin al beso.
—Te espero a las diez, no llegues tarde. —Le tiendo el papel y salí por la puerta camino al comedor.
Después de todo, no pasaré el fin de semana sola.
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Revelaciones Íntimas
Chick-LitVanessa es una joven estudiante del internado católico más prestigioso del país. Sus ausentes padres la enviaron a ese instituto con el deseo de mantener alejada a su hermosa hija de los pecados del mundo. Sin embargo, su hija, estaba lejos de ser l...