29- De la noche

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Por otro lado, su hijo Erick era igual de rubio que el padre, con un cuerpo entrenado, su traje azul metálico le quedaba como un guante, acentuando sus músculos definidos. Tenía su barba bien cuidada y eso le daba un aspecto maduro y su mirada... Estaba cargada de lujuria.

No negaré que Erick era un hombre atractivo, cualquier mujer desearía besar esos carnosos labios, tocar la dureza en su entre pierna y descubrir su sabor, ser rodeada por esos fuertes brazos y ser levantada del suelo para ser penetrada con fuerza. Sentí la humedad en mi ropa interior y me removí incómoda, sacudí la cabeza alejando esos pensamientos de mí; cómo dije cualquier mujer y yo no sería esa mujer pues sería arriesgar mucho por un orgasmo.

—Padre voy con mi madre, nos vemos luego. —Me despedí dándole una rápida mirada a Erick. Me acerqué con paso decidido a mi madre y le pregunté en voz baja—. Disculpen, madre ¿Puedo subir a cambiarme de ropa?

—Hija ella es Eva Müller esposa del señor Dieter. —Me acerqué a ella y le di dos besos, uno en cada mejilla.

—Un placer señora Müller —comenté desplegando amabilidad.

—Eva, solo Eva —me corrigió sonriendo, su cabello oscuro era tan liso y brillante, que solo realzaba sus ojos marrones claros.

—Pasaremos al comedor en cinco minutos, date prisa hija —contestó mi madre en un tono amoroso poco usado en esta casa.

Asentí y me retiré, sabía que no se negaría si se lo pedía frente a su invitada.

Salí de la terraza y dejé salir todo el aire de mis pulmones, me dirigí a la escalera y subí corriendo hasta mi habitación, necesitaba un respiro de toda esta mentira.

Una vez en mi habitación corrí a mi armario y escarbé en mi ropa. Me decidí por un vestido corto de marga larga, color azul claro que iba perfecto con mi color de ojos, me calcé unos tacones oscuros, solté mi cabello dejando que cayeran en suaves ondas en mi espalda; observé mi reflejo en el espejo y asentí satisfecha con el resultado.

Salí de mi habitación y comencé a bajar las escaleras, sin embargo, en el primer piso se encontraba Erick, al parecer había decidido venir hasta acá para usar el baño.

—Te acompaño abajo —murmuró sonriéndome con descaro.

—Es mi casa... —Hice énfasis en la palabra "mi"—. Soy yo quien te debe acompañar.

Seguí mi camino, Erick también lo hizo muy cerca de mí.

—¿Qué edad tienes Vanessa? —preguntó Erick rascándose la cabeza.

—La suficiente para mandarte a la mierda; si quiero. —contesté mordaz.

Evidentemente, al único lugar al que deseaba enviarlo sería mi cama, no era novia oficialmente de Carlos, así que no había nada que me impidiera estar con él... Sin embargo, debía ser precavida, este hombre estaba muy cerca de mis padres y como dije era mucho el riesgo.

—Vaya boquita —manifestó él riendo ligeramente.

Llegamos a la planta baja y Erick me pegó a la pared de la sala principal y me besó con fuerza, sus manos fueron directo al el bordillo de mi falda y metió una mano en mi vagina, sin poder evitarlo, agarré su cuello e intensifiqué el beso.

Esperé un par minutos y me separé de él y lo abofeteé.

—Que no se repita —le advertí en voz baja.

Erick se llevó una mano a la mejilla y me sonrió como si todo le hiciera gracia.

Ignoré su sonrisa perfecta y caminé al comedor, donde todos ya estaban sentados, me detuve en la entrada y evalué la escena. La señora Matilde colocaba las bandejas en la mesa; mi madre conversaba con Eva, mientras mi padre hablaba con Dieter, parecían discutir acaloradamente

—Me fascinan las chicas con carácter —susurró Erick pasando su mano por mi trasero, produciendo electricidad en todo mi cuerpo. Aguanté la respiración y lo observé unirse a su padre y al mío en la mesa.

Suspiré y me senté con mi madre.

El almuerzo fue tan aburrido como lo esperaba, mi padre y el señor Dieter lideraron la conversación, yo casi no aporté nada.

Me limpié la boca y me puse de pie para retirarme.

—Fue todo un gusto señor y señora Pfiefer. Lamentablemente, debo retirarme pues mañana comienzo en la universidad. —Me acerqué a Eva y ella me dio dos besos, por su parte el señor Dieter me dio la mano muy formal.

Su hijo como siempre fue más osado, tomó mi rostro y me dio dos besos uno en cada mejilla para luego susurrarme.

—Nos veremos luego Vanessa. —El tono de su voz hizo erizar todo mi cuerpo.

Subí a mi cuarto un poco agitada por las palabras de Erick.

Él era un seductor consumado; no era tonta, sabía con exactitud lo que él buscaba y era tentador, pero estaba segura de que si algo pasase entre nosotros, a Erick poco le importaría si nuestros padres se enterasen, es que estaba segura de que él ni siquiera pensaba en las consecuencias de sus juegos. 

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