—En definitiva, debemos dar una fiesta de inauguración —sugirió Luciano.
—Qué más quisiera, pero no conozco a nadie. —Bajé las escaleras y casi me da un infarto frente a mí estaba Erick—. ¿Qué haces aquí?
¡Dios mío! El tiempo no había pasado en este hombre.
—Hola, Vanessa, si estoy bien. Tus padres dejaron en mis manos amoblar y arreglar tu cocina. —Se acercó y me dio un beso en la mejilla.
—Perdona mis modales. Todo quedó muy lindo y la cocina, me encanta.
—Esa es obra de mi amigo Jesús, tiene una empresa de diseño de cocinas y de vez en cuando trabajamos juntos. Los closets también los hizo él.
—¿Cómo se llama la empresa? Juró que ya mismo lo llamó —manifestó Carlos llegando a mi lado.
—Bianca Cucine —contestó Erick sin entender mucho.
—¿Y la empresa de tu padre? —indagué.
—Me hice a un lado y comencé mi propio imperio —declaró arrogante, allí estaba el Erick que conocía.
—Nena, yo debo irme ya, pero el viernes hacemos la fiesta —anunció Luciano luciendo su anillo, su prometido salió con él y yo me quedé con Erick.
—Yo también debo irme, tengo platos y vasos que comprar. —La verdad era que no quería quedarme con ese monumento sola en la casa.
Erick pareció notarlo y solo me regaló una sonrisa pícara.
—Vamos, conozco el lugar perfecto.
Resultó decir la verdad, entramos a un almacén que vendía de todo para el hogar.
Pase el día viendo y metiendo cosas al carrito cuando salimos de allí ya era de noche.
Me invitó a cenar, pero lo rechacé, tenía otras cosas que hacer.
Al volver a mi casa, en la recepción me pidieron cambiar mi código, cosa que acepte gustosa, lo que menos quería era tener a Erick en mi casa en plena madrugada.
El señor de seguridad me ayudó a subir todas las bolsas a mi apartamento y las arreglé en la alacena.
-
-
A la mañana siguiente fui a la universidad y terminé mi inscripción, retiré mis horarios y volví a mi casa, mis cosas todavía no habían llegado, pero imaginaba que no tardarían en hacerlo.
En la tarde salí a comprar comida, me dio una pena tener que cocinar en la cocina nueva, es que era tan perfecta.
La semana pasó y cada día fui conociendo más esta hermosa ciudad.
—Llegamos —anunció Carlos—. Este invitó a todo el que conocía.
—Claro y les pedí que trajeran algo de beber. —Luciano puso las bolsas en la cocina, mientras Carlos lo seguía—. He invitado a un hombre, que cariño tiene un culo. —Luciano se persignó—. Lo malo es que es hetero. —Me miró haciendo un puchero.
—Básicamente, quiere que tú lo lleves a la cama —agregó Carlos.
Yo solo me puse a reír de las pendejadas que a estos dos se les ocurría.
Me di un baño, me vestí con un vestido jumpsuits con corte de campesina de color blanco y unos zapatos deportivos del mismo color que mi ropa. Luego me maquillé y me dejé el cabello suelto y salí para ver en qué andaban mis chicos.
Ya los primeros invitados habían llegado y mis chicos estaban de lo más feliz hablando con ellos.
—Vamos por un trago, preciosa —murmuró Carlos y me serví una copa de vino.
Luego nos integramos y ya en media hora el sitio estaba lleno, no sabía cómo había tantas personas.
—El hombre que te mencioné no ha llegado —comentó Luciano, abatido—. Desgraciado con las ganas que tenía de que te lo llevaras a la cama. —Me miró y yo solo pude reírme—. No te rías que las personas se comienzan a ir.
—Tranquilo, quizás a tu superhombre se le presentó una superemergencia, tal vez tuvo que salvar a una damisela en apuros —bromeé sin poder evitarlo.
—¿Qué hacen? —Carlos se unió a nosotros en el balcón.
—Maldecir a la pobre damisela que nos robó a superhombre poseedor de un trasero colosal —contesté entre risas.
—A esta se le han pasado las copas —determinó Carlos riendo.
—Es eso o está falta de un buen polvo —gruñó Luciano frustrado—. Y sí, es un supertrasero.
—En fin, cariño, Val y Mario ya se van cariño —le aviso Carlos—. Ya volvemos. —Ambos se retiraron y yo me quedé viendo la hermosa vista que tenía en frente dejado que el viento moviera mi cabello.
—Hermosa vista —murmuró un hombre colocándose a mi lado.
—Lo es —convine melancólica.
—Un gusto, soy Scott Novák —No creí necesario responder, tal vez el hombre se fuera, pero no allí se quedó—. No me he quedado salvando a ninguna damisela.
Su comentario me hizo voltear a verlo.
—Es malo oír conversaciones ajenas. —Él solo me regaló una sexy sonrisa—. ¿Qué te hace pensar que hablábamos de ti?
—¿Ves algún otro hombre con un trasero colosal? —replicó sintiéndose muy orgulloso de su trasero.
Bueno, si era un hombre de diez y ese culo era de veinte, subí hasta su rostro y unos penetrantes ojos azules me observaban con atención, su barba y su cabello le daban un aire hipster.
—¿Y bien, soy un superhombre? —preguntó él de manera arrogante.
—Pues a simple vista no lo eres. Sin embargo, no soy una especialista en el tema. —Lo miré y sonreí.
—Según tú. ¿Qué me falta para serlo? —indagó él de manera coqueta.
—¡Mmm, no sé! —Di una vuelta a su alrededor comiéndolo con la mirada—. Tal vez menos ropa, un par de esposas y un látigo. Así es seguro que estarás en camino a ser salvado por una damisela.
—¿Látigo? Un poco osado para la primera vez. ¿No? —manifestó sonriendo de medio lado.
—No deberías buscar al coco, si luego le vas a tener miedo. —Le guiñé un ojo y mordí mi labio inferior de forma seductora.
ESTÁS LEYENDO
Revelaciones Íntimas
ChickLitVanessa es una joven estudiante del internado católico más prestigioso del país. Sus ausentes padres la enviaron a ese instituto con el deseo de mantener alejada a su hermosa hija de los pecados del mundo. Sin embargo, su hija, estaba lejos de ser l...