63- Enseñaron

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Saqué una cuchara del cubo con hielo que tenía en la mesa y se la pegué en una tetilla. Matt se removió en la silla y jadeó tan masculino como era de esperarse. Saqué otra y se la pegué en el cuello.

Cuando ocurrió la transferencia de frío a su piel, la quité y pasé mi lengua.

—¡Joder! Nessa —jadeó, su miembro palpitó reclamando mi atención, no dudé ni un segundo, lo tomé con mi mano y lo estimulé.

Como él no podía ver lo que hacía, tomé un hielo y lo coloqué en la punta de su miembro y lo dejé allí por unos segundos, cuando se comenzó a derretir lo retiré y puse mi boca.

—¡Aaah! —gimió con fuerza.

Llevé su pene hasta lo más profundo de mi boca, sintiendo como Matt se estremecía en el banco. Acto seguido echó su cabeza para atrás disfrutando de la sensación, pero hacía poco aprendí que me gustaba torturar un poco a los hombres.

Me levanté y subí corriendo a mi cuarto, necesitaba mi neceser del sex, gracias a Dios me gusta trotar, cuando llegué solo habían transcurrido un par de minutos.

Tomé otra cuchara y se la coloqué en un muslo.

—Pensé que te habías ido —expresó Matt luego de que dio un pequeño brinco.

—Así fue, pero ya volví. —Coloqué mi neceser en la mesa.

Lo abrí y saqué un pequeño vibrador para clítoris. Escogí ese porque era largo y delgado, ideal para lo que tenía en mente.

Aproveché la posición en la que estaba sentado Matt y deslicé el fino aparato entre sus nalgas.

—¿Qué haces? —indagó él poniéndose tenso.

—Calma y confía —pedí lamiendo una de sus tetillas.

Encendí el vibrador y lo puse a la máxima velocidad.

—¡Mierda! Qué bien se siente —jadeó Matt.

No era una irrupción como tal, solo estaba estimulando su punto G desde el exterior.

Besé sus labios, bajé por el cuello, luego pasé por el abdomen, saqué un condón de mi neceser y lo coloqué en su pene.

La verdad nunca antes había sentido la necesidad de hacerlo de manera anal, pero este hombre, con su maravilloso pene, debía pasar por cada parte de mi cuerpo.

Me coloqué lubricante, me subí al regazo de Matt y lo deslicé dentro de mi ano.

De nuestras bocas salió un gemido compartido, dejé que mi cuerpo se acostumbrara a tener a Matt dentro de mí. Pasé mis manos por su pecho cubierto de tatuajes y comencé a moverme.

Era un placer tenerlo dentro y escuchar los gemidos que salían de su boca, podía sentir la pequeña vibración que emitía el cuerpo de Matt.

—Nessa quiero tocarte —suplicó en mi oído, no mentiré, yo también deseaba ser tocada por él.

Bajé mis manos por su ancha espalda y tiré el pañuelo que lo ataba y sus manos libres fueron directo a mi trasero, estrujando mis nalgas e introduciéndose más en mí, haciéndome gritar de placer, aproveché ese momento y le quité la venda de los ojos.

—Debo confesar que nunca me habían atado y lo del consolador, también es nuevo.

—Siempre hay una primera vez para todo —declaré, mientras seguía disfrutando de su pene dentro de mí

—Ahora me toca darte placer.

Me levantó en brazos, se salió de mí, el consolador cayó al suelo, mientras él me colocó sobre la mesa, me abrió las piernas y puso hielo en mi camisa, luego la puso en mi vagina y mi ardiente sexo se lo agradeció.

Caminó por la cocina y tomó una paleta de madera y una brocha para pintar panes, cerró mis ojos con una de sus manos.

Su boca fue a uno de mis senos y los mordió ligeramente, luego se levantó y pasó al otro hasta sentir mi pezón duro en su boca.

Sentí como me comenzó tocar con la brocha, nunca imaginé que un utensilio de cocina fuera tan excitante.

La pasó por mi vientre y subió un poco hasta mis senos, mi piel se erizó al sentir que estaba cerca de mi anhelante sexo.

—Matt —rogué, mi cuerpo necesitaba atención de una manera diferente.

—La paciencia, es una virtud, Nessa —decretó él besando mi pantorrilla derecha—. Tengo todo el día para disfrutar de tu cuerpo y eso haré.

—Perfecto, no espero menos de 5 orgasmos hoy, vamos trabajemos en el primero.

—Que golosa eres.

Escuché como rasgaba un condón, se posicionó en mi deseosa entrada.

—Prepárate no soy del tipo romántico.

—Genial, aquí nadie busca amor.

Su penetración no se hizo esperar y fue tan salvaje como esperaba, comenzó las embestidas y cada vez que entraba y salía de mi cuerpo yo gemía.

—Ni te imaginas como se ve mi pene entrar en tu vagina, es la mejor cosa que he visto —murmuró Matt.

Abrí mis ojos, él me estaba viendo con esos ojos tan sensuales.

Sin salirse de mi interior, me elevó en brazos y me dejó en el suelo de la cocina, pasó una pierna sobre su pecho y la colocó encima de mi otra pierna, luego esa misma pierna la flexiono un poco.

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