85- Soy nada

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Caminé con Carlos y conocí la bella ciudad de Guayaquil, de tanto en tanto, nos deteníamos y hacíamos un millón de fotos, sobre todo de las posadas, el paisaje y las personas que pululaban con nosotros.

Estaba agradecida con el clima, pues, a pesar de que habíamos rodado mucho, mi cuerpo no se sentía pegajoso y estaba fresco.

Al fin se nos hizo la hora de almorzar y nos metimos en una posada bastante colorida e íntima.

—Bienvenidos, mi nombre es Austin, seré su camarero el día de hoy —nos interceptó un chico de unos veintitantos con un acento bastante marcado.

—Gracias, somos Vanessa y Carlos. ¿Cuál es el especial de la casa?

—Hoy estamos sirviendo un Locro de papa, que está muy bueno —respondió el chico preparando su libreta para anotar.

—Perfecto, comida para dos —ordenó Carlos.

—¿Mae, para beber? —indagó el muchacho.

—Sorpréndenos —propuse con una sonrisa—. Ese "Mae" es de...

—Costa Rica, soy de allá, estoy de vacaciones por aquí —me explicó el chico con amabilidad.

—Me han dicho que es un lugar hermoso y mágico —comentó Carlos.

—Sí, es un lugar maravilloso. Si llegan a ir me dicen de pronto estoy por allá y les doy un recorrido —sugirió Austin.

—Seguro, dame tu número y estamos en contacto —dijo mi amigo.

Después de un par de intercambio de palabras más, el muchacho se retiró a seguir trabajando.

La comida estuvo fenomenal y la bebida aún más, pero nosotros debíamos seguir y eso hicimos.

Seguimos caminando, explorando y tomando fotos. Comiendo algunos dulces típicos de la región y hasta nos detuvimos en un parque para bebernos, algo que se llamaba Canelazo.

Los pies me dolían, pero de seguro las personas que contrataron a mi amigo querían satisfechos por su trabajo.

Al caer la noche llegamos al lugar donde Luciano estaba trabajando; era raro verlo tan serio, sentado como el jurado invitado.

—No me dijeron que se presentaría en Master Chef —le susurre a Carlos que observaba a su hombre orgulloso.

—Es que Luciano no salía de su asombro, tal vez por eso se le pasó decírtelo.

—Pero que genial está todo, los olores aquí me van a matar.

Al parecer en esta parte tocaba un reto con mariscos y la verdad, estaba que saltaba el cordón de seguridad y devoraba todo lo que los participantes cocinaban.

—Vas a engordar —le aseguré a Carlos sonriendo.

—¡Sip! Estoy perdido.

Las rondas terminaron y nos invitaron al After donde gustosamente fuimos. Claro, primero subimos a nuestra habitación a refrescarnos un poco. Luciano nos contaba emocionado su participación en el concurso y no paraba de dar pequeños saltos por todos lados, mientras terminábamos de vestirnos.

Entramos al gran salón, del hotel donde nos hospedamos, allí era donde se llevaría a cabo la celebración, las luces eran tenues y la música sonaba a un volumen adecuado, todo en sí, era muy agradable, íntimo y lujoso.

Estábamos dirigiéndonos a una mesa cuando fuimos interceptados por una mujer de piel canela, cabello castaño oscuro y ojos chocolates, era de contextura fuerte y más baja que yo, pero eso no le restaba a su belleza innata.

—Señor Vitale, lo estábamos esperando —dijo la hermosa mujer—. Mi nombre es Diana Zuluaga, soy la organizadora del evento, hablamos por teléfono.

—Diana un gustazo, al fin le pongo cara al nombre, ya sabía yo que detrás de ese nombre existía una mujer hermosa —comenzó Luciano a coquetear.

—Disculpa que a esta hora es que te vengo a recibir, pero he estado todo el día en un corre, corre —nos explicó con su bello acento colombiano.

—No te preocupes, este es el momento ideal —manifesté y sin querer salió de forma pícara.

—Los llevaré hasta su mesa —comentó ella amablemente pasando la vista por el cuerpo de cada uno de nosotros.

Nos condujo por la estancia y se detuvo en una mesa que gracias a Dios estaba cerca de la barra de bebidas.

—Que disfruten la velada, nos vemos más tarde. —Nos guiñó un ojo y se fue sorteando las mesas para recibir a otro invitado.

Luciano y yo nos sentamos, mientras Carlos fue por las bebidas.

—¡Qué guapa está Diana! —exclamó Luciano.

—Sí, es muy linda y ese acento es muy sexy —convine sonriendo.

—¿Sabes qué? —comentó Carlos llegando a la mesa con las bebidas—. Me gustaría verte como dominante.

—¿Contigo? —insinué alzando una ceja.

—No muñeca, a otra persona —aclaró mi chico bajando la vista.

—Podemos buscar a alguien de aquí —sugirió Luciano, su voz adoptó un tono juguetón.

—Vamos a ver cómo se desarrolla la noche.

Comimos y bebimos, disfrutamos el evento, pero la mayor parte de la fiesta solo contemplábamos a las personas y las evaluamos solo para ver quién podía ser nuestra víctima.

—No veo a nadie que realmente me guste —se quejó Carlos tomando el último trago de su copa.

—Yo creo que Diana sería perfecta —murmure aburrida de observar a las personas.

—¿Y por qué no me han propuesto nada? —expresó la dueña de nuestra conversación.

Los chicos se quedaron mudos, asombrados por lo atrevida de Diana.

—Estamos buscando una persona que le guste que la dominen y el sexo en partes iguales, que no se enrolle y que disfrute el momento. ¿Tienes lo que buscamos? —cuestioné cerca de su oído, ella se mordió el labio inferior de manera sensual.

—¿Nos vamos? —indagó la sexy colombiana.

Observé a la dama con cierta admiración, me acerqué a ella y le di la llave de mi habitación. Si algo nos caracterizaba, era lo discretos que éramos y en esta ocasión no seríamos diferente.

Diana dejó el lugar con calma, contoneando sus caderas con elegancia.

Nosotros esperamos un poco más y nos retiramos.

Subimos al ascensor con el deseo a flor de piel. Ninguno habló, tampoco hacía falta, nos conocíamos a la perfección, sabíamos cómo actuar y que roles íbamos a desempeñar.

Nos detuvimos frente a nuestra puerta y una sonrisa cómplice fue el único gesto que salió de nuestros labios. Carlos deslizó su llave y cruzamos el umbral.

Una solícita Diana nos esperaba sobre el sofá únicamente llevando su ropa interior. Debía admitir que si antes pareció una mujer atractiva; ahora estaba segura de que era una diosa en forma de mujer.

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