Su sudor comenzó a caer sobre mi espalda, con una mano Mohammed me tomó por el cabello y con la otra me sujetó la cintura para llegar más dentro de mí.
—Eres toda una mujer de sangre caliente —susurró el príncipe en mi oído
Se bajó de la cama y se cambió el preservativo, mientras yo sacaba el consolador de mi sexo, al subirse de nuevo en la cama fui yo quien tomó el control del asunto a horcajadas comencé el camino a la gloria.
Pero esta vez no se lo tomó tan tranquilo el árabe, rodó y me dejó bajo su cuerpo.
—Ya te dije, es mi turno.
Me colocó en mi espalda en forma de cucharita y en esa posición tomó mi cuerpo de forma salvaje, me agarró la pierna y la levantó un poco.
Sus acometidas fueron en aumento, en mi cuerpo se comenzó a formar ese delicioso nudo que anteriormente había quedado en pausa.
—Mohammed, por favor —rogué.
Él atendiendo mis necesidades, en un rápido movimiento quedó entre mis piernas, luego las tomó, las levantó y las abrazo, con cada oscilación de sus caderas más me acercaba al abismo, estaba lista para saltar a las aguas del placer y mi cuerpo también lo estuvo, me aferré a las sábanas y dejé que el orgasmo arrasara con mi cuerpo.
El príncipe siguió arremetiendo contra mí, hasta que con un gemido logró su propio placer.
Cayó a un lado de la cama con la respiración entre cortada.
Pensé que los preservativos que tomó habían sido parte de una broma, pero no. Luego de esa repetimos un par de veces y solo entonces entendí que debió tomarse una pastilla azul o los árabes tienen un poder especial del que no sabía nada.
Lo que era lógico, pues ellos se casaban con varias mujeres. Cuando de verdad, ninguno pudo más, supe que la noche había llegado a su fin.
—Todo estuvo genial, espero que su experiencia haya sido satisfactoria —dije entre risas, me levanté y me dirigí al baño y me metí en la ducha.
Estaba agotada y siendo honesta, no quería ponerme el catsuit, salí con una toalla alrededor del cuerpo, dispuesta a irme a mi casa en pelotas.
Sin embargo, en la cama había un hermoso vestido de color negro junto a unos tacones preciosos.
—Eso es para usted. —El príncipe entró al cuarto con una bata de seda—. También el traje y la maleta.
—No era necesario, pero gracias.
Seamos sinceros, ¿quién en su sano juicio se negaría a esos regalos? Ojo, no lo decía por el valor monetario, sino por los recuerdos detrás de ellos.
Hubo una época en mi vida que había soñado con casarme con un príncipe. Sin embargo, ahora me sentía orgullosa de haberme follado a uno.
Me vestí en silencio.
—Gracias por todo.
—Afuera mi chofer la llevará a donde usted desee.
Acorté la distancia entre nosotros y lo besé con pasión.
—Adiós.
Él tomó mis cosas y las llevó a la puerta donde un hombre las recibió y me guió por el pasillo hasta el vehículo por el que había llegado.
Me llevó directo a mi casa, en el camino le escribí a Beth.
"Ya de camino a casa, en una sola pieza y con muchas historias para contar"
"Mañana te invito a comer y me lo cuentas todo" Respondió después de un par de minutos.
"Llevas a Vera"
El auto me dejó frente a mi casa, el chofer bajó mi maleta y se marchó.
Entré a la casa sintiéndome cansada y feliz, rodé la maleta hasta la escalera, pero me detuve en seco al ver que mis padres venían bajando la escalera.
—¿Qué son estas horas de llegar Vanessa? —me reprendió mi padre.
—Miren, quienes decidieron aparecer —manifesté retomando la marcha.
—Vanessa, espera un momento —habló mi madre haciéndose la ofendida.
—Madre, padre. Yo estoy muy cansada. Si quieren o si todavía están aquí, hablamos mañana.
Subí lo más rápido que los tacones y la maleta me dejaron, me quité la ropa, la guardé y me tiré desnuda en la cama.
Mañana sería un largo día.
-
-
Tenía más de una hora dando vueltas en mi cama, posponiendo lo inevitable.
Sin embargo, al mal tiempo darle prisa.
Salté de la cama y me di un largo baño. Al salir me fui directamente a mi armario para elegir mi atuendo.
Cómo había quedado en verme con Beth y Vera, decidí ponerme un jean ajustado que tenía algunos agujeros en las rodillas y otras sobre los muslos, lo acompañé con un croptop oscuro y unas maravillosas converse.
Dejé que mi cabello se secara al aire libre y me apliqué una ligera capa de maquillaje. Supongo que lo más elaborado fue mi delineado de gato.
Tomé mis cosas y bajé las escaleras hasta la cocina, donde estaban mis atentos y cariñosos padres esperando por mí.
Pasé de ellos y comencé a preparar mi desayuno.
—Buenos días, Vanessa —dijo mi padre que se levantó y me dio un beso en la frente.
—Buenos días. —No deseaba sonar molesta o a la defensiva, pero así salió mi tono de voz y no me iba a disculpar por eso.
Claramente, la tensión era palpable, así que decidí que mejor desayunaba algo ligero y luego resolvía con las chicas.
Tomé un tazón, le agregué un poco de leche, luego cereal, algo de fresas y por supuesto un toque de azúcar.
Si fuéramos una familia normal, yo estaría temerosa por la reacción de mis padres y quizás saliera huyendo de la cocina, pero, primero no soy una cría y segundo, no somos una familia convencional.
—¿Vas a salir? —indagó mi madre.
—Sí. —Me llevé una cucharada de mi desayuno a la boca y comencé a masticar lentamente.
—Vane, hija, acabamos de llegar —refunfuñó mi padre.
—Lo sé, pero igual debo continuar con mis compromisos.
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Revelaciones Íntimas
Chick-LitVanessa es una joven estudiante del internado católico más prestigioso del país. Sus ausentes padres la enviaron a ese instituto con el deseo de mantener alejada a su hermosa hija de los pecados del mundo. Sin embargo, su hija, estaba lejos de ser l...