86- Soy una simple

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La dama al vernos se levantó decidida con paso firme y tomó a Luciano del cuello y estampó su boca en la de él.

Mi sex-amigo la tomó por la cintura y la apretó a él, sus manos fueron al trasero de la mujer y lo acarició con fuerza.

Yo me acerqué por la parte de atrás y besé su espalda, agarré su cabello con una mano y tiré suavemente separando su boca de la de mi amigo.

—No tan rápido, Diana. Hoy eres nuestra prisionera —susurré pasando la lengua por su cuello.

Sujeté su mano y la conduje al cuarto libre, la coloqué sobre la cama, le pedí a Carlos y a Luciano que me dieran sus correas, le até las manos a Diana a los postes de la cama, me quité la camisa y la puse sobre sus ojos.

Los chicos escalaron sobre la cama y terminaron de desnudar a Diana, yo aproveché el momento para buscar mi neceser del sex. Regresé con ellos a los pocos minutos, lo abrí y lo dejé sobre la cómoda que estaba al lado de la cama.

Cuando nuestra invitada estuvo lista y dispuesta para la acción. Sonreí comenzando su tortura.

La tomé del cabello de forma ruda y le hice señas a Carlos para qué se acercará, este se pasó una toalla húmeda por su erección, se arrodilló en la cama y metió su duro pene en la boca de Diana.

—Chupa —le ordené. Diana succionó con lujuria el pene de mi dotado amigo.

Luciano observaba la escena, mientras dejaba caer su pantalón al suelo. Me miró y acarició su virilidad.

Mi boca se cerró sobre el pezón de Diana, haciendo que la prisionera arqueara su espalda, pero ella no pudo más que emitir un quejido, pues su boca estaba llena.

Luciano se colocó un preservativo y se situó entre las piernas de la dama.

Me pasó una toalla húmeda y yo procedí a limpiar la entrada de Diana. Sonreí y pasé mi lengua por su vagina probando su sabor, el cuerpo de Diana se estremeció y sus manos se tensaron alrededor de los postes de la cama.

Luciano tomó mis caderas, las elevó a su gusto y me penetró tan salvaje como siempre.

—¡Ahhh! —suspiré de placer retomando mi trabajo en el sexo de mi prisionera.

Las embestidas de mi sex amigo eran lentas y profundas, poco a poco me envolvían en ese frenesí del momento.

Siendo tan curiosa como siempre, alcé mi vista y observé a Carlos disfrutar de la boca de una hambrienta mujer. Tomó su cabeza y se hundió más entre sus labios.

Luciano me arremetía sin piedad contra mi ser y yo bien que estaba agradecida. Pensé que no podía sentirme mejor, hasta que mi loco amigo llevó uno de sus dedos a mi trasero y lo deslizó dentro de este arrancándome un gemido de auténtico placer.

Todos estábamos frenéticos disfrutando del cuerpo del otro, pero sabía que Diana necesitaba más que un par de mis dedos y una boca llena.

Le di unas palmadas en la pierna a Luciano y este se salió de mi interior, se cambió el preservativo, y se colocó debajo de Diana con la cabeza en dirección opuesta.

Yo coloqué lubricante en el ano de Diana y guié el pene de mi sex amigo a su interior. Carlos se bajó de la cama, se puso un preservativo, se acomodó entre las piernas de Diana, quedando a horcajadas sobre Luciano y se introdujo en su húmeda vagina.

El trasero de Carlos quedaba expuesto y listo para ser usado, así que me puse mi arnés, lo preparé, le pasé un consolador a Luciano y me subí sobre él para poder embestir a mi compañero de ojos claros.

Le di besos en la espalda para advertirle lo que pasaría, él solo me sonrió y levantó un poco más sus nalgas.

Lubriqué su zona trasera y muy despacio entré en él. Esta era la primera vez que tomaba el cuerpo de Carlos y eso no solo me excitaba, sino que me llenaba de mucho morbo.

Alcé un poco mi cadera, esperando la intrusión de Luciano, no necesitaba más, estaba lista para ser penetrada con fuerza.

—Si ustedes pudieran ver, lo que yo veo. —Luciano habló entre jadeos.

—Luego me cuentas —le pedí yo.

—Luego te lo muestro —prometió Luciano dándome una fuerte nalgada.

Entre respiraciones agitadas, jadeos y gemidos.

Lo que estábamos consumando llegó a su máximo apogeo.

—Luciano, más —exigí clavando las uñas en las nalgas de Carlos.

—¡Sííí! —Escuché correrse a Diana.

Carlos aumentó sus embestidas y soltó un gruñido muy varonil.

Luciano se salió de forma brusca del cuerpo de Diana, se cambió el preservativo en tiempo récord y sin mediar palabras me separó del cuerpo de Carlos, que acostó en la cama boca arriba y se introdujo en mí.

Besó mi boca, mientras me embestía salvajemente, mi cuerpo comenzó a tensarse.

Carlos se acercó y comenzó a lamer mis pechos, ayudándome a alcanzar el tan preciado orgasmo.

Grité dejándome ir por ese tobogán de sensaciones, a los pocos segundos sentí a Luciano correrse, dentro de mí sentía su miembro palpitar, llenando el preservativo con sus fluidos.

Carlos desató a Diana, quién ya tenía las muñecas rojas, estaba sudada y con los cabellos pegados en la cara, no decía nada, tampoco se movía.

—¿La matamos? —preguntó Luciano invocando mi risa.

—No, solo quedó fuera de combate —comentó Carlos sonriendo.

—¡Eso es nuevo! —exclamé incorporándome de la cama y comencé a recoger todo.

Los chicos me ayudaron a limpiar a Diana, que aún dormida se veía sexy.

—Me gustó hacerlo con Diana —mencionó Carlos, metiéndose en la cama.

—Espero que mañana se repita —le dije—. Ahora vamos a dormir.

Dormí en medio de mis dos chicos, entre sus fuertes brazos, pero a la hora me levanté asfixiada, pues parecían imanes y lo único que estorbaba era yo.

Me levanté y salí a tomar agua, me llevé un susto al ver a Diana despierta y vestida.

—¿Ya te vas? —pregunté lo evidente.

—Sí, mañana debo trabajar.

—Fue un gusto compartir contigo.

—Gracias, eso fue genial.

—Lo fue. —Me acerqué y la besé con lujuria.

Ella respondió el beso y luego de ello se fue.

Volví al cuarto donde me percaté de que ya no tenía mi lugar en el centro, así que me acosté al lado de Carlos y lo abracé, este, subconscientemente, me rodeó con su brazo.

—Te amo, Vanessa —susurro.

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