24.

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Después de mis vacaciones no tuve tiempo de nada, había que nombrar demasiados cargos, la buena noticia es que tenía conmigo a Kamala y ella me ayudaba cada vez que se complicaba un poco el panorama con respecto a elegir a los que tenían más experiencia, logramos formar un equipo bastante diverso, todas las edades, muchos afromericanos incluidos, me sentí más que orgulloso cuando vi la lista final.

Cada vez que entraba a una reunión y no veía a Lali sentada ahí se me rompía un poco el corazón, pero por otro lado estaba feliz de que haya usado sus enormes alas para volar y tomar este desafío, el chino me informaba sobre todo lo que estaba haciendo, también se había puesto a trabajar duro para estar a la altura y no dudaba de ella en un solo segundo. Cuando anunciamos los primeros cargos, obviamente recibimos las primeras críticas de los analistas que esperaban otras cosas pero a mi no me interesaba del todo la opinión de ellos, yo conocía perfectamente a estas personas. El nombre que más estaba en la boca de todos era Lali, por el nivel del cargo y su experiencia política, tal y como hicieron conmigo muchos se ocuparon de subestimarla, no tenían idea en lo que se estaban metiendo, pensé entre risas, el único medio que escribió una extensa columna sobre ella y sus virtudes fue el new york times, por razones obvias.

—¿Esto lo vas a poner? —preguntó mamá, en la televisión había una cuenta regresiva con mi cara, oficialmente había llegado el día en el que me iba a convertir en el presidente de esta nación.

—No, solo voy a llevar una maleta, porque toda mi ropa de presidente la tiene Maru, enviaron hoy las maletas y están allá. Mi traje de mañana también esta listo —sonreí y me acerqué para darle un abrazo— no quiero que te la pases todo el día mirando televisión, menos estos canales que hablan estupideces todo el día, ni que pienses que estoy en peligro, tengo seis camionetas conmigo y cuando llegue allá será doce, no quiero todo esto afecte tu salud

—Prometo esforzarme —me acarició— ¿En que momento dejaste de ser mi bebé pequeñito karateca y te convertiste en mi bebe presidente? —preguntó con una sonrisa y los ojos brillando— más allá de la enorme preocupación que me genera todo esto, quiero que sepas que estoy explotando de orgullo, por todo lo que hiciste en esta carrera y que te mereces cosas muy buenas en la vida, sé que es imposible que todo sea perfecto pero también sé que eres capaz de hacer un gran trabajo para todos nosotros, no te encierres con tus ideas, recuerda que tienes un equipo de personas muy capaces en quién confiar, no te pongas en modo competencia, siempre cabeza fría, recuerda que eres el presidente de todo el país, no solamente de los que te votamos —asentí con una sonrisa y la abracé.

—¿Ya te vas? —entró papá— dame un abrazo —me puse de pie y lo hice— Todo estará bien hijo, harás un gran trabajo. Estoy orgulloso de tí, vas a ser lo mas importante en la historia de esta familia —agregó con el pecho inflado, yo le di un abrazo nuevamente, mamá cerró la maleta.

—¿Queda lugar para los abrazos? —entró Delfi y me abrazó también— te amo, te amo mucho, cuidate mucho por favor. Eres lo mas preciado que tenemos en esta familia —agregó con una sonrisa— No pierdas tu esencia y obedece a todos los chicos de seguridad, dale? —Eugenia estaba en la entrada de la habitación mirándonos con una sonrisa. Entró y nos dimos un abrazo grupal final.

—Señor Presidente —dijo el Chino— ya es momento, tenemos que salir —agregó mirando el reloj.

—Voy —dije con una sonrisa— estaba muy emocionado. Gracias por todo, gracias por apoyarme, cuidense también, sigan lo que la seguridad va a decir, no vean tanta televisión y no crean todas las cosas que dirán hasta que se comuniquen conmigo o con el Chino, yo voy a estar bien y nos veremos seguido. Mañana los veo en el cambio de mando —mamá no dejaba de llorar y acariciarme

—mamá no se va a morir y tampoco se va a irr muy lejos, puedes visitarlo cuando quieras, eres su mamá —dijo Eugenia con una sonrisa

—¡Eugenia estoy llorando porque mi bebé creció demasiado! Déjame sentir por favor —se quejó mamá mientras me abrazaba, en ese momento escuché unos tacos desde el pasillo— ¡Lalita!

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