01. Las Islas del Gran Árbol.

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De pequeño te dicen que en los cuentos de hadas todo puede pasar, que cada página es una aventura y cada personaje un héroe digno de admirar, pero Chenle nunca tuvo a alguien que le leyera esos cuentos. Gracias a la vida, él sabe que en un cuento no hay buenos ni malos, caballeros de brillante armadura o princesas en apuros. Solo hay personas, unas más dispuestas que otras a hacer algo por un cambio; escribir una nueva historia y poder escoger ser el héroe o el villano. Pero para eso hace falta valentía y eso es algo que él no tenía.

Chenle se encontraba de camino junto a su hermana hacia el palacio de los fundadores, el Gran Árbol. Los directores habían convocado una reunión a última hora y por ello interrumpieron el resto de la jornada escolar. Últimamente las clases han sido como una tortura, se habían sentido como si le estuvieran golpeando una y otra vez y todo porque no pudo cambiar horarios de clases, terminando por estar con alguien al cual no quería ni ver. Y ahora, lo que menos quería en su último año era tener que visitar a menudo el Gran Árbol. Parece que no se va a poder.

Aunque todos los estudiantes parecían ansiosos por la reunión, en realidad ya sabían qué lo que van a decir los directores, pero ellos insistían en que deben estar todos los jóvenes estudiantes presentes a escuchar. Chenle creyó que moriría antes de siquiera presenciar un juego por la corona. Al menos la suerte le sonreía, él no era el primogénito de su reino y no estaría obligado del todo a participar en este concurso que tanto odiaba desde que lo escucho en los primeros años de escuela. La culpa lo invadió casi de inmediato, se sintió mal por el alivio de saber que no sería el candidato directo, dejándole así, todo a su hermano. Chenle no era primogénito, eso significa que su hermano sería el elegido por voto popular, elección del reino, y siendo honesto, tampoco quería eso. Pero claro, se le olvidaba algo, cumplió los dieciocho el año pasado y eso lo obligaba a ser partícipe.

El juego por la dichosa corona. La misma historia se repetía siglo tras siglo, y ¿para qué? Su reino solo era humillado una y otra vez por todos. No ha ganado ni un Rey Líder proveniente del Reino del Norte, poseedor de la magia de las aguas, y tal vez jamás haya un Rey Líder del Norte. ¿Qué estaba mal con ellos? ¿Por qué parece que desde hace tiempo todo está en contra de su familia? Si es que así puede llamar a todo su árbol genealógico a excepción de sus hermanos.

—Quita esa cara, parece como si este fuera el peor día de tu vida. —susurró Ningning con un tono escalofriante el cual le hizo a Chenle saber que estaba pensando muy alto.

Chenle miró a su hermana por un breve instante antes de mostrarle una sonrisa.

Ningning puso los ojos en blanco.

—Deja de fingir que todo está bien.

—No es del todo mi intención. Es agotador estar aquí. Pensé que sería un inicio de año más tranquilo. —respondió Chenle con la vista al frente, evitando cualquier tipo de contacto visual con alguna otra persona.

Ningning solo lo ignoró al no saber qué responder, cosa que Chenle destetaba.

—No creí que viviría para esto. Una disputa por la corona cuando todos pueden reinar en su reino y procurar mantener la paz con las tierras vecinas. ¿No es algo rebuscado? —continuó Chenle—. Vamos, di algo, necesito una distracción.

—Es una tradición, mejor dicho, una ley, es más que una simple regla. Por desgracia no tenemos voto ni voz en esto. En el tratado de la unión entre naciones se especifica que debemos tener un Rey Líder además de los reyes de sus respectivas tierras. Es algo rebuscado, sí, eso no lo niega nadie. Pero, las leyes no pueden cambiar de la noche a la mañana.

—Ya lo sé. Solo que, siguen siendo reglas antiguas que ahora carecen de sentido. Sí el Rey Líder del Oeste no hubiera pasado a mejor vida nada de esto tendría que suceder. —dijo Chenle algo molesto, pero no con su hermana.

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