23. Una mala verdad.

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Los hermanos Zhong esperaron a que subieran las maletas al auto para luego partir al muelle donde los caballos tan cristalinos como el agua los estarían esperando para atravesar el mar por medio de una ola con una rapidez jamás vista.

Chenle no sabía cómo sentirse. No recuerda cómo fue su despedida con Jisung, solo un extraño sentimiento cuando ya no sintió sus brazos y no había nada a qué aferrarse. Se encontraba apoyado en la ventanilla, viendo al blanco palacio, algunas personas junto con sus majestades estaban afuera despidiéndose, les dieron el pésame, pero él no creía que hubiera perdido algo.

Una falsa tristeza inundó los corazones de los príncipes, no era el hecho de haber perdido a un familiar, si no que, era el hecho de que perdieron a un hombre que jamás llegó a ser su padre, nunca pudieron o podrán llamarlo de ese modo. Su infancia un tanto agridulce se proyectaba delante de sus ojos, los únicos buenos momentos eran cuando estaban los tres juntos, los malos momentos eran cuando estaban con quienes les dieron la vida.

El auto arrancó, el único sonido era el del motor, la noche los envolvió con su suave manto en una despedida que en realidad era un hasta pronto, no saben cuándo se verán de nuevo cara a cara, pero esperan, sea muy pronto. Lo último que vio Chenle fue a Jisung, moviendo su mano de un lado a otro lentamente, sus ojos parecían llamarlo y los del mayor estaban pidiendo por quedarse, pero sabía que no podía.

Ningning observó a Giselle escondida detrás de los príncipes Park, aunque seguro estaba intentando lucir inexpresiva, la menor podía notar como un sentimiento la invadía, la impotencia de no saber qué decir o cómo actuar en un suceso como este. Sus otros amigos, Minjeong, Karina y Haechan también estaban ahí, incluso sabiendo cómo era la relación con sus padres ellos pensaron que en el fondo se sentían realmente mal por perder a uno de ellos.

La noticia se expandió tan rápido como la corriente del río Nereles, Jaemin no salió de su habitación a despedir a sus amigos. Renjun supuso que al menos lo haría por Ningning y Chenle, pero no fue así, lo único que quería era ver su rostro.

—¿Me vas a contar la verdad? —preguntó Ningning mirando al mayor, su brazo estaba entrelazado con el de Chenle—. Ustedes llevan tiempo hablando sin mí, a mis espaldas.

Renjun ni siquiera se dignó a mirar a su hermana.

—Sé que habrá un momento donde me dirán lo que sucede, pero necesito saberlo ahora. No soporto este ambiente.

—No es el mejor lugar para hablar de ello. —respondió Renjun, señalando con su mirada la vista de enfrente, al chófer y un guardaespaldas en el asiento del copiloto.

—Increíble que con todo lo que hiciste no hayas cambiado en nada. Tú y Lee son iguales.

—Yizhuo, no es el lugar ni el momento para iniciar una discusión. —dijo Renjun. Primero tuvo que contarle todo a su hermano y Chenle en ningún momento le dirigió la palabra, no sabía si lo detestaba o estaba tan enfadado que le haría la ley del hielo.

El silencio se volvió incómodo, incluso el chófer puso la radio, que el guardaespaldas apagó por la música tan alegre que transmitían.

Ningning pensaba, mejor sobre dicho sobre pensaba, no estaba claro lo que quería lograr organizar en su cabeza, demasiadas cosas sucedieron en solo un par de días, sin contar las que aún no sabe y nadie le quiere decir.

La ciudad parecía tranquila, ajenos a lo que había pasado, después de todo no sería un rey recordado por el paso de los años, un gobernante irresponsable y desinteresado de su reino, nunca pareció estar presente a no ser por el cobro de impuestos a los ciudadanos.

El auto se estacionó a metros del faro de luz más cercano, más atrás de las camionetas salieron las pocas personas que siempre los acompañaban a todos lados, su personal de seguridad, llevaron enseguida las maletas a la parte trasera de los carruajes.

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