20. Anillos de promesa.

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En una gran cuenca de cristal sobre un pedestal se encontraba una figura de hielo, era un pegaso ocultando parte de su cuerpo con una de sus grandes alas, parecía estar inclinándose, pero era la única figura de hielo, así que no se podría saber a quién reverenciaba. De los pocos pétalos amarillos que flotaban por los aires y se esfumaban apenas alcanzaban la altura de las personas, un pétalo blanco era llevado por un viento extraño mientras que los demás solo descendían con delicadeza al suelo. Como en cámara lenta, ese pétalo blanco se paseaba de un lugar a otro, recorriendo todo el salón como si fuese una pelota que rebota por el aire.

Uno de los mayordomos encargados de la bebida sirvió varias copas de vino para que otros repartieran a los invitados, justo cuando el hombre sirvió la primera copa y la puso sobre la bandeja dorada, aquel pétalo cayó en picada. Al ser tan ligero no hizo alguna onda sobre el vino, estuvo unos segundos a flote hasta que se tornó rojo y hundió. Los invitados no tardaron en tomar la bebida, el ambiente comenzó a cambiar y el lugar se sintió pesado.

—¿Ocurre algo? —preguntó Ningning al notar que Jaemin estaba frunciendo las cejas.

Jaemin solo negó.

—El aura cambió. —murmuró el chico, sus ojos no podían verlo, no aún, pero podía presentir que algo estaba sucediendo.

Antes de que Ningning pudiera preguntar algo el Príncipe Jeno llegó hasta donde ellos se encontraban.

Ningning le dirigió una mala mirada y Giselle se percató de ello, por lo que le dio un ligero golpe en el hombro. Ningning puso los ojos en blanco y se fue, siendo seguida por la pelirroja. Giselle presentía que algo le estaba pasando a Ningning, pero no estaba segura de cómo preguntarle. Ellas se alejaron del centro del salón hasta que llegaron a un mesa bastante alejada de todos, como la mayoría de los asistentes se encontraban bailando y la música estaba más cerca de la pista de baile ese lugar se sintió tranquilo.

Giselle contempló a la princesa, Ningning es hermosa en todos los sentidos, aparte le sorprendía lo talentosa que era, el vestido que llevaba puesto fue hecho por ella misma, un lindo vestido blanco, varias capas en la falda, pero corte sirena, además su cabello bien peinado, recogido y adornado por pequeñas flores. Es hermosa.

Ningning se percató de la forma en la que Giselle la estaba mirando y eso la hizo sentirse algo nerviosa.

Giselle tuvo que desviar la mirada porque había sido atrapada.

—Me gusta tu vestido, es muy lindo. —dijo sin mirar a la princesa.

Eso conmovió a Ningning hasta el punto de sonreír de oreja a oreja.

—¡Gracias! Fueron largas horas de trabajo a mano, pero valieron la pena. —respondió, esperando a que Giselle volviera a ver a los ojos, pero la pelirroja prefirió jugar con el centro de mesa—. Igual me gusta tu vestido. Creo que te pueden confundir con una princesa.

Giselle se sonrojó.

—Me gusta como estás vestida hoy. —añadió Ningning con voz suave, pero luego negó con nerviosismo porque no planeó dejar salir eso de su boca—. No quiero decir que vistes mal, siempre te ves bien, pero hoy estás más bonita. —Desde que se conocen Giselle siempre ha vestido de negro, así que, verla vestido de blanco fue una agradable sorpresa para Ningning, ella lucía como un ángel, una ninfa o una auténtica princesa, el blanco iba muy bien con su tono de piel y su cabello rojizo. Quisiera decirle lo mucho que luce bonita, pero temía que llegará a ser un desastre como la última vez.

Ellas intercambiaron miradas algo tímidas. Prefiriendo quedarse sentadas y criticar la vestimenta de los estirados duques, condesas y concejales.

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