Ningning no podía respirar, la sangre brotaba por la mortal herida y sus órganos habían comenzando a colapsar, las hemorragias internas no permitieron que se mantuviera de pie. Fue su hermano mayor quien impidió que ella se lastimara aún más de lo que ya estaba al tratar de incorporarse. Renjun la abrazó, sosteniendo su débil y magullado cuerpo con la misma delicadeza como si una mariposa estuviera descansando en sus manos.
Renjun era incapaz de llorar, al ver el rostro de su hermana, la sangre saliendo de su boca, los moretones en sus mejillas y sus ojos, que los cubrió una capa de agua salada.
Ningning no podía permitirse que las lágrimas salieran con desenfreno. Ella no podía hablar, pero era capaz de hacerlo a través de la conexión que compartían entre los tres.
La princesa le pidió a su otro hermano que por favor se acercara y le diera su mano.
Nadie los atacó.
Los enemigos habían bajado sus armas, se quedaron inmóviles esperando la próxima orden por parte de la reina, pero la mujer solo seguía observando la escena en completo silencio y con las pupilas dilatadas. La ventisca que había creado se esfumó en el momento en el que ella sintió como si algo hubiese atravesado su corazón.
Seulgi sintió el peligro y por eso levantó el rostro, pero no a tiempo. Había recibido un fuerte golpe el cual le rompió el labio.
—¡Te odio! ¡Eres una maldita bruja! —pronunció Giselle y sostuvo a la reina del cabello, obligando a la mujer a verla directo a los ojos—. ¿¡Cómo te atrevas a matar a tu propia hija!?
La reina se quejó por el intenso dolor, pero sabía que nadie tendría piedad de su ser. Lo merecía, lo merecía, lo merecía. Había hecho lo que jamás quiso que pasara. Lo había hecho. Jamás había sido su intención porque ella no tuvo elección.
Ella dejó de emplear magia en el momento en que aquella espada atravesó su corazón. Se encontraba desprotegida. A merced de la furia y tristeza.
No estuvo al tanto de cuando perdió la conciencia y los golpes que le proporcionaba la pelirroja los sintió como pequeñas olas que tocan tus pies en la playa. No era capaz de describir la sensación, aparte del dolor no sabía lo otro que le estaba por consumir. Castigo, un castigo. No merecía la libertad que jamás tuvo. Todo estaba negro, incluso si abria los ojos, la sangre que resbala por su frente tapaba su visión, y el otro ojo recibió un gran golpe, que apenas fue consciente de su sentido de la vista.
Había quemaduras dentro de su ser, llagas, cortadas, describir no era algo que podía hacerlo tan simple. Desde hace mucho dejó de sentir lo que hace a los humanos una persona, emociones, los comparaba con las heridas físicas porque no tenía otra forma de darles un significado.
La maldición… No sabía si seguía ahí. Si la maldición la castiga, seguiría siendo un infierno sobre la tierra, pero si hace lo que mantiene la balanza y la armonía, entonces por fin podría descansar en paz.
Seulgi solo pudo ver algunas gotas de sangre esparcidas en el suelo antes de que un golpe en su estómago la dejara sin aire por un breve momento.
—¡Te mataré yo misma con mis propias manos! —Giselle no quería parar, sentía como si le hubieran quitado algo más en su vida, lo poco que tenía era lo único que le importaba, y había perdido parte de ello.
Las lágrimas salieron al mismo tiempo que sus puños seguían golpeando sin algún tipo de fuerza, solo era la tristeza interna saliendo a la luz.
—¡Maldita sea! ¿No ves lo que has hecho?
—Giselle, basta. —dijo Karina intentando sostener a la pelirroja, pero la chica estaba incontrolable.
Tzuyu estando cerca tuvo que ayudar a Karina y entre las dos la sujetaron, pero Giselle seguía oponiendo resistencia.

ESTÁS LEYENDO
The Crown
FanficCuatro reinos, una sola corona. Una maldición que cayó sobre el Príncipe Chenle y desató un mar de preguntas. Los sucesores al trono de cada nación se van a unir en una búsqueda de respuestas. Pero para cambiar la historia, primero deben conocer el...