06. ¿Te quiero o te amo?

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De la noche a la mañana los cuatro reinos pasaron de odiar al príncipe Zhong Chenle a amarlo y adorarlo, elemental o criatura mágica mística, todos parecían quererlo tanto que lo volvieron su favorito. Era increíble como todo puede cambiar gracias a un acto de valentía que no pensabas serías capaz de realizar. ¿Quién en su sano juicio se enfrentaría a un dragón sabiendo que sus habilidades con la magia no son tan fuertes como para hacerle frente a esa gran bestia?

Por suerte no hubo tanto daño en el Reino de los Cielos, no hubo pérdidas en los habitantes y tampoco con los extranjeros, algunos resultaron heridos. Gracias a los mismos cielos nadie había perdido la vida. Los reyes pidieron disculpas públicas y prometieron recompensar a los damnificados.

Con la ayuda del Reino del Oeste, los Reyes Lee no pudieron hacer nada contra el dragón, se sentían culpables por no poder dar la mano a sus viejos amigos por lo que optaron por ayudar a reconstruir, obviamente con un poco de magia. Se logró restaurar lo destruido por Zers en solo un día, imposible de creer, pero así fue. La infraestructura quedó como nueva, no parecía que el fuego celeste ardiente de una enorme bestia enojada hubiera quemado gran parte de la ciudad. Muchos dicen que las tragedias comunes unen a las personas.

Los Reyes Lee sugirieron varios cambios en el castillo más que todo para la seguridad terrestre puesto que los Reyes del Este se confiaban de más y solo se protegían contra las criaturas aladas, todo esto porque les resultó extraño que tantas cámaras en el palacio, en el reino y la ciudad, y solo una captó el momento exacto donde el príncipe del Norte salvó al reino de los cielos y a los príncipes del Sur.

Renjun se encontraba en el palacio del Norte. Estaba en el jardín, justo al frente del lago. Se preguntó en qué momento se había transportado del Este a su reino, no era posible tal cosa, él no era una de las doce personas que dominan tal hechizo de viaje en segundos. Empezó a caminar por el lugar, recordando viejos tiempos junto a sus hermanos. Recordaba muy bien como hacían barcos de papel y los dejaban navegar en el lago hasta que se hundían. También de como sus niñeras corrían de un lado a otro detrás de Ningning, sostenían sus zapatos y la regañaban por jugar en la orilla del lago, o como Chenle se quejaba cada que intentaba hacer un simple hechizo de burbujas que no le salía.

De pronto escuchó la voz de alguien. Una mujer. Enseguida dio unos cuantos pasos buscando de donde provenía tal melodía. La voz era conocida, demasiado, pero se oía tan diferente al mismo tiempo, suave, transmite sentimientos y está llena de vida.

Se vio a sí mismo al frente de un árbol, un cerezo, el tronco era muy ancho y las ramas bajas no dejaban ver con claridad el otro lado. Él rodeó aquel árbol y se encontró con la mujer. Ella estaba de espaldas, pero Renjun alcanzó a ver como esta sostenía un bebé en sus brazos. Quiso decir algo, llamarla por su nombre, quiso gritarle, poco le importaba si se desgarraba la garganta, pero quería gritarle que le diera al bebé en sus brazos. La mujer pareció sentir la presencia de Renjun porque se dio la vuelta. Miró al pelinegro de pies a cabeza, una mirada que transmitía cariño y profunda tristeza.

Renjun vio al bebé en los brazos de la dama, una hermosa bebé que se notaba muy cómoda, incluso estaba sonriendo. Al hacer contacto visual con la mujer, Renjun despertó, pero no en la vida real. ¿Esto era real? ¿Qué es un sueño? Ahora estaba en el palacio, en el gran trono, rodeado de charcos de agua y nieve cayendo del techo abierto. No pudo ver nada debido a la ventisca que surgió de la nada, tratando de protegerse del fuerte viento, cerrando los ojos para que no se congelarán, pero apenas la escena cambió y volvió a abrir los ojos él estaba tendido en el suelo con un dolor punzante en su abdomen, mirando unos oscuros ojos azules cristalizados que eran opacados por cabellos tan rojos como la sangre. Su corazón volvió a latir con fuerza y desvió la mirada. Ahí de nuevo, estaba la mujer del primer sueño, pero esta vez no había un bebé en sus brazos.

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