29. Gatos de Gimbler.

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Jaemin se encontraba recorriendo el palacio, admirando cada rincón y las decoraciones algo peculiares, desde lámparas con forma de criaturas mágicas o flores, hasta velas en los pisos de los corredores siendo la única iluminación del lugar, sin duda demasiadas plantas, lugares muy brillantes por lo mismo y luego pasillos muy oscuros. Decir que era diferente a lo que estaba acostumbrado a ver era muy poco, resultaba ser raro y hermoso al mismo tiempo. Raro por como todo parecía tener una razón para estar ahí y ser de la forma que era, las velas en los pisos venían de una historia antigua donde unos viajeros se perdieron en el bosque y los guardianes de estos los ayudaron a salir de esas tierras poniendo velas hasta llevarlos a las afueras como si fuese un camino.

Las ramitas, que siempre estaban en varios de los techos o adornando los pilares en forma de espiral, no lo molestaban como lo hicieron el día de ayer cuando apenas llegaba, pero ahora parecían ser muy serviciales y un poco melosas. Desde que despertó y salió de la alcoba las ramitas estuvieron regalándole flores al príncipe, indicándole por dónde debía ir y hasta llevando cosas por él, era extraño, pero le gustaba.

Jaemin se sentía algo aburrido, no sabía para dónde había ido su hermana o mejor amiga, o sus amigos. Las campañas fueron por la mañana y apenas pasó el mediodía todos desaparecieron. No tenía nada mejor qué hacer que recorrer un poco el lugar porque jugar solo videojuegos era aburrido, prefería perder contra Ningning o discutir con Chenle por hacer trampa que estar sin rumbo en el tiempo libre. Había tomado muchas fotografías el día de ayer y hoy quería descansar un poco de eso.

Llegó a un pasillo cerrado, no había puertas o decoraciones en las paredes, tampoco lámparas o velas, pero lo que sí había era un gato, un gato blanco en un lugar oscuro y muy cerrado definitivamente seguiría de largo. Pero en la pared del fondo se observó un destello. Desde lo más bajo en el suelo empezó a aparecer una línea dorada que continuó hasta unos dos metros hacia arriba y bajó de nuevo trazando la figura de una puerta, puerta por la cual el gato ingresó.

Jaemin era curioso, pero no le gustaba para nada el peligro, pero si aquel gato entró y no le pasó nada eso significaba que todo estaría bien. Echó un vistazo por si alguien estaba por ahí antes de dar un paso y adentrarse en ese oscuro pasillo. Observó la puerta dorada que estaba entreabierta, alzando la mano y tomando la perilla, con suma curiosidad y algo de nerviosismo empujó aquel objeto de madera. En su mente no cabía el sentimiento de "no creo lo que estoy viendo" porque antes había visto puertas aparecer y cambiar de puesto en el Gran Árbol, pero esas llevaban a habitaciones, no a un bosque encantado.

A simple vista todo parecía ser normal pero apenas cruzó la puerta todo el panorama cambió, los árboles, las flores, los arbustos, todo era como un sueño, jamás había visto algo parecido a eso. Había árboles con lianas cubiertas de lámparas de noche, o arbustos con forma de animales, también flores mezcladas con lo que parecían ser muebles normales de casa y ramas con formas de ventanas. El bosque era oscuro, pero había de toda clase de plantas e insectos luminosos que lo hacían brillar, los árboles eran tan altos y estaban cubiertos de musgos. Tanto era la belleza del bosque que se olvidó por completo del gato blanco que había visto. Al mirar un poco lejos vio un camino, escaleras de madera oscura y la bola de pelos sobre estas muy tranquilo moviendo con lentitud su cola.

Mientras caminaba podía respirar el aire más fresco que jamás habían tenido sus pulmones de inhalar. El canto de algunos pajaritos era una melodía diferente a lo usual, era dulce, como si estuvieran dándole un abrazo a tus oídos. No se sentía observado o en peligro, era tan tranquilo que incluso podía vagar ahí toda la mañana. Aunque prefería estar en su habitación o el castillo, la comodidad a la que estaba acostumbrado no podía evitar gustar de los bosques. Al llegar a las escaleras el gato se había ido, pero había todo un camino. Jaemin era curioso, tanto que ni él mismo lo admitía. No sabía a dónde llevaba aquel sendero, pero bajaba cada escalón con gran curiosidad, estaba entusiasmado por conocer más acerca de ese lugar.

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