25. Hechizos escritos.

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Jaemin llevaba unos cinco días en las islas de Alto Cirros. Sus padres siempre le llamaban a la misma hora cada día para preguntar cómo estaba. Era la primera vez que estaba tan lejos de ellos, visitando y conociendo nuevos lugares. No podía estar más feliz porque sabía que contaba con todo su apoyo. Su hermana también le mandaba mensajes de vez en cuando.

Se encontraba en una colina, rodeado de florecillas de todos los colores, el pasto verde tan destellante, mariposas amarillas y el cielo como le gustaba, lleno de cirrocúmulos, sus nubes favoritas. Le había dicho a su abuela que solo saldría a caminar por un rato, pero ella le insistió en que se llevara el celular, aunque las islas eran seguras nunca se sabía. Él caminó sobre las piedras blancas de un estrecho sendero, tal vez eran cuarzos, o no, Jaemin no sabía sobre rocas ni tampoco sabía a quién preguntarle. En realidad sí, pero no quería hablarle hasta que no ordenara sus pensamientos. Sacó su celular y miró la hora, era muy tarde para estar afuera, pero el cielo seguía teñido de naranja y rosa. Al apagar la pantalla vio su reflejo, todavía tenía bolsas de ojeras.

No quería pensar en lo que le diría la reina al verlo de ese modo, lo reprendería por no descansar de manera correcta y saltarse algo tan presionado como lo son las horas de sueño. No es que así lo quisiera, solo que las pesadillas constantes no lo dejaban dormir, cada vez que cerraba los ojos parecía tener el mismo sueño, no veía nada más que tranquilidad y luego todo cayéndose a pedazos, luego él en el suelo, dos manos que se extendían para ayudarlo. Pensaba que tal vez eran caminos, el del bien y el mal, pero nunca llegaba a tomar la mano de nadie en sus sueños.

La pantalla de celular se activó de pronto, era una video llamada entrante de su mejor amiga. Presionó en responder y enseguida vio a la princesa.

—Responde rápido. —dijo Ningning—. ¿Cuándo fue el día en que Lee menor te invitó a almorzar? —preguntó mientras buscaba en su escritorio lo que parecía ser un papel en específico.

—¿Para esto me llamas? —cuestionó Jaemin, sentándose sobre el pasto y viendo al horizonte como el sol descendía.

—Solo responde. Necesito saber la fecha o más o menos en qué día de la semana fue.

—¿Martes? —dijo para sí mismo—. Creo que fue un miércoles, recuerdo que habíamos salido de la semana festiva en mi reino y teníamos un trabajo en grupo. Hmm no, espera, creo que fue lunes.

Las uñas de Ningning contra el teclado se escuchaban fuerte y claro. Estaba completamente inmersa en lo que sea que estaba buscando mientras que el castaño le veía con una ceja levantada sin entender que era lo que estaba pasando.

—Tengo que decirte algo. —dijo Jaemin.

—¿Mataste a alguien?

—Si lo hiciera no te pediría ayuda para ocultar el cadáver.

Ningning soltó una ligera risa.

Jaemin se puso de pie porque ya empezaba a ver varias estrellas en el cielo. Su abuela fue clara al decirle que regresara antes de que la luna se pusiera porque no le gustaba esperar a los demás para cenar.

—En la escuela insisten en que entre en las clases avanzadas antes de ingresar al programa de las FAES. —dijo Jaemin mientras caminaba.

—¿Y por qué no lo haces?

—Porque no hay nada ahí que ya no sepa.

—¿Por qué sigues en la escuela? —preguntó Ningning con el ceño levemente fruncido—. Eres un genio, no necesitas gastar tu tiempo en cosas que ya sabes.

—No me gustan los cambios tan drásticos.

Ningún exhaló un suspiro.

—Y a mi no me gustas tú, pero mira, eres mi amigo.

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