05. El dragón de Zers.

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La penúltima presentación estaba por acabar. La noche pronto se iría y la madrugada empezaría a traer al alba. La orquesta de renacuajos cantaba al compás de la batuta dirigida por una mujer vestida de pies a cabeza con hojas verdes y nenúfares a sus pies.

El toque cálido del viento a pesar de que la luna enfriaba el lugar, se producía tanta sensación de paz que no se tardaron en escuchar los bostezos de cierta princesa.

—Deberíamos ir a descansar. —dijo Chenle a Ningning quien estaba teniendo toda una batalla para que sus párpados no se cierren.

—No, falta solo una presentación. —La peligris se frotó los ojos con las yemas de sus dedos, gracias a esto se cayeron varias de las piedras pequeñas que Minjeong había puesto en sus mejillas.

—Ningning, no hagas eso. —Chenle sujetó las manos de su hermana—. Se te pondrán los ojos hinchados. Vayamos al palacio, los guardias pueden anunciar a los Reyes Na que ya nos vamos a dormir.

—Es de mala educación no quedarse hasta el final de un espectáculo. —Ningning se cruzó de brazos y seguido bostezó.

—¿Y? —Chenle se puso de pie—. Nos vamos, levántate.

—No.

Chenle soltó un bufido.

¿Dónde estaba Renjun para hacer que Ningning se pusiera de pie y no actuara como una niña de seis años? Inspeccionó el lugar, vio poca gente, parte de la realeza se había ido a descansar solo quedaban los Reyes del Este y la Reina del Sur al lado del Príncipe Jisung quien también estaba luchando contra el sueño.

Espera, sí. ¿Dónde está su hermano?

—¿Ha visto a Renjun?

—¿No estaba con Jaemin? —respondió Ningning con otra pregunta, al parecer el cansancio abandonó su cuerpo.

—¿Y dónde está Jaemin?

De pronto escucharon gritos los cuales provenían al otro lado del estadio. Las personas alzaron, su sorpresa fue mucha al ver humo a las afueras del estadio y los círculos protectores parpadeando.

De inmediato se oyeron las alarmas y el locutor del lugar pidió salir en orden. Los guardias de los diferentes reinos fueron enseguida a proteger a sus majestades, los reyes Na procuraron que su pueblo estuviera seguro antes de abandonar el sitio.

—¡Por favor, busca a mi hermano! —Ningning dio la orden a uno de sus guardias.

El hombre asintió en respuesta y los dejó al cuidado de los demás guardaespaldas antes de retirarse.

Chenle tomó la mano de su hermana y salieron siendo escoltados por algunos de sus guardias y otros del Este. Entre tanto gentío y confusión los hermanos solo se preguntaban en dónde estaría su hermano mayor. Rogaban para que este no estuviera lastimado o en algún lugar solo sin percatarse del peligro.

Del estadio salían corriendo miles de personas, guardar el orden en una situación que amenazaba con la tranquilidad, con sus vida, no era algo que se podía lograr.

Los gobernantes del Oeste se alejaron lo más posible de las enormes puertas del estadio con paso apresurado, junto a sus guardias y varios de su gente, quienes se mantenían cerca al igual que los del Sur de sus majestades.

Apenas Chenle estuvo a las afueras del estadio comprendió la situación. De la ciudad de A'era se esparcía un humo oscuro, varios rascacielos estaban en llamas, pero sin llegar a consumirse, era extraño. Los bomberos en el lugar estaban haciendo todo lo posible por apaciguar las llamas.

Las personas estaban asustadas, temían por su seguridad. Lo que pareció ser una semana tranquila de la noche de los mil arcoíris, la primera festividad que se compartía con habitantes de otros reinos terminó siendo una noche de terror. En las enormes pantallas del estadio se proyectaron las imágenes en vivo de un dragón enfurecido atacando cualquier punto que le pareciera molesto por las coloridas luces. En el estadio las luces estaban apagadas y solo se iluminaba una parte del escenario y los brillos que iluminaban el cielo se habían acabado, pero otros lugares no corrieron con la misma suerte.

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