03. El libro.

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Chenle se lavó las manos con desespero, secando sus dedos uno por uno con una toalla de papel tras otra. Se encontraba asustado, temblaba, quería quitar esas manchas blancas de sus dedos que apenas y se veía en la punta de estos, parecían como si quisieran alargarse más y convertir su cuerpo en hielo. Terror, esa era la palabra correcta. Estaba aterrorizado. Solo en películas animadas pasaba esto y no era una buena señal.

No esperaba la ayuda de sus amigos, ni de alguno de sus hermanos o la del mismo Príncipe Jisung, que apenas y se percató de lo sucedido. Debía manejar esto por su cuenta. Agradece que casi nadie usaba los baños del ala oeste de la Sede del Aire que ahora era sede de control y manipulación de la magia en general, pero los estudiantes del Reino de los Cielos estaban muy apegados a ese lugar, así como los demás a su respectivas sedes.

Sus dedos comenzaban a retomar su color pálido natural, de nuevo veía su piel y no un pedazo de hielo. Chenle levantó el rostro y se vio al espejo, estaba algo despeinado y un poco ruborizado por tantas emociones que tuvo en menos de un minuto. Lavó su cara con poca agua y suspiró diciéndose a sí mismo que todo estaría bien cuando nada lo estaba.

—¿Chenle, estás aquí? —Escuchó la voz de Jaemin.

La puerta del baño fue abierta de golpe dando a ver al joven príncipe.

—Gracias a los cielos estás bien. —dijo Jaemin apenas vio a su amigo—. Minnie, Ningning y yo te estuvimos buscando por todos lados. ¿Qué pasó?

—No lo sé. —respondió casi en un murmullo mirando su reflejo en el espejo.

—¿Te encuentras bien? ¿Te duele algo?¿Llamó a tus hermanos? Sí te sientes mal, podemos decirle a alguna de las enfermeras que te de algo para el dolor o puedes ausentarte por hoy.

Chenle no dijo ni una palabra y Jaemin empezó a preocuparse.

—¿Me escuchas? ¿Te has quedado sordo? Sabía que era grave, pero no tanto. —Jaemin quiso tocar a Chenle del hombro, pero el mayor retrocedió.

—Estoy bien, créeme estoy bien. Algo salió mal, eso fue todo. —respondió Chenle, su tono de voz empleado fue bastante grosero. Tantas preguntas lo habían agobiado, pero no justificaba una mala respuesta a Jaemin quien solo quería ayudar a un amigo.

—¿En serio? ¿No fue algo más? ¿Te molestaron los Lee? —cuestionó el menor con preocupación—. Supe que estas en varias clases con ellos. Yo podría hablar con Jeno. Fuimos amigos, ya no hablamos, pero creo que lo haría entender.

—¡Jaemin, estoy bien! —dijo Chenle casi gritando—. No debí intentar hacer magia cuando me prometí a mí mismo jamás. Desde que tengo memoria siempre que intento hacer un mínimo hechizo de agua, se congela, el tiempo se detiene. Ustedes intentan ayudar pero lo empeoran.

—Yo no tengo culpa de esto. ¿Por qué te enfadas conmigo?

—No estoy enfadado contigo. Estoy enfadado conmigo.

Chenle recogió los libros que había dejado en el lavabo y salió del baño tirando casi la puerta, ni siquiera notó que su hermana estaba afuera esperándolo por la ira que ahora recorría su ser.

¿Por qué se había enfadado? No debería, pero estaba enojado consigo mismo. Primera vez que lograba algo con su magia luego de tantos años, luego de aquella tarde en el bosque de los lamentos, y lo arruinaba de la forma más extraña posible, pero ¿por qué le parecía extraña? Gran parte de su reino, en especial Freeya era conocido por ser el lugar más frío de la tierra, poseían la magia de las aguas y cuando estas se encontraban sometidas a bajas temperaturas se congelaban.

Chenle se fue en camino a la oficina de la directora Im, no le iba a contar lo que había ocurrido hace unos minutos claro que no, solo le llevaría el trabajo adicional que le dio como castigo, trabajo extra que terminó en solo una noche y entregaría antes de la fecha acordada.

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