10. Mi Príncipe.

360 38 7
                                    

Las campañas comienzan el día de mañana, o sea martes. Miércoles saldrían a conocer la ciudad de Cyra. El jueves y viernes habría varias reuniones con la prensa. Posar frente a las cámaras, aparentar una imagen perfecta, una máscara blanca con ojos y bocas que se ocultaban tras la oscuridad resultaba agotador.

Si todas las leyes que los regían y las reglas que los ataban estaban cambiando drásticamente ¿por qué no deshacerse del juego por la corona de la misma manera? Esa pregunta pasaba por la mente de unos pocos, solo por la de uno de los fundadores y unos cuantos príncipes que solo desean poder vivir libremente. ¿Por qué no cambiar el mundo? Era algo que pueden hacer los que fundaron la paz, pero, ¿qué ocurre si la paz es también una máscara con la visión nublada? Dejar que alguien más te guíe por el oscuro bosque sin conocer sus intenciones puede salir caro.

La pérdida de la vida es pesada cuando has sentido que todo este tiempo no hay sentido para seguir viviendo.

Hay quienes piensan que el juego por la corona no era cuestión de política y realeza, se trataba más de un entretenimiento para toda la tierra. ¿Quién no pagaría por ver a estirados príncipes y princesas ensuciarse las manos? Lo cierto, era que apuestan más de lo que se debe, se juegan la vida por un ridículo trono. Al parecer muchos se hacían los ciegos y sordos ante esto, muy ambigua estas tradiciones como para seguir llevándolas a cabo en un mundo moderno.

—¿Podría dejar de seguirme? —preguntó Giselle a la princesa.

Era más una orden que una pregunta, pero ella no era nadie para exigirle algo a una noble.

—Dije que te ayudaría a encontrar a los príncipes. —Ningning se tomaba su papel de princesa tonta muy en serio—. Primero busquemos a Haechan.

—Le recuerdo que ya encontré al Príncipe Donghyuck.

—¿En serio?

Giselle no sabía qué más hacer para quitarse de encima a la princesa, su presencia le pone los pelos de punta, estuvo cuidando de cada uno de sus pasos para no tropezar sin querer porque no sabía qué le estaba sucediendo. Ningning la ponía nerviosa.

—Él está en su torre, y no requiero de ayuda para encontrar al Príncipe Jisung.

—Yo te encontré a ti muy rápido. Puedo serte de ayuda. —dijo Ningning por quinta vez—. Cuando salí de la junta con los organizadores del evento recordé que te vi cerrar una entrada secreta, entonces me dispuse a buscar interruptores. ¡Así fue como te encontré!

Subieron por unas escaleras en forma de espiral, el lugar era bastante estrecho, claustrofóbico.

—Aquí hay mucha humedad. Mi cabello odia la humedad. —comentó Ningning, luego vio la espalda de Giselle y pensó en algo más para decir.

La princesa escuchó a la chica emitir algo como un bufido en queja.

Ningning admiró ese pasadizo, los pequeños huecos entre los ladrillos era la única iluminación que tenían. Los príncipes no exageraron cuando al principio pensaron que el castillo del Sur era aterrador, pero sin dejar de tener su encanto.

Giselle no podía encontrar la pequeña palanca que daba paso a una salida del espiral, lo malo de los pasadizos es que debes recordar como entrar y salir.

Ningning al percatarse de esto echó un vistazo alrededor, la chica estaba buscando por el lado que no era, el interruptor estaba justo arriba de ella. Se hizo de puntillas evitando estar tan cerca de la pelirroja y jaló de la palanca.

—Eres más inteligente de lo que pensé. —dijo la pelirroja siendo bastante sincera—. De todos modos, le pido que deje de merodear por los pasillos y pasadizos como una entrometida.

The CrownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora