41. El plan de la Reina Seulgi.

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La Reina Seulgi siempre había jugado desde las sombras porque no quería repetir lo mismo que sus antepasados. Borró su apellido de la memoria de todo aquel que pudiera interferir en sus planes y los hizo creer que ella era una simple chica huérfana y que si moría nadie la iba a extrañar. Ella mató a cada uno que llegó a interferir en sus planes, incluso a su propio padre. Él fue un hombre lleno de espíritu, pero como todo aquel maldecido el momento en el que todo su mundo se fue abajo resultó inevitable. Las voces del pasado le gritaron al oído "huye y deja que ellas ardan en llamas". Pero él no lo hizo y por eso la maldición se transfirió de inmediato a su hija.

Esa misma noche sigue vívida en su memoria. Su padre la mataría a ella para que la maldición muriera de una vez, un sacrificio que un hombre que toda su vida deseo la felicidad estuvo dispuesto a aceptar con tal de salvar a todos. Desde que él supo que su hija sería la siguiente lloró todas las noches en los brazos de su amada diciendo una y otra vez: "¿Qué he hecho para merecer esto?".

Nada, ellos no hicieron nada y por eso el legado maldito perduró por tantos años.

Su plan ha llevado años, años de mover hilos, una pieza tras otra, un escalón y luego otro. Aunque hubo varias piedras en el camino por fin pudo llegar al final del sendero. Ella no quiere reinar por sobre todos, no quiere una guerra con cada nación, quiere el poder de cada nación, todo el que tengan para ofrecerle. Los fundadores no quisieron dárselo, incluso dañó la mente de cada uno a tal punto que ya no pudieron controlar su propia magia y los guardianes de los bosques se vieron amenazados por la toma de control repentina. La única forma de llegar al poder es convertirse en Reina Líder, pero por obvias razones, estúpidas razones y reglas, eso le correspondía a los príncipes.

La reina hizo de todo para que alguno de sus hijos ganara ese ridículo juego y le llevara el poder que tanto ha deseado. Pero una vez más el destino le jugó en contra. Ella podía ser un monstruo como todos creen, pero cumple sus promesas, aunque la furia le estuviera ardiendo en las venas ella había prometido no hacerle daño a ninguno de ellos. La maldición quiere el poder que se le otorgaba al Rey Líder para que los reinos vuelvan a ser lo que alguna vez fueron antes, un trono vacío que solo obedece al Norte.

Y aquí estamos ahora.

Ella levantó la cabeza al escuchar las puertas ser abiertas. Vio a los tres príncipes entrar en el salón del trono siendo escoltados por un grupo de soldados de la Reina del sur. De inmediato varios de los suyos salieron de entre las sombras y formaron un círculo alrededor de ella. Otros se pusieron lado a lado del gran corredor, portaban lanzas y se veían como personas las cuales sus pensamientos fueron arrebatos, rostros tan inexpresivos que parecían solo una máscara para ocultar que estaban en blanco. Siguió los movimientos de sus invitados, los pasos fuertes, pero inseguros de sus hijos. El fuerte agarre de los guardias en los escudos y la manera en la que empuñaron sus espadas. Pensó en que era algo exagerado porque no estaba al tanto del gran pánico que había causado. Seulgi odia a quienes se sacrifican por otros y esto lo dejó en claro con su mirada y lo opaco que se puso el color caramelo de sus ojos.

Los príncipes llegaron al frente del trono, quedando a unos cinco metros de distancia de la barrera hecha por los soldados de blanco.

Chenle vio a la reina esperando que ella pudiera comprender que si estaban allí era porque no quería que más personas resultaran heridas.

—Queremos entender, hablar y que nos escuches. —dijo Renjun—. Estamos aquí para eso, pero de todos modos deseas derramar sangre que no es la tuya. ¿No es así?

—¿Hay algo que digamos que te pueda hacer cambiar de opinión? —preguntó Chenle lo más calmado que pudo.

—Te has dejado cegar tanto por poder. —agregó Renjun—. Hay otra manera y si no paras esto a tiempo jamás la encontrarás.

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