C I N Q U A N T A C I N Q U E

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En una habitación alejada dentro del Monaci delle Terre Nere, cuatro jóvenes se encontraban alrededor de un pesado escritorio de madera mirando una computadora que posaba en medio. En la misma, una reunión se llevaba a cabo por video llamada en donde varios hombres sentaban de forma incómoda. Aquella reunión había sido planeada Justo para aquel día fiesta ya que no levantaría sospechas. Todos estaban atentos —aunque unos más que otros—.

Los cuatro lucían costosos trajes de diferentes colores: negro, gris Oxford, azul marino y café. Había sido todo planeado para aquella noche de fiesta en Sicilia y, poco tenían de haber llegado desde tan lejos. Todos eran bellísimos a su manera, pero la mezcla en sus sangres era lo verdadero exótico, todos italianos pero solo dos, con un poco de sangre extranjera en sus venas. Y todos ellos llevando una gran carga para alguien de su edad, aunque por fuera sean hermosos y exóticos, era cierto que también eran totalmente peligrosos.

Uno más que todos los demás.

Los ojos verdes del muchacho observaban como halcón aquella pantalla, aquel era inteligente y sabía que hacer si todos los planes no iban como debían. Había escuchado una y otra vez los planes y había asistido a las reuniones anteriores —menos a aquella que sólo estaba observando desde la distancia—. Pudo haber también asistido aquella si no fuera por que uno de los planes de respaldo había parado en aquel lugar sin razón alguna. Había estado furioso cuando supo a donde tenía que ir, más que nada, por no poder estar presente. Aunque en el fondo, también había estado lleno de celos y sospechas. Los informes que se le habían entregado sobre los movimientos de su objetivo eran extraños...

Aún así, tenía un objetivo.

Salir y actuar. Era lo único que pasaba por su mente mientras observaba cada detalle de aquella reunión. Escucho con atención lo que decían y, estudiaba aun con más precisión su lenguaje corporal a través de la pantalla. Las órdenes eran claras en su mundo, si fallaba, estaría pedido.

Desde muy pequeño había sido entrenado para estar alerta y no perderse ningún movimiento o sonido a su alrededor. Sabía leer los labios, las expresiones y, pequeños movimientos corporales. No se perdía ningún detalle —aunque ya se había perdido algunos por estar metido en un mundo de fantasía los últimos días—.

Uno de los muchachos suspiró.—Los viejos siempre hacen tan tardados estos asuntos, ¿por qué no solo firman y se van al demonio?

Otro más se unió a la conversación.—Esto es diferente, básicamente les están proponiendo empezar un negocio con el cual jamás habían estado de acuerdo. Alguno de ellos tienen reglas y mandamientos aburridos.

El tercero bufo.—Todos esos negocios están manchados de sangre, ¿qué les importa un poco más? Es como si rechazaran todo lo malo que ya habían hecho, son aburridos.

La mano del cuarto se levantó de forma abrupta pidiéndoles con esa señal que se callaran, cosa que hicieron enseguida.

Los ojos verdes del muchacho se centraron en los papeles en la mesa frente cada uno de los hombres en aquella Reunion. Observó con detenimiento al primero en firmar para acto seguido verlo levantándose y saliendo sin ningún tipo de vacilación o miedo. Lo sabían, a pesar de que había sido convocado, sabían que sin duda aquel iba a aceptarlo sin vacilación. Era por ello no estaba nada sorprendido con aquella decisión. Algunos eran tan ambiciosos por tener el mundo y el poder en sus manos, que no eran capaces de ver más allá de los ceros en una cantidad —se perdían de las letras pequeñísimas al final—.

Sonrió.

El segundo y el tercero fueron lo mismo. Ya casi sentía que el plan de respaldo no se llevaría a cabo, hasta que los documentos en el cuarto, no estaba siendo firmados.

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