—Ave María purísima.
—Sin pecado concebida.
Alessandro tomó una respiración.
El oír esa voz, estaba haciendo algo en él. Algo que no podía explicar —o que le daba miedo tratar de comprenderlo. Había veces en que sentía cosas cuando escuchaba las voces de las personas. Pero con esta, no sabía describir que era lo que más abundaba.
Era extraño.
—Cuéntame tus pecados—logró decir con un poco de dificultad.
Entonces, aquella voz melodiosa habló.
—Odio este sentimiento padre. Odio que a través de unas páginas, pueda leer todo lo que quiero en la vida
Alessandro tuvo que preguntar—¿Qué es lo que más deseas en la vida?
La chica calló.
¿Cómo podía responder a ello? Sería confesar sus más oscuros secretos. El antiguo sacerdote que la confesaba nunca preguntaba, solo pasaba de ella. ¿Podía hacerlo?
Aun así, había algo que quería hacerle decirle todo.
Ver a Alessandro, la sacudió.
Entonces hablo.
—He vivido toda mi vida regida por reglas y la iglesia. Nunca dude nada de lo que me imponían y jamás cuestioné algo. Sin embargo, amo los libros, ¿quién no podría amarlos?
Alessandro hizo un murmullo en modo de aceptación. El también amaba lo libros, aún que solo podía leer unos cuantos.
La mujer siguió.
»En casa hay una biblioteca enorme, paredes llenas de libros. Miles y miles de libros. Papá me dijo que ha sido una colección valiosa por generaciones y le creo. Es demasiado grande para negarlo.
Alessandro la interrumpió.—Leer no es pecado.
De nuevo la mujer guardó silencio.
Sí, era obvio que leer no era pecado, pero aunque Alessandro no lo supiera, de igual forma la iglesia había prohibido libros. Había libros de satanismo, ocultismo y de hechizos; esos si eran más que prohibidos.
La mujer, sopesó sus opciones.
Le habían dicho que a un sacerdote jamás se le miente y se le guardan secretos —mucho menos en una confesión—. Pero, era la primera vez que veía a un sacerdote como Alessandro.
Cuando puso sus ojos en él, todo el aire en sus pulmones se escapó. Era bellísimo. Hermoso. Era, como un ángel tentador caído del cielo. Y, la había abrumado una ráfaga de calor enorme. Primero pensó qué tal vez aquella gripa que sospecho que había cesado estaba regresando, pero, después se dio cuenta de que sentía una profunda excitación.
Solo había bastado con un pequeño vistazo para saber que deseaba a Alessandro.
¿Y quién no?
Además, quería decirle todo. Siempre que iba a confesarse se guardaba algunas cosas. Solo decía lo esencial. Pero, con un espécimen así de Perfecto, quería decirle todo; aún si se ganara el infierno. Y eso haría.
Tomando aire, siguió.
—No se me fue permitido entrar solo a una sección de libros—confesó—. Al principio no le di importancia, había miles en los que podía poner mi atención; pero cuando cumplí quince, la curiosidad por saber su contenido se fortaleció.
—Los leíste—acepto Alessandro.
—Sí, lo hice. Y no me arrepiento de nada padre, de lo que me arrepiento, es de tener estos pensamientos.
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Votos Prohibidos ©
RandomUn devoto, un amor y una confesión. Aun los más santos se van al infierno. ¿Si quiera merece ir al averno? No, un ángel como Alessandro no lo merece. Y tu, ¿te confesarias con él? #1 No apta para menores [100601] #122 prohibido [190811] #100 inocen...
