S E S S A N T A

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Hace un tiempo, una mujer francesa se había unido en matrimonio a los dieciocho años con un jefe de la mafia Italia de treinta y ocho. No por elección —por supuesto que no— había sido obligada, sin tener derecho a elegir o mínimamente conocer al hombre al que de repente estaba comprometida y casada.

Todos los sueño que había tenido, todas las aspiraciones que había planeado, se habían esfumado con un: sí, acepto.

Quiso pensar que lo pudo haber evitado, ¿pero era eso cierto?

Había sonreído en las fotos de la boda, había hecho las pases con su futuro y su vida llena de elecciones por terceros, había sido ilusionada con falsas promesas.

Y no se había rendido nunca.

Pero...

...Era un matrimonio horrible.

Allá por donde viera o volteara la mirada, la vida estaba llena de balas, sangre y desamor.

Una vida que ella jamás se imaginó de la que sería parte tan pronto o de la que sería parte para el caso.

Su madre la había preparado para ser una chica hermosa de la alta sociedad y luciera siempre con porte y elegancia hasta el día en que encontrara un hombre de la misma clase social que la llevaría a un vida acomodada y llena de lujos. Jamás imaginó que estaría casada tan pronto, atrapada en un matrimonio.

Matrimonio que ella odiaba a muerte.

Y no era que su marido era un hombre despiadado digno de su título en la cosa nostra, había escuchado las palabras y siniestras acciones que había cometido el hombre con el que compartía su vida.

No, no era eso.

No le daba miedo el peligro, las balas o la sangre. Se había acostumbrado a ello con el tiempo. Su madre le había enseñado a callar, observar y aguantar.

No, no era eso.

Era, el hecho que él no la amaba o la respetaba ni un poco.

Ni una pizca, ni un pellizco de afecto hacia a ella.

La muchacha había sido arrancada de su casa tan joven —apenas viviendo— que le había entregado todas sus primeras veces. Su primeros pensamientos de amor, su primer beso, su alma, su cuerpo; convenciendose de que tal vez, solo tal vez, podría hacer que la amara. Aunque sea un poco.

Pero no fue así...

...La primera vez que su corazón se rompió, fue cuando supo que su marido no la vería más que un accesorio bonito, de cabello rubio y ojos verdes. No importaba la diferencia de edad, en su mundo, una vez que cumplías los dieciocho, eras apto para todo. Su corazón se había estrujado cuando sus jóvenes pensamientos de una vida llena de aventuras fuera de Francia, se hicieron añicos.

No había aventuras, solo el dolor del rechazo.

Porque, su marido, el día de su boda, jamás le quitó los ojos a su hermana —quien estaba a su lado como su dama de honor—. Y no le tenía renconr a ella, no en lo absoluto, su hermana no sabía que aquel hombre suspiraba por ella y, si lo sabía, el quedarse callada ante ese pequeño detalle le había dado un poco de consuelo. Pero lo había notado aun así. Lo había visto mirarla sin reparo, lleno de anhelo, un anhelo tan poderoso que sabía sin conocer lo que era el amor, que así se debería de ver a través de los ojos de quienes lo poseían.

Eso no había dólido tanto, sino fuera por que, después de dejarla de mirar,  giro su rostro para que ella pudiera mirar el hielo de su mirada. Lo que había sido una mirada suavisima llena de amor, se convirtio en frío y desprecio tan rápido, queun jadeo de impresion se le había salido por equivocación. El hombre al escuchar aquel pequeño sonido, había torcido el gesto en disgusto y volvio su mirada hacia su hemana, otra vez.

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