Francois Gianluca Deberaux Fiorini, ese era el nombre del novio de Gianna.
Era el nombre de la persona que amaba a Gianna y, al mismo tiempo, Gianna amaba.
Habían pasado dos dias desde que Alex y Francois habían sido presentado. Dos dias más de absoluta blancura en sus sueños y, dos dias en que no había sabido nada de Gianna.
Había sido un breve momento en el que habían sido empujados juntos, para después ser apartados de forma abrupta.
Ni siquiera ya sabía si el trato de amistad era válido.
Tan pronto cómo Francois había aparecido, Gianna lo había soltado como si de fuego del infierno se hubiese tratado. Y, no le gustó. Había sido cordial, le había dado la bienvenida a la casa del señor y, amablemente, le había ofrecido sus servidos.
Francois solo había reído.
Una apenada Gianna le había explicado a Alessandro que Francois no era Cristiano, era protestante. Una religión que abundaba de hoy en día y muchos había empezado a ser partidarios en Francia, su tierra madre.
En ese momento, toda la cortesía había desaparecido.
Un protestaste. Un enemigo de las creencias de la iglesia. Un blasfemo...
Los protestantes habían cambiado la biblia y la habían torcido para que las palabras ya no fueran divinas, sino, prácticas. Había desestimado la iglesia y, habían hecho que las escrituras sonaran bárbaras y sin sentido. Martín Lutero —el hombre religioso reformador— fue quien inició todo el movimiento sobre exponer las indulgencias y los excesos de la iglesia. Convirtiendo al protestaste en una persona creyente más no practicante.
Ya lo odiaba, con el mero hecho de saber que era una persona tramposa y ruin.
Pero lo que más había odiado de Francois, fue él como tomo a Gianna y se la llevo sin siquiera dejarle una oportunidad de poder despedirse. Se había sentido vacío después de que su amiga se hubiese ido. Habían empezado a conocerse, ahora sabían sus nombres y sus edades, que según Donato, eran el primer paso a lo esencial de comenzar una amistad.
Ahora Gianna se había ido sin despedida. ¿Acaso ya no la vería más?
Algo que también le llamo la atención, fue el hecho de que, a pesar de Francois era un protestante, ella seguía fiel a sus creencias. Iba a la iglesia, se confesaba y, estaba más que seguro que en misa, tomaba la comunión. ¿Cómo podría ser la amada de un protestante? Si se sacaran, ¿cómo sería? ¿Sería bajo las escrituras protestantes o bajo las escrituras designadas de por Dios?
¿Si quiera los protestantes tenían capacidad de amar?
Algo en su estómago se sintió. Fue una punzada extraña que no había tenido antes, la había estado teniendo desde que había visto las manos Francois en las piel de porcelana de Gianna. La había tocado con tal confianza, que él deseaba poder hacerlo también y no solo como un apretón de manos que no duro lo suficiente.
Odiaba esa sensación y ni siquiera sabía que era.
Aquella noche estaba en su cama. Temía ir a dormir y volver a conseguir un sueño de fondo blanco sin propósito ni nada. No quería estar en aquel lugar sin rumbo en donde todo era blanco y no podía moverse—más bien no sabía si se movía o estaba estático.
Suspiro.
Estaba cómodo, se había acostumbrado a solo dormir con pantalones de algodón cortos, que era eran demasiado viejos y sueltos para su esbelta cadera. La cadena con la llave resplandecía en su pecho, estaba acostumbrado ya a siempre traerla colgando; no la quería dejar en cualquier liudar y correr el riesgo de perderla. Era un bien precioso que estaba hecho de metal viejo, y aun así, sentía que había mil kilos de diamantes en sus manos.
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Votos Prohibidos ©
AléatoireUn devoto, un amor y una confesión. Aun los más santos se van al infierno. ¿Si quiera merece ir al averno? No, un ángel como Alessandro no lo merece. Y tu, ¿te confesarias con él? #1 No apta para menores [100601] #122 prohibido [190811] #100 inocen...
