El estallido dejó entumecido a Alessandro solo un momento antes de que todo el caos estará a su alrededor. Hombres por todos lados corrían hacia todas direcciones.
—Jefe, son los Montesco, buscan al niño.—Mencionó uno de los hombres, mientras sacaba un arma de su saco.
—Sáquenlo de aquí, activen el protocolo y, hablen con los del régimen. La guerra a comenzado.—Mandó Niccolò mientras también sacaba un arma de su traje.
Los hombres se apresuraron a su alrededor y, mientras todos y cada de unos permanecían con rostros tensos, todos esperaban pacientemente a las palabras del hombre.
—Hoy, los días de paz se acaban señores. Los mejores tres de ustedes irán conmigo al frente, los demás, deberán proteger a este muchacho de aquí. Tengan por sabido que, si algo le pasa a él, aunque sea un ligero rasguño, será pagado con la muerte, ¿entendieron.
—Entendido—. Gritaron todos al unísono.
Entonces, alguien lo estaba tomando del brazo y lo estaba jalando en dirección contraria a la casa.
Alessandro confundido tropezó ante la urgencia del hombre que los sostenía.
—Sígueme, si te digo que corras, corres. Si te digo que te agaches, te agachas.—Le apremio el hombre haciéndolo correr.
—¡Alessandro!—Grito la voz de Nico a la distancia, Alessandro volteó su mirada.—Fue un honor conocerte y protegerte.—Le gritó por último antes de desvanecerse en el mar de hombres corriendo alrededor.
Entonces volvió a ser empujado por el hombre a su lado instándolo a continuar su camino.
Su pecho se contrajo, fue como perder a un viejo amigo y, solo había tenido una conversación con el hombre para saber que era un buen hombre.
Más estallidos se escucharon a su alrededor de forma lejana y cercana. Sus oídos le zumbaban ante los sonidos a su alrededor y, tenía miedo. Sus pies temblaban a pesar de que lo estaban llevando en varias direcciones. De repente los jardines en los que estaban se convirtieron en paredes largas y grises en donde un camino de piedra serpenteaba. Los hombres que corrían a su lado ni siquiera jadeaban ante el esfuerzo que estaban haciendo por correr, hasta que de repente se detuvieron de forma abrupta. La pared se había terminado dando paso a un portón grisáceo, mismo que se abrió de par en par dejando a la vista coches negros de aspecto grande.
Eran camionetas, claramente modificadas para algún tipo de camino. Los hombres lo apremiaron empujándolo más fuerte haciendo que se tropezara una que otra vez, hasta que la puerta de una de las camionetas se abrió y fue empujada adentro de la misma de forma tosca.
Su cuerpo apenas se acomodó y la apuestas recién se cerraban cuando el vehículo empezó a acelerar de forma abrupta, haciendo que su cuerpo despejara y cayera entre los asientos traseros y delanteros.
No reconoció el hombre que de pronto lo jaló haciendo que volviera a tomar asiento. Dos hombres más estaban enfrente conduciendo con rostros tensos. En cada acelerón su cuerpo se desprendía del asiento haciéndolo volar unos centímetros al aire. El camino no era recto, pues daba tumbos cada poco tiempo haciéndolo saber que pasaban por varios agujeros en el camino.
Su cabeza empezaba a dolerle con cada acelerón o frenado. Su estómago se revolvía y sentía un ligero rastro de náuseas en su estómago.
—¿A dónde?—Pregunto uno de los hombres enfrente mirando a su acompañante trasero.
—El jefe dijo que era prioridad llegar al helipuerto, ahí estará el siguiente transporte.
—¿Y si no?
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Votos Prohibidos ©
RandomUn devoto, un amor y una confesión. Aun los más santos se van al infierno. ¿Si quiera merece ir al averno? No, un ángel como Alessandro no lo merece. Y tu, ¿te confesarias con él? #1 No apta para menores [100601] #122 prohibido [190811] #100 inocen...
