V E N T I

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—Gianna.—Soltó su nombre, sorprendido.

Estaba ahí de pues vestida con un vestido azul pálido con los hombros descubiertos. La tela se veía brillante y delicada, era como seda abrazándola; tan delicada y hermosa que la hacía resplandecer.

Lo único que no combinaba ahí, era ese maldito velo.

—Pensé venir y hablar un poco, he estado de viaje unos días y no pude venir. ¿No estoy molestando, cierto?

Alessandro negó.—No, yo... estaba a punto de entrar al confesionario. ¿Quieres ser la primera?

Negó.

—No vengó por una confesión yo solo...

—Quieres hablar.

Asintió.

—No es nada malo que solo quiera hablar, Gianna.

—Lo se, pero creo que usted tiene suficientes cosas con las que lidiar. Tiene que estar de alguna forma constantemente cuidando el confesionario, no quisiera incomodar.

Alessandro se encogió de hombros.

—No creo que me extrañen, ademas, solo dos de cada diez personas vienen por una confesión seria.

Gianna río.—¿Es bueno que me estés diciendo estas cosas?

Alessandro torció la boca en una sonrisa delicada.

—Tal vez no sea bueno decirlo en voz alta—señaló alrededor—, nos está mirando y escuchando aunque no queramos.

—Uy.—Dijo Gianna mirando alrededor.

—¿Quieres algo de lo que hablar en concreto?—Pregunto Alessandro mirándola.

Gianna se dirigió a él. —La verdad solo quería salir de casa. Esta es la única excusa válida para escapar sin ser reñida.

—¿Es acaso la iglesia un escape para alguien como tú?

—¿Y por que no? Algunos solo vienen a dormir—puntualizó la muchacha astuta señalando al fondo a un joven de aspecto andrajoso dormido en posición sentada.

Los ojos grises de Alessandro miraron más atento y se sorprendió de ver qué era real. Había estado tan ocupado tratando de esconderse que se le había pasado aquello. Siempre se le había advertido de esas personas, pero lo había creído en ello. Siempre pensó que no había tal manera de que la gente aprovechara aquel espacio para dormir; que equivocado estaba. Pero, aún con todas las advertencias sobre ello, no tenía el corazón para sacarlo o dado el hecho, despertarlo.

Se veía que era una siesta que estaba tomando bastante decente después de días. Su aspecto le decía que, tal vez no tenía un techo en el cual dormir seguro y refugiarse. El clima era bastante impredecible, un día podían dar el diagnóstico de un cielo despejado y soleado; para que después de un rato fuera todo lo contrario y el cielo amarillo de Roma, se convirtiera en uno púrpura grisáceo.

Bastante triste.

Alessandro regresó su mirada a Gianna.

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