V E N T I S E T T E

1.1K 95 36
                                        

No podía hablar.

Estar increíblemente impresionado era quedarse poco.

Una vez leyó sobre las posibilidades, nunca había entendido aquello, hasta ahora. Porque, ¿cuáles eran las posibilidades? La preocupación por no verla había sido algo asfixiante, algo preocupante... y ahí estaba. A su lado.

¡¿Cuáles eran las posibilidades?!

Había sido una posibilidad de un millón. Encontrarse con personas a veces solo es una pequeña posibilidad cuando se vive cerca, cuando no se conoce tanto y cuando uno no espera algo semejante. Era interesante como un acontecimiento semejante pasará.

—Tu silencio empieza a ofenderme—dijo Gianna poniéndose un poco colorada.

Alessandro bebió la vista de ella a su lado, pero tenía que reaccionar, pronto.

Así que de forma discreta se dio un pequeño pellizco en la palma de su mano. Saboreo la pequeña picazón y se dio cuenta de que era real. Ella estaba ahí, mirándolo. Estaba a su lado, perfecta y... hermosa.

Llevaba un vestido amarillo a cuadros con una pequeña abertura abajo de su rodilla. Su cara tenía algo diferente y esa vez sus labios parecían más rojos, más irreales. Y su cabello —Dios su cabello— no estaba suelto, una trenza alejaba los mechones de su cara y se entrelazaba de forma que ninguno colgaba. Se veía radiante, como un ángel.

—¿Hola?, padre no dirá nada.

Y ahí estaba, aquello que por fin lo hizo reaccionar.

Torciendo un gesto pequeñísimo de disgusto, dijo—: Ya te he dicho que no me llames padre, dime Alex.

Gianna sonrió.—Así que si habla. Pensaba que estaba tratando de evitarme o no hablarme.

Alex la miro extraño.—Jamás haría semejante cosa.

—Lo se, no creo que jamás puedes tratar con desprecio a alguien o a algo, eres bueno.

—¿Y qué te hace pensar que soy bueno?

Gianna borro su sonrisa.—Porque, eres un sacerdote.

Alessandro la miro de arriba a abajo y, como si algo más se apoderada de si hizo algo que jamás había hecho en la vida: ser seductor.

—A lo mejor no soy bueno, a lo mejor tome los votos porque era una persona horrible. Tal vez me hice sacerdote porque quería encontrar la salvación después del infierno.—Su voz había bajado una octava y sonaba exótica... sensual.

Era curioso como el ser humano aún sin conocer la sexualidad en su totalidad, podía sacar su instinto de forma natural. Era algo casual, cosa de supervivencia.

En ese instante había salido la sensualidad de forma natural, como si lo hubiera hecho miles de veces ya. Seducir. Sin quererlo, lo estaba haciendo y aunque no lo noto por ser aún bastante inocente, Gianna bajó sus ojos a los labios de él. Había sido rapidísimo, un movimiento apenas perceptible; pero ahí estuvo. Aquella era la señal de que había caído —solo un poco— pero lo hizo.

¿Quién no se sentiría atraído a semejante belleza? ¿Quién no se perdería en aquellos ojos deslumbrantes? ¿Quién no querría poder recorrer esa piel de porcelana salpicada con pequeñas manchas en forma de estrellas?

Nadie podía hacerlo.

Menos alguien común como ella.

Gianna aparto la mirada de él, ocultando el pequeño sonrojo que apareció en sus mejillas. Había sido afectada y, estaba mal. Era un sacerdote después de todo. Sabía que solo estaba bromeando, él no podía haber sido alguien malo; estaba casi segura y podía aportar por ello que solo estaba jugando con ella.

Votos Prohibidos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora