No era nada bonito y Alessandro se sentía un poco avergonzado.
Las habitaciones del ala oeste estaban... bien, eran viejas como todo lo demás, pero al menos eran acogedoras. Y, no dudaba que habían sido limpiadas recientemente al saber que aquellos jóvenes iban a venir. Aunque no había contado en que vendrían seis, en vez de cinco. Contrario a las del ala Este, la única habitación estable y en buenas condiciones era la de Alessandro.
Su habitación había sido limpiada, pintada y ordenada por el mismo desde que lo habían puesto en ella. Sin embargo, jamás se había preocupado por alguna otra. Había indagado en todas ellas, pero ni en sus más locos sueños, se imaginó que algún día alguien estaría cerca de él. Hasta hoy.
Las paredes estaban despintadas y llenas del maltrato del paso de los años. Lo que un día fue un blanco puro, se notaba amarillento y desquebrajado en lo que un día fue, su momento de gloria. Olía a humedad, los muebles dentro del mismo —una cama, pequeños muebles y un ornamento—, estaban llenos de polvo que se alborotaba con el más mínimo movimiento. El techo se veía más viejo y no dudaba en que podría haber goteras, y la alfombra... bueno, era un caso perdido en toda regla. Dios sabía que bichos podría haber alrededor o que cosas estaban escondidas.
—Bueno, iré a buscar ropa de cama limpia y cosas para limpiar—anuncio Donato yéndose de forma rápida.
Se habían quedado solos, nerviosos.
—Lamentó que tengas que quedarte aquí, no pensé que alguien fuera a venir en un tiempo.
Una risita pequeña salió de Gianna.—No importa. Solo le hace falta un poco de limpieza, no está tan mal.
Alex no quiso mirar más aquella habitación.
—No deberías de quedarte aquí, te daré mi habitación.—Anuncio de forma abrupta dirigiéndose a la misma.
Pasos se escuchaban seguirlo, pero no fue mucho tiempo hasta que el abrió la puerta y entró a lo que era su sitio de descanso.
Gianna lo siguió de forma cautelosa y a la vez, curiosa.
—Así que aquí duermes, y yo que creí que tu lugar de descanso era el confesionario.
Alex no pudo evitarlo, sonrió.
—Aquel día estaba cansado.
Gianna se burlo.—Lo que tú digas, cariño.
Alessandro borro su sonrisa de golpe.
De repente todo se sentía... extraño. Tenerla ahí, se sentía de otro mundo, de otra dimensión. Verla había sido toda una sorpresa, pero tenerla en su habitación...
Jadeo.
El sonido del clic de la puerta fue la única advertencia que tuvo, un par de manos lo tomaron desprevenido, enrollándose en su cintura de forma delicada. Su perfume flotó por todo su alrededor y escuchó un pequeño gemido.
—Te extrañe, mucho.—Dijo la voz de Gianna amortiguada por su espalda.
Aquello estaba mal, debería de alejar sus manos de su cuerpo; pero se sentía tan bien. Sería un pecado alejarla, después de días de anhelarla.
Sintió como su rostro se enterraba en su espalda y como de forma lenta y pausada, un suspiro era sacado de sus pulmones. Y a Alessandro le gusto como sonó aquello. Era como si después de tanto tiempo, ella pudiera darse un respiro —ambos lo hacían—.
De forma suave, quito sus manos de alrededor de él y se alejó de ella solo un poco, lo suficiente para poder darse la vuelta y quedar cara a cara con ella.
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Votos Prohibidos ©
RandomUn devoto, un amor y una confesión. Aun los más santos se van al infierno. ¿Si quiera merece ir al averno? No, un ángel como Alessandro no lo merece. Y tu, ¿te confesarias con él? #1 No apta para menores [100601] #122 prohibido [190811] #100 inocen...
