Rollos primavera.
Chao Mei.
Pollo cantones.
Camarones fritos.
Pescado frito.
Cerdo agridulce.
Alessandro recito los nombres de cada platillo en su mente, alabándolos, amándolos... deseando más. Jamás en su vida había comido tanto, sus pupilas gustativas habían bailado una danza nueva y se habían regocijado en cada uno de los nuevos sabores que la vida le regaló. Dio gracias a Dios, a todo ser celestial por tan semejantes joyas y podía decirse, que en esos momentos la comida China era uno de sus gustos favoritos. De sus primeras experiencias, esa había estado en sus principales gustos, y todo se vio mejor cuando Gianna lo había sorprendido con Helado de té verde para el postre.
Cada vez le gustaba todo aquello de experimentar.
—¿Te gusto?—Pregunto Gianna viendo como se llevaba a la boca otro rollo primavera, serían cinco con ese.
Alessandro asintió, no dijo ni una palabra por que tenía la boca llena y, hablar con la boca llena era una falta de respeto; sobre todo frente a ella.
—Pensé que sería buena idea que comieras algo fuera de lo común, como italiana te puedo decir que estoy harta del cliché de la pizza y la pasta, habiendo comido eso casi toda la vida, podría decir que estoy harta de ello.
Alex negó.—No deberías de odiar la comida, no importa si no te gusta, debemos agradecer a Dios que tenemos sagrados alimentos, miles de niños en el mundo desearían tener al meno una pieza de pan quemada para comer. No vuelvas a despreciar la comida, Gianna.
La chica se encogió ante las palabras del muchacho y se sonrojó un poco por haber sido tan osada. A veces se le olvidaba que Alessandro era un sacerdote y, no tener respeto por lo mínimo lo hace exaltarse o enojarse. Estaba visto que sus anteriores palabras lo habían hecho enojar, dado el ceño profundo que ahora llevaba su bonita cara, contrayéndola en una mueca de disgusto. Por primera vez, ella era testigo de una nueva faceta de Alex fuera de la felicidad y la excitación; lejos de avergonzarla o de bajarle la euforia, le encantó. Le estaba mostrando más de él de lo que creía y amaba cada pequeña parte de ello.
Su faceta de sacerdote... la encendía. ¿Algo andaba mal en ella o aquello era normal? Estaba mal desear a una persona que prácticamente estaba prohibida, pero como dicen algunas veces: lo prohibido sabe mejor. Y también, aquellas pensamientos le asustaban.
Ella había crecido de forma diferente a él, con creencias diferentes a las de él y con conocimientos diferentes. Cada pequeña cosa que ella ya conocía, era una experiencia nueva para Alessandro, veces, se sentía mal. No sabía cómo había sido la vida de Alex por completo, pero dado su poco conocimiento en la vida, podía darse una idea de la limitada que había sido. ¿Por qué?, ¿por qué alguien como Alessandro había vivido de aquella forma? A un ángel no deberían de cortarle las alas, ¿que acaso no por ella el cielo se extendía más allá del horizonte?
Había sido una criatura magnífica enjaulada toda su vida. Gianna por primera vez sintió algo que jamás había sentido por Alex: pena. Quería tomarlo fuertemente en sus brazos y guardarlo para que nada lo salta, ¿pero que no era lo mismo que encerarlo? En vez de ello, debería de tomar su mano y guiarlo a nuevos caminos, enseñarle sobre vivir. En ese momento, se prometió hacer aquello aún si le tomara una vida entera; por que, con un ángel tan hermoso como Alessandro, ¿quien querría dejarlo ir? Uno debería de aferrarse a él, perseguirlo y seguirlo; guiarlo. Se debía de dar la vida por él.
—Hay algo que quiero preguntarte—rompió sus pensamientos el muchacho—, se que he perdido todo razonamiento en el momento en que...
Gianna lo miro con interés.—¿En qué...?
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Votos Prohibidos ©
AcakUn devoto, un amor y una confesión. Aun los más santos se van al infierno. ¿Si quiera merece ir al averno? No, un ángel como Alessandro no lo merece. Y tu, ¿te confesarias con él? #1 No apta para menores [100601] #122 prohibido [190811] #100 inocen...
