Unos ojos intimidantes color chocolate miraban a Alessandro de diferentes formas. La primera, fue la sorpresa, la segunda fue de recelo, para al final, pasar a la confusión.
—Padre, bueno, que sorpresa.—Dijo el hombre desconocido aclarándose la garganta.
Gianna tembló en sus brazos. El movimiento capturó la atención del hombre que en seguida volteó a mirarla y dedicarle toda su atención.
—Señorita Gianna, debe volver al sitio donde debe de estar, pasaré por alto este informe, por el bien de cabeza y la mía, no se aleje del lugar en el que dice estar.
Alex no comprendía y a la vez si. Aquel hombre le estaba dando órdenes a Gianna, no comprendía el porqué, el ni siquiera lo conocía y lo había llamado padre. ¿Por qué se le hacía tan familiar su rostro y a la vez sabía que solo era un desconocido?
Y entonces lo recordó, era la persona que siempre estaba detrás de Gianna cuando ella iba a confesarse, y no dudaba que era el mismo hombre que aquella vez fue a buscarla la primera vez que la beso: era su guardaespaldas. No sabía como sentirse al respecto, acepto y dio gracias por que no fuera Donato o La Madre superiora; pero, ¿acaso esto debía ser mejor? Este hombre que seguramente sabía más de Gianna que el mismo y tenía conocimiento de aquel hombre que se nombraba la pareja de la misma, ¿era mejor que supiera?
No lo sabía, pero habían sido descubiertos.
Gianna tiro su rostro hasta el hombre y se encogió de hombros.—Infórmalo, nada de ese hombre me asusta. El hecho de que se haya casado con mi madre, no me hace su hija.
Las fosas nasales del hombre de ensancharon en signo de frustración ante las palabras de la muchacha.
—Usted lo sabe bien, señorita. Sus problemas familiares no me conciernen, estoy aquí para hacer mi trabajo y mi trabajo, es ser su sombra.
—Lo único que eres es un dolor de culo—respondió Gianna de forma petulante.
—Sin blasfemar—la corrigió Alessandro.
Tanto como la chica como aquel hombre lo miraron confundido.
Se encogió de hombros.—Soy un pecador, lo se, pero no por ello dejare que se vaya ella por las ramas.
Lo dijo con tanta facilidad y con tanta relajación, que por un momento pudo captar una mueca parecida a una sonrisa de aquel hombre que se veían tan fuerte y tan... intimidante.
El hombre miró hacia Gianna de nuevo.—Me agrada.
Ella se rió.
—Soy Carlo Vesstrana—se presento el hombre ante Alessandro tendiéndole su mano grande cubierta con una camisa elegante y un saco negro. Ninguno de ellos ocultando la tinta negra que se asomaba un poco dándole un vistazo de aquella piel impregnada de color.
—Alessandro Parodi—respondió el joven devolviéndole el apretón.
Y tal vez fue solo un momento, pero al escuchar su nombre Carlo frunció el ceño. Alex no le tomo importancia, pero tampoco era como serle bastante común semejante gesto. Tal vez, no le agradaba tanto como había dicho.
—Bien, ya se conocían, pero en serio necesito llevarlo lejos de aquí. Por una vez, ¿se pueden romper las reglas? —Dijo una inquieta Gianna a nadie en especial, pero Alessandro suponía que a la persona que debía sacar de ahí era a él mismo. Ella trataba de salvarlo a pesar de que también había sido la causante de todo. Dios la bendiga, recitó en su mente.
Carlo miro a ambos muchachos con indecisión.
La mirada de Gianna era de súplica, al conocerla desde que ella era una niña, tocaba una fibra sensible en tan semejante hombre grande y fuerte. Y al ver los ojos de Alessandro un poco afligidos y atormentados, fue como un golpe bajo al estómago. Había visto esos mismos ojos en dos personas diferentes hace ya tantos años. Esa misma mirada, la habían tenido ambos y también, la había tenido él. Tal vez aquel hombre sabía más de lo que debía —o es que solo había vivido más de lo que él contaba a través de esa armadura—, pero lo conocía. Conocía ese rostro divino, por que era la mezcla de ellos, conocía esos ojos... por que se parecían tanto a los de ella. Fue como aterrizar en un sueño y, a la vez, en una de aquellas pesadillas que tanto lo atormentaban aún de vez en cuando.
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Votos Prohibidos ©
RandomUn devoto, un amor y una confesión. Aun los más santos se van al infierno. ¿Si quiera merece ir al averno? No, un ángel como Alessandro no lo merece. Y tu, ¿te confesarias con él? #1 No apta para menores [100601] #122 prohibido [190811] #100 inocen...