Esclavitud.
No había otra forma de verlo:
Los labios de Alessandro se movían contando cada detalle, Donato permanecía hecho piedra y solo se le venía aquella palabra a su mente: esclavitud.
Y, no entendía como su amigo podía explicarlo tan... calmado. El helado había sido traído y mientras Alex contaba los detalles, tomaba una cucharada y la comía. Tan tranquilo y pacifico, como si todo lo que hubiera pasado fuera simplemente lo más normal del mundo. ¿Su amigo entendería que todo aquello era retorcido?
Si expresión era pacífica, no se estaba quejando de nada; simplemente le estaba contando las cosas como si de un día normal se tratara. Como si, un día después de ser largo se vieran y Donato preguntara: ¿cómo fue tu día?; para que posteriormente su amigo se encogiera de hombros y empezara a describirle sus actividades.
¿Cómo era posible?
Tenía la noción de que su amigo no tenía familia, siempre supo que creció en el orfanato y la Madre superiora era como su verdadera madre. Todo lo veía... normal. Que equivocado estaba. No había nada normal en todo aquello que salía de sus rosados y delicados labios. ¡Su amigo no había vivido nada!, no conocía nada. Era como un tierno conejo dentro de un bosque lúgubre y oscuro lleno de depredadores en la espera de devorarlo.
Era insano.
Y tan tranquilo como se veía, quería escuchar todo; hasta que el nombre de alguien salió.
—Su nombre es Gianna, es amable y realmente me hace salir de la rutina. ¿Crees que un hombre pueda ser un gran amigo para una mujer?
Donato salió de su trance.
—¿Cómo dices?
Alessandro sonrió.—Te estaba contando de Gianna, es esta chica que conocí cuando va a confesarse. Normalmente solo iba a eso, pero ahora hablamos. ¿Sabias que el hombre llegó a la Luna? Eso es de locos.
Donato suavizó su expresión.
Era cierto, su amigo había vivido un infierno, pero debía recordarse que las pequeñas cosas que descubriría cada día serían algo gigante para él. El hombre en la Luna era una noticia demasiado vieja, pero su amigo estaba reluciente; como si no creyera que alguna cosa como aquella fuera posible. Estaba tan alejado de la realidad que se sintió verdaderamente triste. Era un ángel caído que había vivido dentro de las garras del demonio; un demonio disfrazado de cardenales, padres y monjas. Todas y cada uno de ellos habían formado parte de aquella exclusión y privación de su libertad. Quería agarran a cada de una de esas personas y sacudirlas fuerte, quería ir y gritarles; quería solo... castigarlos. ¿Cómo podían hacerle eso a una inocente persona? El era tan puro y hermoso, era todo lo que describían aquellas historias de ángeles en la tierra.
Y ahora estaba tratando de seguir adelante.
Estaba tratando de hacer amigos y, aunque no tuviera la más mínima idea de las intenciones de aquella mujer que mencionó, sabía que debía entender. Sus ojos estaban luminosos y sonreía abiertamente.
Gianna era algo para él y debía respetarlo. Así que, le fue sincero.
—Puedes—respondió tomando por primera vez un hígado de su herido ya derretido—, las amistades no importan en el género, Alex. Puedes ser tanto su amigo cómo el mío. No es nada malo o de otro mundo. Incluso en mi antiguo hogar tenía demasiadas amigas para contar.
—Pero, ¿no es raro? Tengo que mantener mi mente sobre todas mis obligaciones. Debo cumplir con ellas y no creo que dejar el confesionario para hablar con ello sea correcto.
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Votos Prohibidos ©
RandomUn devoto, un amor y una confesión. Aun los más santos se van al infierno. ¿Si quiera merece ir al averno? No, un ángel como Alessandro no lo merece. Y tu, ¿te confesarias con él? #1 No apta para menores [100601] #122 prohibido [190811] #100 inocen...
