3° Un mes más.

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Arabella

Veintinueve de abril, hoy se cumplen tres años y nueve meses de aniversario de bodas con Akem. Desde su pérdida le juré celebrar cada mes por nuestra unión por la iglesia y duele, duele muchísimo no estar con él. Años que no siento sus labios sobre los míos, años que no escucho su voz y solo viven en mis recuerdos, años que no percibo esa sonrisa arrogante que me hacía suspirar. Tres putos años que no suspiro por esa mirada tan cargada como la tormenta.

Tengo miedo dejarlo ir también de mi mente pero poco a poco el sonido de su voz se va esfumando de mis recuerdos, miedo a ya no recordar como antes como se sentía su piel, tengo terror de olvidarlo para siempre. He querido avanzar y una fuerza del pasado me arrastra al ayer.

Bianca y Valentín dicen que eso al pasar de los años dejará de doler pero cada año que pasa siento que me deshago, que quedo sin menos años de vida. Lo único que me mantiene de pie son mis hijos, nuestros hijos. Esos pequeños que aunque lo nieguen desearían regresar a los momentos vividos que ven por las fotografías.

Tanto ellos como yo, sufren.

Observo la pantalla de mi computadora absorta en mis pensamientos y sin esperarmelo unas lágrimas silenciosas salen de mis ojos.

— ¿Te encuentras bien? — me sobresalto al oír la voz de mi jefe, me limpio las mejillas y finjo una sonrisa — ¿Por qué lloras?

— Si, estoy bien. — empiezo a ordenar los papeles que están en la mesa y los ingreso en una carpeta para luego entregárselo — Aquí están los documentos que debía llevarles señor, disculpe mi distracción.

Agarra la carpeta y lo coloca nuevamente en la mesa. Sus ojos tratan de descifrar qué me ocurre pero lo oculto con absoluta seriedad. — ¿Por qué llorabas Lucia? — se acerca a mí, se sienta en el borde del escritorio y pasa su pulgar por mis mejillas quitando por completo la humedad de ellas — ¿Le pasó algo a los niños?

— Ni Dios lo quiera. — niego inmediatamente — No le tome importancia a esto señor Hall, es mejor que vaya a la conferencia que tiene en cinco minutos. — me levanto, arreglo mi falda con mis manos y salgo de la oficina directamente para la cafetería.

Fue un momento muy incómodo, sentir su tacto sobre mí hizo que una parte de mi se sintiera relajada y segura. Me hizo olvidar por un momento el dolor de mi corazón.

No seas ridícula Arabella.

Las horas pasaron muy lentas que se me hicieron eternas. Cada minuto que transcurría escuchaba su voz en una parte de mi cabeza pronunciando ese apodo que me hacía sentir superior «Mi Diosa» Cada hora que pasa vagos recuerdos se reproducen torturando a un corazón roto.

Terminé con los deberes que faltaban y salí de la empresa sin despedirme de nadie. Conduzco por las avenidas de New York con los ojos cristalizados, pienso a donde ir antes de llegar al penthouse con mis hijos. Ellos no me pueden ver así, no tienen que ponerse tristes porque ninguno de mis hijos saben que fecha es hoy o por lo menos no saben lo que representa.

Localizo un bar a pocas calles de la empresa así que aparco el coche. Me miro por el retrovisor y me quito los ojos de contactos dejando ver esos ojos azules, los guardo en la guantera, cojo mi cartera y sin mas me bajo para luego adentrarme a un bar que no es desagradable. Para ser honesta, es un sitio muy bonito con un toque a Irlanda. Las mesas en realidad son bote de cerveza, las paredes son de colores neutros con algunos retratos y algunos tableros de dardos. Hay un pequeño escenario donde yace un piano de cola, una silla y un micrófono.

Una mujer canta para todos los presentes con mucha dedicación, como si su corazón estuviera hecho pedazos. En la barra solo se encuentra un señor de avanzada edad y varios asientos vacíos, me encamino hacia uno de ellos y pido un trago de Whisky.

INFIERNO +18 [3] ✓ [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora