25º Ya no soy yo.

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Arabella

Brazos adoloridos, piernas debilitadas, mirada perdida, estómago vacío y garganta seca.

El dolor en mis huesos aumenta cada vez más, las ganas de olvidar todo es mi primer deseo. No sé qué día es, ni he tenido la oportunidad de ver el sol o contemplar a la luna junto a las estrellas; quizás hayan pasado días, semanas, meses. No tengo noción del tiempo. Dentro de mi delirio solo hay un par de visitas de Fabrizio que me han dejado más que asqueada.

Permitir que sus mugrientas manos se aventuran por todo mi cuerpo hace que pida una y otra vez mi muerte.

Tengo tanta sed, tengo hambre, quiero descansar.

Unos suaves pasos y delicada mano toca mi rostro con sutileza, alzo mi vista y la luz no me deja ver bien. No se de donde rayos sale tanta luz; una mujer al igual que sucia que yo, me ayuda a quitar los grilletes que cubren mis muñecas. Caigo al suelo con un dolor inaguantable, me supera.

Las muñecas sangran pero es algo que puedo soportar, no estoy entendiendo bien. ¿Quién es ella?

Cuando logro visualizar mejor, una manta azul junto a un bebé yace en el piso, chupa sus dedos hambrientos. Sus ojos verdes son grandes y delicados, como la de un gato.

Ese es el llanto del bebé que tanto oí.

— No te preocupes pero por favor, no hagas ruido. — susurra — ¿Cómo te llamas?

— Me llamo Arabella. — con cuidado quito las cadenas de mi tobillo.

— Lindo nombre. — sonríe — Los guardias en este momento están descansando y otros comiendo, en mi celda hice una salida. No tenemos mucho tiempo.

Recoge a su bebé y le susurra que mamá lo protegerá, salimos de ahí y entramos a su celda, me entrega a su hijo y quita su cama. Un hueco profundo se encuentra allí, es muy oscuro. El polvillo me hace estornudar varias veces enrojeciendo mis ojos.

— ¿Por qué me ayudas? — me atrevo a preguntar — Perfectamente podrías salir de aquí sin parar ni un momento por mí.

— He visto como te han tratado todos estos días...

— ¿Días?

— Exactamente, llevas una semana aquí pero estás tan descompuesta que crees que llevas apenas unas horas en este lugar. — hace una mueca triste — Fabrizio te trata mal pero te venera, cuando te golpea y no sueltas ni un solo sollozo, eso le molesta y fascina a la vez. — mira al niño — Desgraciadamente, este niño tan precioso, es su hijo.

Me asombro por la noticia.

¿Por qué tratar tan mal a la mujer que te regala un hijo?

Definitivamente este es un hombre despreciable.

Ella baja primero para luego pasarle al niño. Me siento y así poder bajar, ese era el plan hasta que sentí como me jalaron por el cabello llegando otra vez hasta el superior del pequeño hoyo.

— ¡Corre! — le grité a la mujer.

Ella me miró por un momento insegura pero al final me hizo caso. El despavorido llanto del bebe me partio el corazon, no me dolia los golpes que el antonegra me proporcionaba tirada en el pavimento, ni las patadas. El terror de que puedan atrapar a esa dulce mujer por mi culpa, me carcome por dentro. Ella no debía pararse por mí, ella tenía que huir con y por su hijo.

Lanzada en el suelo sin derramar ni una sola lagrima, veo los zapatos de Fabrizio que se aproxima a mi lentamente; puedo percibir su mirada de desaprobación analizando este acto tan infame para el.

INFIERNO +18 [3] ✓ [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora