26° Mi Arabella

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Akem

El sudor de mi frente cae a gotas inmensas al impactar mis puños en el saco de boxeo. La adrenalina que recibe mi cuerpo provoca que cada músculo trabaje fuertemente, el coraje que siento no me deja pensar con racionalidad, por más que sacie mi ira y frustración con el hijo de Fabrizio, no consigo mi paz mental, no la tengo a ella. Dos semanas, dos malditas semanas y no la tengo conmigo, no sé si está bien, si come, si la maltratan... si se ha atrevido a tocarla. La sangre me hierve al imaginar sus manos sobre su cuerpo, sus mugrientas manos encima de lo que me pertenece.

Odio pensar que mi mujer se doblega ante él, es un pensamiento que no me deja dormir. Literalmente, tengo unas semanas que no duermo bien, bebo más de la cuenta, me la paso en el despacho o en la habitación de mi hijo viéndolo dormir por los medicamentos que le suministra Franco. Las torturas que lleva Bruno no es comparado con el sufrimiento que mi hijo lleva consigo mismo, el parche que cubre su herida es extremadamente grande; Kaem es un niño que no demuestra lo que siente ni piensa pero en su mirada azulada ví la tristeza, a pesar de todo sigue siendo un niño de seis años y medio que le preocupa su apariencia a futuro.

Me prometí a mi mismo acabar con todo lo que tuviera que ver con los D'agostino, y aunque mi mujer e hijos llevan esa sucia sangre, todo lo que tenga que ver con la descendencia de Fabrizio, irá cayendo uno a uno.

Por cada lágrima derramada es más sangre para untar en mis manos.

Abrazo el saco cuando los pulmones colapsan y mis brazos se presionan adoloridos, jadeo por la fuerte rutina matutina. Agarro una botella de agua mineral y me la echo encima, mi boca se abre recibiendo el agua fría que empapa mi franelilla gris.

— Papi, buenos días. — me giro al oír la voz de mi pizza — ¡Uy! pero estás muy sudado.

— Buenos días mi ángel. Sí mi pizza, déjame tomar una ducha y voy a desayunar con ustedes en el jardín. ¿Vale? — asiente.

Cojo la toalla y me la paso por mi cabello, Mikhaila corre y se me pone enfrente impidiendo el paso.

— Dime.

— ¿Cuándo volverá mami? ¿Hicieron un intercambio? Tu te fuiste por unos años y ahora que regresas, ella se va. Sospechoso. — se agarra la mandíbula y enarca una ceja pensativa.

— No hicimos ningún intercambio Mikhaila, no pienses así mi niña. Mami se tuvo que ir de viaje por un pequeño lapso de tiempo. — miento — No te preocupes, me tienes a mi.

— Pero sería más bonito tenerlos a los dos. ¿No crees? — me hace ojitos — Está bien papá, anda a bañarte, te espero junto al tío Boris y la tía Jane.

Sale corriendo con una muñeca debajo de su brazo.

Entro al baño privado del gimnasio. Me desprendo de la ropa sudada y la dejo en la cesta de ropa sucia, ingreso a la ducha, abro el grifo y la lluvia artificial empieza a caer sobre mí.

Mi cuerpo se relaja cuando el agua se complementa y conecta con mi piel, paso mis manos por el cabello mojado con frustración. Es tan irónico pero cierto, que por cinco años a pesar de no estar con mi familia, me sentía solo pero no estaba mal, ahora en cambio estoy con mis hijos y no la tengo a ella, y siento que mi mundo se vino abajo, la tierra dejó de girar, ya no sé cuando es de día o es de noche; en lo único que pienso es en ella, en mi Arabella.

Me siento incompetente. Plasmo mis puños en la pared haciendo que mis nudillos se abran un poco ensangrentados.

Me voy a volver loco.

Luego de calmarme y terminar de bañarme, sitúo una toalla alrededor de mi cintura.

El vapor del agua hizo que el espejo se empañara, con mi propia mano la paso de un lado a otro mostrando mi reflejo. Tengo buen cuerpo, apetecible rostro aun cuando tengo la barba más espesa que lo normal, mi cabello ya se les inicia a percibir sus rulos, cosa que antes no me gustaba pero lo dejé solo porque a mi diosa le encanta.

INFIERNO +18 [3] ✓ [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora