50° Tatlı intikamım

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Arabella

Angustiada corro por el bosque escuchando los gritos de mis hijos, el timbrado de sus voces hace que la adrenalina incremente cada vez más. Los llamo a cada uno pero solo escucho "Mamá, ven por mí". Siento que el corazón se me va a salir por el temor de perderlos también a ellos, es lo único que me queda.

— ¡Akem! — grito su nombre desesperada — ¡Akem ayúdame a buscarlos, nos necesitan!

Me detengo por unos cortos minutos para coger aire, mi pecho sube y baja rítmicamente, jadeo con la boca abierta junto al aire caliente que sale de mis fosas nasales. Apoyo mis manos en los muslos y me recargo del tronco de un árbol deshojado, cierro los ojos negando con la cabeza «Esto no puede ser verdad» me repito una y otra vez.

Continúo con el trayecto sin saber qué rumbo seguir, de repente, se escucha el crujido de unas ramas detrás de un arbusto. Me paro en seco a la espera de que aquel animal salga, no tengo nada con que defenderme por lo que me siento vulnerable; sin embargo, mis piernas por inercia se dirigen hacia él pero seguidamente me echo para atrás cuando una liebre sale del arbusto.

Sus ojos son grandes color negro como la noche, pelaje entre marrón claro y oscuro, orejas levantadas.

Por un momento tengo miedo por su mirada tan penetrante a pesar de que es un animal indefenso, paso saliva y me agacho para hacerle cariño y así perder mi miedo. Me asombro cuando este se acerca y deja que le acaricie su pequeña cabeza, de un momento a otro la liebre se va saltando y yo la persigo.

Quizás me veo ridícula persiguiendo a un animal, parezco a Alicia detrás de conejo blanco.

Pero a pesar de ello, sigo con el camino. Ya no se escucha el llanto y los gritos de mis hijos, solo somos la naturaleza, la liebre y yo. El pequeño animal se estaciona en la orilla de un extenso río para beber agua, aprovecho para sentarme en una gran roca y veo mi reflejo en el agua. Una sonrisa aparece en mi rostro, toco mi cara con las manos temblorosas. Durante estos años he cambiado físicamente pero ahorita... solo soy la Arabella de veintisiete años, volví a ser esa mujer joven que tenía su vida controlada.

Mi mirada se posa en mi vestimenta y es un vestido corto jovial color rosado. Me levanto para verme mejor, toco donde yacen las cicatrices en mi cuerpo y raramente ya no están. La liebre prosigue con su trayecto pero en esta ocasión corriendo con una velocidad increíble, por ende, apresuro el paso para no perderlo.

Pierdo la noción del tiempo de cuanto corro detrás de él, solo corro, corro y corro hasta que llegamos a una cascada. El agua cae con fuerza, las mariposas revolotean de un lado a otro, pero a pesar de la belleza del lugar, una serpiente va bajando del tronco de un árbol. Mi primera impresión es salir corriendo; sin embargo, no lo hago.

Espero que ella baje por completo y se arrastre hacia mí. La serpiente pela sus colmillos amenazadoramente pero no huyo, solo me quedo hipnotizada por la forma de moverse, su color rojo es tan fuerte que se me hace imposible despegar mi vista de ella. Cabe destacar, que no me importa cuando se va enrollando en mi pierna hasta llegar a mi cuello y sisea en mi oreja. Por alguna extraña razón este reptil tan exótico y peligroso me gusta, y lo más extraño es que la liebre se quedó ahí conmigo viendo como poco a poco la serpiente va en mi cuello hasta quedar como un collar.

El crujido de una rama me hace voltear pero no veo nada, la liebre se esconde dentro de la maleza perdiéndola por completo. La serpiente se coloca en alerta mostrando sus colmillos venenosos, nuevamente el ruido aparece y el corazón se me desboca.

¿Qué está pasando?

Una mujer vestida de blanco, cabello castaño claro y ondulado, con unos ojos mieles muy preciosos camina a mi dirección con una sonrisa de oreja a oreja. Mi mentón tiembla y mis ojos se cristalizan al ver a mi madre, a Beatrice.

INFIERNO +18 [3] ✓ [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora