«Crees que es más fácil señalar el problema cuando el problema eres tu.» U2
WILL POV.
No pude dormir el resto de la noche, a decir verdad, ni siquiera lo intenté. Estaba demasiado furioso por las pesadillas de Annaleigh, no con ella, por supuesto, sino conmigo mismo y con el jodido hijo de puta de Charles. Él podría haberla mantenido fuera de todo, pero en vez de eso decidió arruinarle la vida, además de complicar la mía, pero esto último no importaba demasiado. Lo peor de todo eran la frecuencia que tenían aquellos malos sueños últimamente, me preocupaba que le afectara demasiado, ella ya tenía demasiado de qué ocuparse con la madre que tenía y lo de su padre... ¡Joder, ella no debería de tener esas malditas pesadillas! Las cosas no hacían más que empeorar para Annaleigh, mientras que para mí, que debería ser el que sufriera las consecuencias y no ella, seguían de la misma manera que hasta antes de conocerla. La única preocupación que se había añadido en mi vida era que la chica que más amaba en el universo estaba pasando el peor momento de su vida. Y parecía que las cosas venían como un combo vacacional todo incluido, la diferencia es que esto más que ser placentero era un deplorable viaje al infierno.
Por suerte ella no volvió a despertar sino hasta las seis de la mañana, cuando la sacudí suavemente para que lo hiciera. Había pensado en que siguiera durmiendo por el resto del día, pero quizá el ir a clases distraería sus pensamientos de Charles y juro que en ese momento no había cosa que deseara más.
Reí cuando, luego de darme un fugaz beso en los labios, saltó de la cama y comenzó a buscar ropa en su maleta. Empezó a decir que no podía seguir faltando a clases porque ya había faltado dos días seguidos y eso era mucho considerando que había tenido asistencia perfecta hasta el último mes. Obvió decir "hasta antes de que te conociera".
Me quedé a escuchar a mi molestamente responsable novia mientras se vestía porque no había nada en el mundo entero que pudiera moverme lejos de ella cuando se cambiaba y sacudía su trasero para meterlo en sus apretados pantalones, pero no duró demasiado ya que Anna me echó de la habitación en cuanto se dio cuenta de lo que estaba haciendo. No me importó que lo hiciera porque, a) ya había terminado de ponerse sus pantalones y b) ahora vivía en mi casa, podría apreciar lo hermosa que era, en todos los aspectos, a cada minuto del día.
Fui a mi habitación y tomé el primer pantalón y camiseta con los que me crucé: tejanos negros, remera azul. No estaba muy acostumbrado a usar alguna camiseta que no fuera color negra, pero recordé que a Anna le había gustado esa azul, así que me la puse. Jamás había sentido la necesidad de complacer a alguien, siempre había vestido la ropa que me diera la gana y no me interesaba en lo absoluto lo que dijeran los demás, pero desde que conocí a Annaleigh, solo había una opinión que me interesaba, y era la suya.
Luego de que terminamos de vestirnos -y después de que Anna repitiera una y otra vez cuánto le gustaba mi camiseta-, le avisé que compraríamos el desayuno de camino a la escuela porque ya se nos había hecho demasiado tarde. Vivir tan lejos del colegio nunca había sido un problema porque, generalmente, no me importaba ir tarde pero a Anna sí.
En cuanto pasé en frente de una cafetería me bajé del auto y compré dos cafés y una caja de pastelillos. Una de las cosas que más amaba sobre Annaleigh era que jamás se quejaba diciendo que engordaría o que tal cosa tenía cierta cantidad de calorías, algo que no me interesaba, ni a mí ni a ningún otro chico, en el más remoto de los sentidos.
Llegamos veinte minutos tarde a clases, algo normal para mí, así que ignoré el sermón de la profesora y me senté como si no hubiera dicho una palabra. Por otro lado, Annaleigh se disculpaba una y otra vez como si llegar tarde a clases fuera un pecado capital. No es que me importara la religión para saber algo sobre ello, pero la profesora tomó el papel de predicadora y comenzó a decirnos que éramos muy jóvenes para ya pecar por lujuria. Seguramente pensó que nos retardamos porque follamos antes de clase o alguna mierda parecida, pero no era así y, si seguía hablando, le demostraría que no solo conocía muy bien el pecado de la lujuria, sino también el de la ira. No había nada que me fastidiara más que la gente que cree saberlo todo y piensa que puede darte órdenes o malditos sermones acerca de lo que debes hacer, sobre todo cuando lo hace una solterona de cincuenta años que no ha hecho más en su vida que desaprobar a adolescentes.

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SCARS
Mister / Thriller"Las únicas cicatrices que jamás sanarán son aquellas que no eres capaz de ver." Annaleigh Wild es una joven de diecisiete años que ha pasado su vida entera tratando de ganar el cariño de su madre, quién no parece interesarse por ella. Como si...