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«Es demasiado pronto, sé que esto no es amor.»

I really like you – Carly Rae Jepsen.



La luz de una nueva mañana que entraba por la ventana logró despertarme. Cerré los ojos con más fuerza, sentía una gran jaqueca y eso sólo lo empeoraba.

Restregué mis ojos y, luego de unos segundos luchando con mis ganas de seguir durmiendo, los abrí.

Esta no era mi habitación.

Miré a mí alrededor, nada me perecía familiar. ¿Dónde diablos estaba y por qué?

Me paré nerviosa y logré mirarme en un espejo que estaba a un lado de la habitación. Llevaba una camiseta que no era mía, una camiseta y nada más.

Traté de recordar lo que había sucedido la noche anterior, pero en mi cabeza sólo aparecían pequeños fragmentos que no me ayudaban a deducir cómo había llegado a este lugar o mejor dicho quién me había traído.

Tragué saliva y comencé a caminar en dirección a la única puerta que había en la habitación. Tomé el pestillo por unos segundos, pero no abrí la puerta. Giré sobre mis talones y comencé a caminar de un lado al otro a otro de la habitación. Estaba completamente aterrada.

Me acerqué a la pared de cristal que había del otro lado de la habitación. Estaba frente al mar en un rascacielos demasiado alto para mi gusto.

Más que todo me asustaba la idea de que hubiera hecho algo de lo que seguramente me arrepentiría... y con algo me refería a tener relaciones sexuales. Era muy probable, estaba en ropa interior y llevaba una camiseta que no era mía y que me quedaba gigantesca.

La idea me pareció repugnante y me entraron ganas de llorar.

Cerré los ojos y volví a respirar profundamente. No iba a quedarme para siempre en esa habitación, debía salir e intentar averiguar algo de lo que había sucedido la noche anterior.

Volví a caminar hacia la puerta, tomé el pestillo y luego de soltar un suspiro nervioso la abrí.

Caminé descalza por el estrecho pasillo que dirigía a una pequeña sala. Me sentí aliviada, pero a la vez preocupada, al ver a Will ahí.

Estaba sentado en un sofá blanco apoyando sus piernas en una pequeña mesa de té que tenía frente a él. No notó mi presencia, miraba seriamente la pantalla de su teléfono.

—Dime que no me he acostado contigo —solté inconscientemente.

Will quitó finalmente la mirada de su teléfono y me miró.

—He tenido la peor noche en un largo tiempo gracias a ti —dijo enderezándose—. No recuerdas nada, ¿cierto?

—Si lo hubiera hecho no estaría preguntándote eso —respondí y me crucé de brazos.

Él rió y caminó hasta otra habitación, lo seguí. Era la cocina.

—¿Quieres desayunar? —negué con la cabeza y me senté en el taburete frente al desayunador.

—¿Puedes contarme lo que sucedió anoche y por qué estoy usando esta camiseta? —pregunté demasiado inquieta.

Will echó cereales a un tazón, luego leche y se sentó frente a mí. Tras de dar un par de bocados dijo:

—Te emborrachaste, un tipo quiso aprovecharse de ti, te traje a casa y como vomitaste sobre tu ropa te puse mi camiseta —dijo brevemente—. Y no, no tuvimos sexo.

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