SCARS

11

«En nuestro retrato familiar nos vemos muy felices.

Vamos a jugar a fingir, actuar como si fuera natural.»

Family portrait – Pink.

Estacioné frente a mi hogar y entré. Tiré mi cartera al sillón y yo me lancé al sofá. Aún estaba exhausta.

—¡Annaleigh, ven al patio! —gritó mi madre.

Me levanté pesadamente y seguí su orden. No era de esperar, ni tampoco algo que deseara: Jennifer estaba ahí.

—¡Hermanita! —exclamó levantándose del sofá blanco que estaba al otro extremo del patio trasero.

No odiaba a mi hermana, al fin y al cabo era eso, mi hermana. Lo que odiaba era su perfección, que todo lo que hiciera fuera perfecto, causando que todo lo que yo hiciera, para mi madre, no fuera suficiente.

Jennifer era un poco más alta que yo, era más delgada, pero con curvas naturales y su cabello lucía espléndido incluso los domingos por la mañana. En la secundaria había tenido promedio perfecto al igual que en la universidad y hacía un par de meses había concluido su carrera: era una prestigiosa graduada en la Escuela de Negocios de Harvard.

No podía culpar a mi madre por preferirla sobre mí, ella era la hija perfecta y yo me había metido en las apuestas para conseguir una buena calificación.

También se había independizado tras ingresar a la universidad, había conocido a un chico y tras un tiempo comenzaron a convivir. Él era actualmente su novio y mamá lo adoraba. Yo también lo hacía, sentía que lo quería incluso más que a mi propia hermana, era un chico demasiado simpático y no había forma de no quererlo.

—¿Cómo has estado, Annie? —Preguntó Jennifer mientras me estrechaba en sus brazos—. ¡Qué grande estás!

—Te recuerdo que nos hemos visto hace un mes atrás —dije intentando separarme de ella.

—Matthew y yo tenemos algo que contarles a ti y a mamá —Jennifer giró sobre sí misma y caminó con elegancia hasta el sofá en dónde había estado sentada minutos antes.

Matthew estaba ahí, no lo había notado anteriormente. Sonreí al verlo.

Mi hermana se sentó junto a su novio en el mismo sitio de antes, mi madre estaba en un sillón a la derecha de ellos y yo me senté en el sillón que estaba del otro extremo.

Frente a nosotros había una mesita con té, leche y bocaditos dulces. Por supuesto eso había sido obra de mi madre, quien siempre estaba dispuesta a hacer lo que fuera por su hija mayor.

Cogí un pocillo, le eché té de la tetera y luego de añadí un poco de leche. Luego de tomar un sorbo dije:

—¿Y qué es eso que quieren decirnos?

—No lo sé —dijo mi madre—. No han querido decirme porque tú no estabas aquí, es por eso que te he llamado.

Gracias por siempre preocuparte por mí, mamá.

—¿Y bien? —pregunté mirando a Jennifer y Matthew.

Mi hermana sonrió con demasiada alegría le tomó la mano a su novio y dijo:

—¡Nos casaremos! —dijo Jennifer con una gigante sonrisa y luego besó a su futuro esposo.

—¡Qué alegría tan grande me das, cariño! Felicitaciones a ambos —dijo mi madre mientras se arrojaba a ellos para abrazarlos.