5 | Crónicas de una borracha principiante

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Finalmente me decanto por el vestido negro que me regaló Beth, quien dijo que tenía que ser más atrevida a la hora de vestir cuando me lo entregó. Este no tiene mangas, sino que se agarra alrededor del cuello y deja a la vista gran parte de mi espalda. Se ajusta a mi cuerpo de forma que la silueta de este se ve a la perfección sin tener que quitármelo y es lo suficientemente corto como para dejar al descubierto mis largas piernas.

No soy de vestir prendas ajustadas, me gusta más ir con ropa ancha y cómoda, sin embargo, este vestido me hace sentir segura de mí misma, y me da el toque perfecto para llegar a lo sensual. De calzado opto por unos tacones no muy altos, pues no soy capaz de aguantar una noche entera con dolor de pies.

Tras estar vestida me dedico a mi maquillaje, que consiste en base, corrector, máscara de pestañas y pintalabios color granate, que aplico sobre mis labios, ni muy finos ni muy gruesos, más bien normalitos. También me pongo un poco de colorete para darle color a mis mejillas, que a veces parecen estar pálidas de más. Decido entonces recoger mi cabellera castaña en una cola de caballo alta, para poder lucir el vestido y los pendientes largos que llevo de mejor forma.

El último toque lo da el perfume, para mí es imprescindible oler bien. Cuando no me echo colonia o algo para oler bien, me siento como si estuviera desnuda ante las personas. Lista salgo de mi habitación.

Fuera me topo con Beth, que está lista para irse.

—Qué pibón de amiga tengo — exclama orgullosa, mirándome de arriba abajo.

—Gracias — le sonrío dando una vuelta sobre mí misma.

Tras eso, ella se despide y me deja sola en el apartamento. Antes de irme, recaliento los macarrones que hay en el frigo. No tengo mucha hambre después de haberme tomado un crep como el de esta tarde, pero si no como algo ahora en caso de que beba me pondré peor de lo que ya de por sí mi poco aguante me permite, no suelo beber demasiado.

Cuando termino de cenar, meto todo al lavavajillas que ya pondré mañana. No espero mucho rato hasta que mi teléfono comienza a sonar. El nombre de Hudson brilla en la pantalla, descuelgo la llamada.

—Estoy abajo, ven — pide, más bien ordena.

¿Quién se cree para darme órdenes? Antes de que pueda contestarle me cuelga. Maldito.

Cojo mi bolso, metiéndole todo lo básico y necesario para esta noche. Mi pintalabios por si tengo que retocarme, las llaves de casa, el monedero con todo dentro y mi teléfono. El bolso es pequeño y ya no me cabe nada más.

Cuando estoy fuera del portal, observo a la gran limusina que se extiende frente a mí. Se baja la ventanilla de ella y la cabeza de Hudson se deja ver. Este me da un largo repaso con la mirada, del cual me percato de inmediato y traga saliva.

—¿Vienes? — finalmente consigue pronunciar palabra.

Sin demorarme, cruzo el espacio entre la limusina y yo, y subo en ella. Es bastante amplia, sus sillones son de cuero y entre los dos hay un cubo lleno de hielo con champagne dentro.

El que supongo es chófer del cantante pone en marcha el vehículo. No sin antes preguntarme por la dirección a la que vamos.

—¿Esta es tu forma de pasar desapercibido por las calles de Manhattan? — pregunto escrutándolo con la mirada.

—No fui yo quien eligió venir de esta manera, mi representante es la responsable. Dice que quiere que vaya acompañado por si acaso — contesta encogiéndose de hombros.

—Ya claro — respondo sin creérmelo — y la mejor forma es ir en un vehículo que claramente va a llamar aún más la atención.

—¿Impresionada? — pregunta un tanto fanfarrón.

Entre un amor y medio (Entre amores #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora