23 | Las viejas chismosas de la resistencia

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Maratón

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Tras despedirme de Kiwi con una caricia en la cabeza bajo al portal, Jareth será quien me lleve a la boda, ya que es mi acompañante incluso antes de ser algo. Beth está fuera, por lo que no he tenido que despedirme de ella también.

Una vez abajo, como siempre, Jareth es puntual y está esperando cuando salgo a la calle. Esta vez no ha salido de su coche, así que voy hacia allá y me meto dentro del vehículo. Cierro la puerta, me abrocho el cinturón de seguridad y vuelve a arrancar para marcharnos a donde se celebra la ceremonia nupcial.

Cuando estamos en un semáforo en rojo, Jareth frena y me mira, regalándome una de sus sonrisas tan espectaculares.

—Estás preciosa — expresa, mirándome con admiración — aunque, en realidad, siempre lo estás. Pero hoy un poco más — termina.

Le sonrío abiertamente. Algo que a Jareth no le da reparo es decir lo que siente en el momento o lo que opina, y eso es algo que me gusta mucho de él, hacía bastante tiempo que no escuchaba decir a alguien varias cosas buenas sobre mí que no fueran mis padres o Beth, claro.

Escuchar todos los cumplidos que me dirige cada vez que me ve provoca buenas sensaciones en mí. Gracias a él puedo decir que, sin darme cuenta, estoy fortaleciendo la seguridad en mí misma, que ya tenía de antes, pero que ahora es más firme. Y eso es lo que está bien, porque alguien que está a tu lado no debe hacerte sentir menos, sino, hacerte mejor de lo que eras en su momento.

—Gracias — Jareth vuelve a moverse cuando el semáforo cambia a verde — te diría lo mismo, pero no he podido verte bien.

—¿A caso dudas de mi belleza natural? — bromea, a lo que yo río.

—Sé que tengo el novio más atractivo de todos, eso no me preocupa — le guiño un ojo.

Jareth alza ambas de sus cejas, como si estuviera sorprendido, halagar a los demás no es uno de mis fuertes, soy algo cortada para algunas cosas, pero en cuanto a él se refiere todo me sale de forma natural.

Mientras gira el volante sube el volumen de la radio, de modo que podemos escuchar una canción muy reconocida en estos dos últimos años. Sonrío porque me hace gracia, pero borro la sonrisa en cuanto recuerdo que hoy lo voy a ver, estando junto a mi novio.

—¿Te sigue desagradando el cantante? — pregunta el pelinegro que va a mi lado al ver mi cara de espanto.

Dudo un poco antes de responder. No me desagrada él, me desagrada la posible idea de sentimientos encontrados que antes desconocía, lo cual, como digo es solo posible, porque eso aún no ha sucedido y tampoco va a pasar, así que finalmente lo declaro como algo imposible, me niego.

Tengo un novio estupendo que se preocupa por mí y me cuida, no tengo porque pensar en alguien que al principio se creía el centro del universo. Además, desde un principio ha sido Jareth el único por el que he llegado a sentir después de mucho tiempo.

—No exactamente — respondo, siendo poco clara con ello.

—Así que... ya no es tan molesto como antes — intenta adivinar.

—No, ahora se comporta como persona normal — Jareth ríe por lo que digo.

—No quiero imaginar la guerra que te ha podido dar — comenta divertido.

—Mejor que ni lo sepas — medio murmuro.

Me deslizo un poco hacia abajo en el sillón del coche y miro hacia otro lado, pero noto que Jareth muestra una sonrisa ladeada. Vuelvo a girar la vista al frente y cambio la radio para terminar escuchando a Ed Sheeran, mi opinión sobre la música de Allen sigue siendo la misma.

Entre un amor y medio (Entre amores #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora