28 | Un te quiero en el aire

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Maratón

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En tan solo una mañana mi madre ha conseguido volverme loca como ella sola sabe hacerlo. Yo la quiero mucho y siempre he tenido una buena relación con ella, pero cuando se propone ser un dolor de cabeza se le da muy bien. Según sus ideas, me ve capaz de no aparecer hoy en la comida que ha organizado la tía Marissa, hermana de mi querida madre.

Y son tantas las ganas que tiene de conocer a Jareth que me ha dicho que es capaz de venir a por mí para luego recogerlo a él. Después de asegurarle por vigésimo séptima vez que iré, sigue reticente. Cuando consigo convencerla mis oídos pueden descansar.

Hoy será el primer día que tenga que afrontar a toda mi familia presentándoles a un novio oficial, no sé si saldré huyendo o no. Advertí a Jareth de los riesgos que corría si decidía aceptar la invitación. El que avisa no es traidor y así será.

Y esto lo digo por más de un motivo.

Uno, mi madre ahí donde la ves un encanto puede ser un coñazo. Es tan cariñosa que pasa a estar encima de ti y suerte para quitártela de encima.

Dos, mi padre parece que pasa de todo, pero en realidad escuchar su larga lista de advertencias no es el mejor pasatiempo para un día casi entero. Tampoco para mí, porque me dejará como la niñita de papá que no sabe protegerse a sí misma.

Tres, mi tío, marido de la tía Marissa, a primera vista como lo ves tanto reír puedes creer que es muy gracioso, pero sus bromitas sin parar terminan siendo un dolor y algunas hasta vergonzosas. Siempre le ha gustado sacar el temita del 'novio' a colación con forma de chiste, diciendo que ya me llegaba la hora y más pasados los veinte, y que era él el primero que tenía que darle el visto bueno. Tonterías suyas en mi tierra.

Cuatro, mi abuela es toda una señora de la vieja escuela y todo le parece un disparate. Así que hablar de cualquier cosa que podríamos hacer mi novio y yo, como cualquier otra pareja, puede asegurar su muerte por paro cardíaco causado por estupefacción absoluta.

Y podría seguir enumerando, pero se me haría eterno. Es un hecho que tengo un cuadro de familia, pero no me quejo. Siempre me han apoyado en todo y han estado ahí, los quiero tanto como ellos a mí.

—Todavía estamos a tiempo de ir a otro lado, creo que hace buen tiempo para un picnic. ¿Playa o Central Park? — le propongo a Jareth nada más subirme a su coche.

Jareth me mira divertido por el intento de evitar ir a la comida familiar. Ha venido a recogerme por dos motivos. El primero, es lógico que vayamos, y segundo, no tengo coche, menos la licencia para coger un coche por carretera.

En cuanto ha llegado he bajado, dejando a un perezoso Kiwi meneando su cola mientras me despedía.

—¿Y qué saludo es ese? Creo que por lo menos me merezco un beso — pone morritos al girarse para mirarme.

Ahora quien lo mira con diversión soy yo. Me giro para estar frente a frente y me inclino para poder darle un beso en los labios, el cual es correspondido con el mismo gusto.

—¿Así mejor?

—Mucho mejor. Ese es el precio por servirte de chófer — me guiña el ojo.

—Yo pensé que pagaba con mi presencia.

—Conseguir besos a cambio es solo un plus.

—No seguirás opinando lo mismo después de hoy. Es tu última oportunidad de huir — le advierto.

—Cuando quieres te pones muy tonta — ríe, arrancando el coche para comenzar nuestra ruta a Queens, porque prácticamente toda mi familia se encuentra allí.

Entre un amor y medio (Entre amores #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora