12 | Conóceme poco a poco

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Milagrosamente encuentro a Beth despierta un miércoles a media mañana aunque se encuentre tumbada en su famoso sofá. Me pregunto cuál sería su reacción si un día decido hacerlo desaparecer.

Cuando me he levantado, Kiwi no estaba tumbado sobre mi cama como los demás días. Al ir a la cocina para prepararme el desayuno, me lo encuentro tumbado sobre el regazo de Beth. Al parecer, Kiwi se limita a dormir, comer y hacer sus necesidades como cualquier otro ser vivo. Son pocas las veces que lo he visto en modo juguetón.

Ahora mismo están los dos, que son tal para cual, jugando. Beth desde el sofá le tira su ratón de juguete y él corriendo va hacia él para empezar a juguetear con el muñeco, y así continuamente.

Hoy no voy a trabajar en la oficina, ya he avisado de eso. Pienso que puedo hacer lo mismo hoy desde aquí, que desde allí. Además, debo hacer algo luego que no podría hacer estando en el lugar donde trabajo.

Con tranquilidad, tomo mi desayuno mientras veo un poco la televisión y escucho los ruidos que provienen de Kiwi. Al principio tenía miedo de terminar con todo arañado, pero no ha sido así. Como es un gato tranquilo, no se dedica a colgarse de las cortinas. Pero como todo felino, necesita afilarse las garras, por lo que, a veces lo he pillado arañando un poco los sillones.

Si consigue estropear el sofá de Beth hasta el punto de tener que deshacernos de él, lo querré aún más. Beth por su parte no estaría nada contenta.

—Ya que estás despierta, hoy me puedes acompañar a un sitio — le digo a mi amiga, mientras le doy mi último sorbo al vaso de leche que estaba tomando.

—¿A dónde quieres llevarme? — pregunta ella reticente.

La veo con pocas ganas de moverse, pero creo que llevarla a donde tengo que ir hoy es una gran idea. De ese modo iré acompañada y no sola. Ella me mira esperando mi respuesta.

—Cuando lleguemos lo descubrirás — respondo, dejándole con la duda.

No pienso decírselo, eso estropearía la emoción del momento. Ambas estamos aún en pijama, por lo que, me dirijo a la habitación para cambiarme. En el caso de Beth, debo insistirle en que se levante y se arregle para poder salir. Finalmente obedece a regañadientes, dejando a Kiwi solo en el salón.

Media hora más tarde estamos listas para salir de casa. Antes de eso, le dejo una de las tarrinas a Kiwi para que se la coma, le encantan. Cada vez que me ha visto abriéndola, comenzaba a maullar y a perseguirme hasta que se la colocaba en el suelo y comenzaba a degustarla.

Beth se despide de nuestra reciente mascota acariciándole la cabeza detrás de las orejas, mientras que yo le doy un beso rápido en ella. Cerramos la puerta con llave, y nos dirigimos a nuestro destino en transporte público.

Yo no sé conducir, siempre me he movido en metro por toda la ciudad y lo veía innecesario, aunque a veces me arrepiento de no saber conducir. Al contrario que yo, Beth sí sabe, de hecho tiene coche, pero no le gusta usarlo demasiado, por lo que, solo lo usa cuando va a trabajar.

Con ella de compañía el trayecto en metro se me hace mucho más corto que cuando voy sola para ir al trabajo. Vamos sentadas, y en un momento dado, Beth deja caer su cabeza sobre mi hombro. Al principio pienso que se va a quedar dormida, pero comienza a hablar y deshecho esa idea de mi cabeza.

Llegamos a nuestra parada correspondiente y salimos a la calle. Para llegar al lugar donde he quedado, debemos andar unos pocos minutos. Veo que Beth no se mueve, así que tomo yo la iniciativa comenzando a caminar. Rápidamente Beth me alcanza y vamos dando un paseo hasta el local.

Como le he dicho, no tardamos mucho más de cinco minutos en llegar. Decidida doy un paso al frente haciendo que las puertas correderas de cristal se abran al notar mi movimiento. Beth se encuentra en estado de confusión pura, lo puedo notar en su rostro, pero sin decir nada sigue mis pasos.

Entre un amor y medio (Entre amores #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora