Somos Tres Capítulo 2

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¿Por qué no puedo sentirte?

—¿Qué acaba de pasar? ¿Qué es esto? ¿Por qué me dice todo eso? ¿Qué mosca fue la que le picó? —pensaba mientras lo veía, aturdida, alejarse caminando.

—¡Qué rayos! Este men está loco —dijo Clara con una cara de disgusto—. Vengan conmigo, las llevaré donde la secretaria para que les diga en qué aula les tocará.

—Okey, gracias —respondió Esther.

Después de esa rara situación, Clara nos llevó con la secretaria. Ella nos indicó el maestro y el aula que nos correspondía a cada una. Lamentablemente, Esther y yo no estaríamos juntas, ya que no estudiamos la misma carrera.

En el aula

—Muy buenos días, chicos —decía el profesor mientras entraba al aula con algunos cuadernos en un brazo, que luego puso sobre el escritorio.

—Okey, desde hoy se va a incorporar una persona. Espero que le den la bienvenida como es debido, y que no hagan de las suyas. Muy bien, pase señorita —me dijo el profesor luego de hablar con los chicos.

Estaba un poco nerviosa, pero con la ayuda de Dios todo iba a estar bien. Así que suspiré y entré al curso. No conocía ningún rostro... hasta que ubiqué a alguien. ¿¡Qué?! ¡No puede ser! ¿Es el chico de esta mañana? ¡Estamos en la misma clase! Por Dios, ¿qué es esto? Ahora estoy aún más nerviosa —pensaba, evitando su mirada—. Pero... ¿por qué no dejas de mirarme? ¡Ayuda!

—Muy bien, ahora preséntate, por favor —me dijo el profesor con un tono de voz amable mientras escribía algo en la pizarra.

—Hola, bendiciones para todos y todas. Bueno, soy Rous Smitt, soy cristiana, tengo 18 años... y pues, me acabo de transferir aquí con mi mejor amiga.

—Muy bien, entonces por favor toma asiento.

—¿Puedo sentarme en esta de alante? —pregunté, rogándole a Dios que dijera que sí, pues solo había dos asientos vacíos: el de adelante y uno atrás... junto al chico raro de esta mañana.

—Bueno, ahí no. Ahí va una alumna con problemas de vista. Ve a sentarte allá atrás con el señor Scott.

¿Qué? ¿¡Por qué!? Es obvio que me toca con él... o sea, ¡es el único asiento vacío! Mientras más me acercaba, más me miraba. Hasta que me senté. Él simplemente bajó la cabeza hacia el escritorio, mirando hacia la ventana, mientras los rayos del sol reflejaban su rostro.

—Muy bien. Por favor, abran su libro en la página 20. Hoy vamos a estar hablando sobre los glóbulos rojos y glóbulos blancos, y su finalidad en nuestro cuerpo. Señor Scott, por favor comparta el libro con la señorita Smitt.

—Hola, un gusto, soy Rous... —le dije con una sonrisa, mientras por dentro me estaba muriendo. Quería que la tierra me tragara.

—Sí, ya lo escuché. Soy Williams —me dijo de nuevo con esa voz tosca e indiferente—. Presta atención a la clase, por favor.

Y ahí me di cuenta... este será un semestre largo.

Al final de la clase

—Muy bien, chicos. Por favor hagan la tarea, y ya pueden empezar a traer sus batas de medicina. Mañana les estaré entregando unas fichas para que las llenen. Tienen que poner si les gustaría hacer una especialidad después de cursar medicina general. También ahí se les estará solicitando sus herramientas médicas, que cada quien debe comprar. Así que ya saben: piensen bien su especialidad. Scott, por favor ayuda a Smitt con los apuntes de la clase anterior. Disfruten su receso. Adiós.

—Número.—dijo con tono de antipático y tosco.

—¿Q-qué? —dije confundida.

—Dame tu número, para los apuntes. Te los mandaré por mensaje.

—Ahh, jeje, sí. Está bien.

Luego de eso, le pasé mi número. Él me dijo que iba a tratar de enviármelos en la noche, después de terminar las clases restantes. Por fin estaba en casa. Al parecer, mi abuela no estaba; supongo que estaba en el supermercado. Subí a mi cuarto y le escribí a Esther para avisarle que había llegado. Me tiré en la cama y, justo al lado, puse a cargar mi celular. Mientras tanto, puse una alabanza, cerré los ojos y me puse a pensar...

¿Por qué? Dios... ¿por qué no puedo sentirte como antes? Veo a todos en la iglesia poder sentir tu presencia tan fácilmente, pero ya no es así conmigo... ¿Por qué? —pensaba mientras tenía los ojos cerrados y las lágrimas fluían por sí solas.

A veces he llegado a pensar... ¿será que Dios me abandonó? Pero luego recuerdo todo lo que Él ha hecho por mí. Aun así... es duro. Ya no sé qué hacer. Cuando hay una adoración, levanto mis manos como todos los demás, oro, doy gloria al Señor Jesucristo, como todos... pero aun así, yo no podía sentirlo, mientras que con todos los demás Dios derramaba de su unción.

CONTINUARÁ

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