UN BELLO COMPÁS
Después de que se acabó la clase, todos se fueron del salón. Solo quedábamos él y yo, sin decir una palabra, bajo un día lluvioso y frío. Quería hablar con él, pero mis palabras no salían. Cada vez que intentaba decir algo, no salía nada en absoluto, hasta que pasaron unos quince minutos. Se paró de su asiento y, mientras caminaba hacia la puerta, dijo de espaldas:
—Pensé que no ibas a venir, pero te ves mejor que anoche. Eso es bueno.
Y cuando dijo eso, se fue. Quería poder hablar bien con él, pero no pude. Era como si me hubieran cosido los labios y no pudiera hablar. Es muy difícil, no sé qué me pasa... pero antes de querer arreglar las cosas con él, tengo que arreglar las cosas con Dios.
Después de eso, aunque pasaron unos días, Williams y yo casi no hablábamos. Yo no le hablaba porque no sabía qué hacer o decir, y él solo me hablaba de cosas referentes a las clases. Pero decidí reparar primero una relación que quería que volviera. Sentía dentro de mi corazón ese anhelo de volver a sentir la presencia de Dios conmigo, esa necesidad de llorar ante su presencia, de sentirlo como nunca. Sentía como mi corazón lo anhelaba, lo necesitaba, lo deseaba más que cualquier cosa.
Luego de eso, salí a tomar un poco de aire a la azotea. Estaba allí arriba observando ese bello paisaje, mirando el maravilloso mundo que Dios creó, y que yo era parte de su bella creación.
Mientras estaba allí arriba, leí un poco la Biblia, escuché bellas alabanzas y medité. Estaba tratando de reconstruir mi relación con Dios nuevamente. Luego recordé que tenía que aprenderme la danza; solo me sabía un poco, así que, bajo ese bello cielo azul, iba a practicar. Puse la música a todo volumen y empecé a danzar. Se sentía tan maravilloso volver a hacer lo que en un principio hacía para Dios. Pero, de repente, escuché que algo se cayó, lo que me espantó un poco. Ya había pasado un rato desde que subí; ya me tocaba ir a la próxima clase.
⸻
Minutos antes, con Williams.
A pesar de que era evidente que había llorado bastante, se veía mucho mejor que de costumbre —pensaba mientras subía a la azotea, pensando en Rous—.
—Como siempre, este es el mejor lugar para descansar y despejar todos mis pensamientos.
Mientras comía, podía sentir cómo el viento venía a mí repentinamente. Sentía cómo mi pelo se despeinaba y cómo las hojas se las llevaba el viento.
—¿Y esa música? ¿Hay alguien más aquí? —susurré.
Cuando caminaba despacio intentando escuchar bien la música para ver de dónde venía, me encontré con algo... ¿hermoso?
Vi a Rose mientras bailaba. Pero era un baile diferente, hermoso y pasivo. Era como si estuviera bailando en cámara lenta. Veía todos esos movimientos que ella hacía con sus delicados brazos. Observaba cómo se inclinaba y, despacio, se ponía de pie y daba un salto. Creo que más que un baile, es una danza. Después de todo, ella es cristiana, y esa música era tan linda y solemne. Estaba danzando con tanto esmero que se reflejaba que ella y la música eran una sola, un compás unánime, y eso la hacía ver aún más linda.
Pero, de repente, al dar un paso sin darme cuenta, choqué con una maceta. Sentía que estaba haciendo algo malo, así que me escondí.
—¿Por qué me escondí? —me pregunté a mí mismo, mientras veía cómo ella se iba alejando cada vez más y más.
Continuará

ESTÁS LEYENDO
Somos tres
Roman pour AdolescentsSinopsis: Hola, soy Rous Smitt. Toda mi vida he sido "cristiana". Participo en los cultos de jóvenes, en las actividades de la iglesia... siempre sonriente, siempre activa. Pero detrás de esa sonrisa hay un vacío que me consume. Un peso que escondo...