Camile.
Un dolor de cabeza insoportable y pocos recuerdos de lo que había hecho un día antes.
El día después de la fiesta de Nadia no recordaba mucho.
• Oliver y yo en la cocina, platicando y riendo.
• Jack y yo poniéndonos de acuerdo para salir.
• Lily y Oliver bailando Golden y el sentimiento encontrado que me había ocasionado eso.
• Yo chocando con Oliver y como me perdí en sus ojos, mientras todo el fondo se paralizaba y solo éramos él y yo, hasta que me dio un giro y bailamos lo que restaba de la canción.
• Él diciéndome al oído "tú eres maravillosa".
• Yo vomitando.
• Oliver, Lily y Jack me llevaron a mi casa y... y ya.
Desperté desorientada, y con una resaca horrible, era la primera vez que tomaba y me emborrachaba.
Me levanté y me estiré pasándome la mano por la cara.
Se escuchaban ruidos en la cocina y supuse que era mi mamá.
Cuando entré a la cocina vi a mi mamá de espaldas haciendo algo para comer.
—Hola, mami — saludé — necesito un vaso con agua.
Tenía un dolor insoportable y necesitaba agua para recuperarme un poco.
Mi mamá se giró a mí y me miró con un gesto de enojo.
—Qué bueno que despiertas Camile — exclamó con ironía — dime una cosa ¿Crees que te mandas sola?
«Mierda»
—No.
—Entonces dime ¿Por qué llegaste ebria a noche?
—Yo no llegué tan ebria, no me di cuenta.
—Mira Camile te he estado soltando un poco para que puedas divertirte y hacer lo que un adolescente hace, pero en esta casa hay reglas y las tienes que respetar ¿Cómo se te ocurre tomar? Y peor aun sabiendo que no conoces bien Queens.
—Fue un accidente — me defendí — no me di cuenta de que la lata de Dr Pepper tenía alcohol.
— ¿Cómo no te vas a dar cuenta? El alcohol huele Camile.
—Mamá no soy una niña, tengo 17, en unos cuantos meses cumplo 18 y ya casi soy mayor de edad.
—Sí, pero el que seas mayor de edad no te da derecho a saltarte las reglas que hay en la casa.
—Ósea que según tú no puedo salir con mis amigos y divertirme un poco, porque rompo las reglas de la casa — me puse a la defensiva, pero ahora que lo pienso bien no sé ni porqué lo hice.
—No, Camile no me estás entendiendo, jamás he dicho eso.
— ¿En serio? Porque me parece que sí.
Mi mamá me miró sería y empezaba a notar que se estaba enojado de verdad.
—Haber, lo que yo dije es que en esta casa hay reglas y las tienes que respetar, no puedes llegar cayéndote de borracha y fingir que nada ha pasado, te lo creo que alguien mayor, pero en este país sigue siendo ilegal que tomes alcohol y no te estoy prohibiendo que vayas con tus amigos y te diviertas y a lo mejor sí te tomes, aunque sea uno, pero tienes que aprender a moderarte, no puedes hacer eso Camile, entiende.
—Ya te dije que no sabía que era alcohol.
—Y yo ya te dije que el alcohol huele, además tú has probado el Dr Pepper e identificas su sabor, si en algún momento sentiste un sabor diferente, no te la hubieras acabado.
ESTÁS LEYENDO
El chico de la bufanda gris
JugendliteraturCamile y Oliver, dos chicos que estudian en una escuela en Queens, un distrito de Nueva York, cada uno con diferentes sueños y diferentes formas de ver la vida, pero con algo en común... Una bufanda gris. ADVERTENCIA: ESTA HISTORIA ES SOLO UN BORRAD...