CAPÍTULO 7 "EMOCIONES"

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Camile.

Sábado por la mañana.

Mi alarma sonó y la apagué con flojera, los sábados me solía despertar más tarde de lo habitual.

Me di un baño y me arreglé lo mejor posible, ese día iría a casa de Oliver a hacer el trabajo de Física, en realidad esperaba acabarlo ese mismo día pues no quería seguir conviviendo con él.

Cuando salí de mi cuarto me llegó el olor a omelette, mi desayuno favorito.

—Buenos días, mamá — saludé.

—Hola, cariño ¿Cómo amaneciste? — preguntó, sirviendo el desayuno.

—Bien mamá — dije sentándome en la silla del comedor.

—Muy bien, entonces desayuna que hoy vas a ir con tu compañero ¿no?

—Ni me lo recuerdes.

—Camile cariño, trata de adaptarte a tus compañeros.

—Lo he tratado mamá en serio que lo he intentado, pero Oliver no me termina de caer del todo bien.

— ¿Por qué?

—No lo sé.

—Tal vez no le has dado la oportunidad de hablar contigo, muchas veces cuando conoces a las personas de verdad te das cuenta de que son diferentes — comentó sentándose en el comedor.

Yo ladeé con la cabeza.

—Tal vez tengas razón.

—Camile, es tu último año de preparatoria, entrarás a la universidad y por la mudanza no te has adaptado a tu escuela en Queens, intenta convivir más. Sé que te es difícil, pero no pierdas las oportunidades, apenas conoces a Oliver, así que ¿por qué no?

Y es que adaptarte era lo más difícil, si bien ya tenía dos amigos era difícil adaptarse a una nueva forma de educación y a diferentes cosas más, además que jamás había ido a la escuela en el turno vespertino y eso era muy diferente.

—Lo intento, de verdad — confesé, agachando la mirada.

—Y lo sé cariño y estoy orgullosa de que lo intentes, mudarnos de país es difícil, pero gracias por tratar de adaptarte.

—No hay de que, ¿has hablado con papá?

Le di una probada a mi desayuno y me gustó mucho, no cabía duda de que mi mamá tenía una gran sazón.

—Sí, ya solicitó su cambio, pero no tiene fecha.

Volví a bajar la mirada y suspiré, sentí la mano de mi mamá sobre la mía y levanté la vista.

—Yo también los extraño, cariño.

—Sí, pero supongo que nos volveremos a ver ¿no?

—Pero claro, eso tenlo por seguro — exclamó.

Yo sonreí un poco triste, mis hermanos y mi papá seguían en México y, aunque no había nacido allá, sí viví varios años ahí.

—Dijo tu papá que tu hermano llamaría como cada semana.

—Espero alcanzar la llamada antes de irme con Oliver.

—De hecho, les dije que irías con un amigo.

—Oliver no es mi amigo — me pareció necesario aclararlo.

—Bueno... que irías con un compañero a hacer un trabajo.

— ¿Dices que tal vez hablen antes de que me vaya?

—Tal vez, sabes que ellos también están ocupados.

El chico de la bufanda grisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora