CAPÍTULO 43 "OH, HERE WE GO AGAIN"

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Camile.

De acuerdo, tenía un problema. Un problema que ya tenía contemplado.

Estaba en el aeropuerto con mi familia y Oliver, ya que después de que nos despidiéramos a Santiago me iba a la escuela y Oliver insistió en acompañarme y sinceramente lo agradezco, necesitaba distraerme un poco.

— ¿Cuánto crees que se tarde? — preguntó Santiago, ansioso. Mientras estaba sentado.

—Tranquilo, hijo, se tardará, es un vuelo largo — dijo mi papá.

—Mi papá tiene razón, considera que vuelas de Nueva York a la Ciudad de México — apoyé de pie.

—Lo sé, Camile, lo sé.

Está de más decir que los ánimos de todos estaban por los suelos, y, si bien, no había tanta gente en el aeropuerto, había mucho estrés a nuestro alrededor.

Mi papá negó con la cabeza y se acercó a mi mamá, quién estaba hablando por teléfono alejada de nosotros.

—Yo creo que — Oliver iba a opinar, pero Santiago lo miró cómo si quisiera matarlo — que voy por algo para comer.

Él se levantó y me crucé de brazos, me senté en su lugar y le puse una mano en la pierna a Santiago, ya que no paraba de moverla de los nervios.

—Tienes que relajarte un poco, tranquilo — dije.

—No puedo estar tranquilo ¿Cómo es que no me aceptaron el cambio? Se supone que llevo buenas notas y soy excelencia en la mayoría de mis clases.

—Santiago — lo llamé.

—No puedo creer que hice un esfuerzo para nada, y ahora tú te vas a encargar de Madeleine porque de verdad no creo que alguien más lo haga. — Me ignoró.

—Santiago — insistí.

—No quería esto, juro que hice de todo para evitarlo, pero ahora me tengo que ir y dejarte todo a ti.

— ¡Santiago! — grité y él me miró. —No importa, no es el fin del mundo, en algún momento iba a pasar, no tienes por qué estar atado a la familia para siempre, hermano, estamos creciendo y es normal, no tienes porqué cargar con pesos que no te corresponden. Eres nuestro hermano mayor, pero tú tienes tu vida, y si tienes que irte para seguir estudiando lo entendemos, no es tu responsabilidad siempre estar conmigo o con Mad.

—Camile.

—Yo sé que es duro, pero hay que aceptarlo, te esforzaste, sí, no resultó, sí, pero alguien me dijo que, si en algún momento caemos, lo importante es cómo nos levantamos y no te vamos a dejar solo, Santiago.

—No sé si te quiero abrazar o te quiero pegar.

—Yo creo que quieres el abrazo.

Ambos reímos y me recargué en su hombro.

—Eres el mejor hermano que me pudo tocar, te quiero.

—Las cosas se van a poner feas.

—Lo sé, pero creo que aprendí bien de mi hermano a enfrentar las cosas feas.

Él sonrió y me abrazó de lado.

—Gracias por eso, Camile, creo que necesitaba escucharlo.

Me dio un poco de nostalgia, ni siquiera nos habían dejado despedirnos de la mejor manera, cuando me fui de México a Queens, él organizó una especie de pijamada con todos y así no sentir tan pesada la despedida, pero lo de él había sido de un día para otro. Sí, un día después de mi cumpleaños.

El chico de la bufanda grisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora