CAPÍTULO 8 "¿ALGÚN DÍA HABLAREMOS DE ESO?"

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Camile.

Insomnio...

Jamás había sufrido de insomnio, pero cada vez que Oliver se veía involucrado conmigo me quitaba el sueño.

La primera vez fue cuando me dio ese balonazo en la nariz, no podía parar de pensar en sus ojos color avellana, ese día me di cuenta de que aquella bufanda que había en mi perchero no era la misma que la mía.

Y después esa noche, la noche del sábado, recuerdo cenar con mi mamá y después despedirme de ella para irme a "Dormir" y dormir entre comillas porque cada que cerraba los ojos recordaba su mirada y la piel se me erizaba, recordaba sus labios y sentía una necesidad de tenerlos junto a los míos sin la necesidad de tenerlos enfrente, recordaba su respiración chocando con la mía y recordé ese roce... su mano pasando por mi mentón y esa sensación inexplicable se hacía presente de nuevo.

Me moví inquieta en la cama, no lograba ponerme cómoda. Me levanté de mi cama y fui a la cocina, me serví un poco de leche y la calenté en el horno de microondas, algo que siempre me causó sueño fue la leche tibia, era como un bebé, la leche tibia siempre me relajaba.

En lo que se calentaba mi leche fui al baño y me eché agua en la cara para tratar de no pensar en Oliver.

Cuando regresé a la cocina tomé mi leche y empecé a bostezar, sí, la leche empezó a hacer efecto y en parte también estaba cansada.

Me regresé a mi cuarto y me volví a recostar y a pesar de seguir pensando en él me empezó a dar sueño y me quedé dormida...

Unos labios carnosos, unos labios de los que no me quería separar, un sabor distinto y una sensación de satisfacción, paz y pertenencia.

Haber soñado que besaba a Oliver me dejó desconcertada.

Cuando desperté me pasé la mano derecha por la cara, en mi vida había soñado que besaba a alguien y cuando me pasó fue realmente raro, nunca creí que algún día soñaría que besaba a alguien que apenas y conocía.

Revisé mi celular para ver la hora: 11:45 AM.

«Mierda, qué sí dormí.

Pero qué bonito sueño.

Seee... que diga... no lo sé.»

—Buenos días, cariño — saludó mi mamá al ver que ya estaba despierta.

—Hola, mamá.

— ¿Cómo dormiste? — preguntó sentándose en la orilla de mi cama.

—Bien... o bueno algo así.

—Oí que te levantaste en la noche.

—Sí, no podía dormir, pero después de un buen vaso de leche tibia caí rendida.

— ¿Qué te preocupa?

Olvidaba que mi mamá me conocía, cada que algo me preocupaba o me agobiaba no dormía bien.

—Nada — negué con la cabeza sonriendo — solo que ayer no acabamos el trabajo y pues ya sabes...

—Sé que no te termina de caer bien, pero espero que te hayas dado la oportunidad de conocerlo.

«Yo también quiero conocerlo.

Mierda, sí quiero.

¿Caímos en el encanto de Oliver? 

¿Qué? ¡No! 

Va, primer fase, negación»

— ¿Sabes? Creo que tienes razón, ayer conocí un poco más de él y tal vez no es tan malo como creí.

El chico de la bufanda grisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora